¿Fuimos tan modernos en el 92?
Saliendo del blanco y negro, el país se abría, y tal como indica el diseñador Vittorio en uno de los audiovisuales de la muestra, “el mundo buscaba una etiqueta y apareció España”. Pedro Almodóvar estrenaba “Tacones Lejanos”, Mecano cantaba “Una rosa es una rosa”, y Santiago Calatrava levantaba la torre de Montjuic como regalo a Barcelona, y el Puente del Alamillo en Sevilla. “España quiso mostrarse al mundo y lo hizo bien”, destaca Jurado. Canciones de Los Manolos, el legado de Salvador Dalí y los logros del ciclista Miguel Indurain año tras año subiendo el Alpe d'huez. España enamoraba en una Europa que acababa de ver caer el Muro de Berlín y que daba un paso en la historia. Ese 1992, Sevilla y Barcelona articularon el protagonismo del país. En el caso de Sevilla y Andalucía, la Exposición Universal colocó a la ciudad y a la región en la vanguardia, como perfecto epicentro de un crisol de culturas, naciones y eventos. Emblemas de “lo moderno”.
Sin embargo, ¿de verdad eran tan modernos en el 92? Esa es la pregunta que se formula una exposición que llena la Sala Murillo de la Fundación Cajasol de Sevilla hasta el próximo 3 de septiembre. Precisamente con ese título, “¿Éramos tan modernos?”, la muestra realiza una reflexión acerca de ese concepto de modernidad enlazado con 1992 y Sevilla, el que precisamente supuso el cambio definitivo de la capital andaluza. Un concepto, el de la modernidad, que su comisario, Rafael Jurado, considera “como la repetición de lo nuevo. Ni lo nuevo, ni la vanguardia”, y en Sevilla, asegura, podemos ver el mejor caso.
Más allá de vestidos de gitana, pabellones abarrotados y el río Guadalquivir, la Exposición Universal de 1992 incidía en una idea que ya había tenido episodios anteriores: el descubrimiento de América. En palabras de Jurado, “las exposiciones universales son buena ocasión para mostrar siempre lo más moderno”, sin embargo, el leitmotiv de la del 92 fue el mismo que el de la Exposición Universal de 1893 en Chicago y que el de la Exposición Iberoamericana de 1929, también en la capital hispalense. Con ese trío de exposiciones en honor a Colón y sus carabelas, queda de manifiesto que “mostrar lo nuevo se va repitiendo”, con ejemplos en la muestra como la Macarena Pop, una obra de Manolo Cuervo que muestra “una talla barroca” de manera puntillista y rompedora. Todo se repite.
La modernidad ya estaba aquí
En una ciudad como Sevilla, que fruto de la Expo ve pasear por sus calles a Vittorio Gassman y escucha tocar a B.B.King y Bo Diddley dentro del recinto de la Isla de la Cartuja, el cambio fue profundo. Sin embargo, el comisario de la exposición incide en que lo moderno ya residía en Sevilla antes del 92. Con ejemplos como “el foco cultural manifestado desde los setenta en la ciudad o la cultura del underground”, Jurado reconoce que “la Expo chupa muy bien de la línea cultural de la Sevilla de los 80 y la encierra en pabellones”. Siempre desde la institucionalización y el folclore propio de una cita como aquella, la Expo supuso “un gran escaparate para demostrar que España era un país moderno”.
Tras el apogeo del 1992, la crisis golpearía a España y dejaríamos de ser tan modernos. En palabras de Jurado, la modernidad por aquel entonces estaba más presente. Según el comisario, “desayunábamos con modernidad, leíamos libros modernos y hasta mi abuela lo sabía”. En la actualidad “no hablamos tanto y ni sabríamos definirlo”
Un tren como símbolo
La exposición también hace hincapié en la idea de que todo cambio social y cultural ha tenido consigo un invento clave. Con la Revolución Industrial como ejemplo, y la locomotora para el desarrollo de la Revolución Rusa, para la muestra universal sería el Tren de Alta Velocidad, AVE, el gran símbolo que dio alas al evento.
El comisario afirma que no sabe “si fue el símbolo que más se vendió o el que más acogida tuvo”, pero sí es cierto que “todo el mundo hablaba del AVE”. Reconociendo al ferrocarril como un símbolo de modernidad recurrente en el arte y la historia contemporánea, hacer un trayecto entre Madrid y Sevilla en dos horas y veinte minutos supuso uno de los grandes avances para la exposición. En palabras de Jurado, “gente aplaudiendo al tren al llegar lo explicaba todo al comenzar a llegar a Santa Justa”, algo que no sucedía con el ferrocarril hace un siglo, “una sensación que por aquel entonces sería como ver una nave espacial”.
¿Y ahora?
Pero quizá la gran reflexión que centra la exposición pueda ser valorar si en la actualidad la modernidad sigue en la sociedad española o el ciudadano español pasa por una “crisis intelectual de la modernidad”, como relatara el filósofo Thedor Adorno allá por los años cuarenta.
La exposición hace referencia en piezas audiovisuales a cómo las grandes caras políticas de la sociedad se refieren a diario a conceptos como la modernidad o el desarrollo, “algo que supone una inercia desde los años noventa”. Según Jurado, “muchos hablan de modernidad pero habría que preguntarse dónde está la sociedad moderna, en medio de una crisis y mucho sufrimiento”. En plenos fastos por los 25 años de la Exposición Universal, este imaginario ha vuelto a través del recuerdo de la muestra, sin embargo el comisario insta a “valorar primero en el momento en el que estamos”.
Con todo esto, la Sala Murillo de la Fundación Cajasol ofrece la posibilidad hasta septiembre de realizar un recorrido nostálgico por la Sevilla y España de 1992, y reflexionar acerca de un florido pasado que cumple 25 años. Sobre si la sociedad es más moderna ahora o en aquel entonces, Rafael Jurado “no sabría decir”, aunque afirma que “quieren despertar reflexiones”, ya que “volver la vista atrás era lo mínimo que se podía hacer”.