Política, religión, industria y cultura. Pocos edificios pueden presumir de un pasado tan largo y azaroso como el Monasterio de la Cartuja de Sevilla. Su importancia en la ciudad es de tal calibre que da nombre a la isla donde durante seis meses se celebró la Expo 92.
De monasterio religioso a templo de la cultura. Situado en tierra de barros, el Monasterio de Santa María de las Cuevas era un edificio prácticamente en ruinas antes de la exposición universal. Las obras de la Expo lo pusieron a punto y convirtieron en uno de sus mayores símbolos.
La historia del Monasterio de la Cartuja se remonta, sin embargo, al siglo XV, mucho antes de que se convirtiera en el bello Pabellón Real (Expo 92) o en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (1997). Fueron los restauradores los que obraron el milagro de armonizar un monasterio cartujano del siglo XV con una fábrica de cerámica fina decimonónica y un pabellón ‘diplomático’ moderno.
Franciscanos, cartujos, almohades, castellanos, genoveses y franceses impregnaron el lugar de estilos tan diversos como el mudéjar, el gótico, el renacentista, el barroco o el industrial decimonónico, del que son testigos los hornos y chimeneas donde se cocía la prestigiosa vajilla de La Cartuja-Pickman.
Uno de sus moradores más célebres fue el mismísimo Cristóbal Colón, que preparó aquí, bajo el cobijo de Fray Gaspar Gorricio, sus expediciones a América. Más allá del dinero y las joyas que envió al monasterio, uno de los mayores tesoros que legó a sus amigos monjes fue un ombú (Phytolacca dioica), también conocido como bella sombra, una especie desconocida en el Viejo Mundo.
500 años después, su frondosa copa sigue recibiendo al visitante en los jardines del monasterio y es visible desde las alturas de la Torre Pelli. La alargada sombra de su leyenda sigue sin ser descifrada: ¿Lo plantó el propio Colón, cuyos restos se inhumaron allí en 1509 y una estatua lo recuerda junto al árbol, o su hijo Hernando, como señalan otras crónicas?
Parece que nunca lo sabremos. Como tampoco se sabía hasta ahora una anécdota histórica más reciente. El 26 de julio del 92, diecisiete jefes de Estado y de Gobierno latinoamericanos visitaron Sevilla, como guinda a la Cumbre Iberoamericana. El Monasterio de la Cartuja, transformado ya en Pabellón Real para la Expo 92, sirvió de lugar de recepción oficial a todas las autoridades que cada día llegaban de visita.
Tras llegar al Monasterio, los líderes latinoamericanos entraron en una pequeña estancia para firmar el libro de visitas. Desplegadas las hojas sobre la mesa, mandatarios como el brasileño Fernando Collor, el mexicano Carlos Salinas o el argentino Carlos Menem, entre otros, firmaban en silencio su dedicatoria, cuando Fidel Castro prorrumpió con una broma: “¿No me estaréis pasando la deuda?”. La jefatura de Estado de toda América Latina estalló en carcajadas, rompiendo así el hielo y dejando escapar el ángel de marras.
No solo los jefes de Estado tenían derecho a pisar el Pabellón Real, donde los Reyes, el Presidente o el Ministro de turno recibían a las autoridades internacionales cada día. El ciudadano de a pie también pudo visitar un recinto dividido en cinco partes: la capilla de afuera, el área conventual central, la zona conventual de legos y almacenes, el monasterio propiamente dicho y la antigua zona de operarios.
En el área conventual se celebró la exposición sobre arte y cultura en la época del descubrimiento de América, mientras que el recinto del monasterio sirvió no sólo para exponer obras de la fábrica de loza de Charles Pickman, sino que permitía que el visitante se hiciera una idea de la vida monacal, con sus huertas, olivares, sistemas de regadío y norias.
Una de las mayores atracciones fue la exposición 'Arte y cultura en torno a 1492', comisariada por el museógrafo barcelonés Joan Sureda Pons. Centenares de piezas de las grandes culturas del Siglo XV permitían al visitante viajar a lo largo y ancho de aquel mundo pretérito. Repleta de obras impresionantes, en las retinas de los visitantes quedó para siempre un Leonardo da Vinci (Cabeza de muchacha), el Ecce homo de Berruguete o la sorprendente tienda de campaña del emperador Carlos V.
El Monasterio de la Cartuja ha sido capaz de recoger semejante legado cultural a través del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC) o la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA), mientras que los más jóvenes conocen bien la zona a través de festivales de música como Territorios o Interestelar.
Desde el disidente chino Ai Weiwei a la artista americana Lorraine O´Grady, pasando por la estrella del rock Iggy Pop o el dj Fatboy Slim, el Monasterio de la Cartuja ha continuado con el cometido que la historia quiso que tuviera más allá del 92: acoger a los embajadores de todo el planeta. La sombra de Colón es alargada.