El centro de Málaga ha quedado desbordado la tarde de este martes, cuando miles de mujeres y hombres han acudido a la llamada en defensa de los derechos de las mujeres, de la igualdad y de la diversidad, secundada por más de 200 colectivos. La protesta desbordó las previsiones de los convocantes, que negociaron con la Policía para extender el recorrido. Terminó en torno a las nueve de la noche en la Plaza de la Merced con la lectura del manifiesto y el relato breve y descarnado de una mujer: “Yo fui violada y lo condenaron por abuso deshonesto”, dijo megáfono en mano. Quienes la rodeaban respondieron coreando: “Tranquila, hermana, aquí está tu manada”.
Antes de las siete de la tarde, hora prevista del comienzo de la concentración, la Plaza de la Constitución ya estaba abarrotada. Cuando la cabecera alcanzó el comienzo de calle Larios, muchos manifestantes aún no se habían movido de la Plaza de la Constitución, y esto provocó una discusión entre algunas manifestantes en la cabecera y los responsables de la Policía Local y la Policía Nacional, que se negaban a facilitar que la marcha continuara por calles abiertas al tráfico.
“Ojalá lo hubiéramos previsto, pero la situación se ha desbordado”, explicaba la abogada Amanda Romero al responsable de la Policía Local, que replicaba que no se podía garantizar la seguridad de las manifestantes si desbordaban el recorrido inicialmente previsto y podrían interponerse denuncias contra las convocantes.
La solución era sencilla: la concentración, convertida ya en manifestación, continuó por calle Sancha de Lara, pasando por Molina Lario, la Catedral y Alcazabilla, todas peatonales y sin riesgo alguno, hasta finalizar en la Plaza de la Merced. La incertidumbre, que se prolongó con la calle Larios atestada hasta la Plaza de la Constitución, se cerró con guasa: “¡Qué buenos son los policías que nos llevan de excursión!”, corearon algunas.
La protesta discurrió con un tono alegre pero firme en sus lemas. “Ni un paso atrás”. “El feminismo nunca mató a nadie. El machismo mata todos los días”. “No son muertas, son asesinadas”. “Nuestros derechos no se negocian”. La más impactante era una inmensa pancarta sujetada por dos decenas de mujeres, con los nombres de todas las asesinadas por sus parejas o exparejas desde 2003. Tres mujeres en los quince días de 2019, la penúltima de ellas asesinada a puñaladas hace cuatro días apenas en Fuengirola, a unos kilómetros del lugar por donde discurrió esta manifestación.
Abundaron las pancartas sobre fondo morado, y escasearon las de partidos y sindicatos, casi todos cuidadosos para evitar mezclar la lucha partidista en la causa feminista. Una política local mantenía doblada la pancarta con referencias a su partido que alguien le había traído por error. “Hoy esta no toca”, decía. Sí hubo banderas republicanas, y muchas del movimiento LGTBI. Y hubo evidentes alusiones a Vox y las amenazas de regresión que, al fin y al cabo, motivaban la protesta. “No queremos, no nos interesa, un gobierno de la ultraderecha”, se coreó.
El problema educativo
El problema educativo“Estamos un poco indignadas. Yo no estoy aquí porque nos hayan arrebatado el Gobierno, sino porque quisieron negociarlo a nuestra costa y no podemos ser moneda de cambio”, argumentaba Enriqueta Jiménez, profesora como sus acompañantes, tres mujeres y un hombre. Los cinco coincidieron en detectar un repunte del machismo en las pautas de conducta de sus alumnos. “Los niños están cada vez más agresivos con las niñas y con las maestras”, explica María del Mar, también profesora: “A mí un niño me llegó a decir que él sólo hace caso al padre, que es el macho”.
Ana Navarrete cree que los derechos de las mujeres se están viendo afectados por la irrupción de Vox en el Parlamento. “Quieren invisibilizar la Ley de la Violencia de Género. Creen que la violencia de género es una anécdota. Si hay tantos hombres maltratados, ¿por qué no se manifiestan?”, se preguntaba. “No tengo nada en contra de los hombres, sino de los machos”. Para ella el problema es que ese mensaje esté calando en la sociedad civil: “Se creen ese discurso y se normaliza”.
A su lado, Julia, polaca, traza un paralelismo con la situación en su país. La movilización de las mujeres (el llamado “Viernes negro”) consiguió paralizar un proyecto legislativo para restringir los supuestos de aborto legal. Después de cinco años de gobiernos de coalición entre partidos de centro y de derecha, en Polonia gobierna en solitario el ultraderechista Ley y Justicia.
La manifestación concluyó en la Plaza de la Merced, entre proclamas contra el patriarcado y el machismo y por el feminismo. Allí se denunció el “vergonzoso pacto de gobierno en Andalucía”: “Se está negociando con nuestros derechos, usándolos como moneda de cambio y negando la incuestionable realidad de la violencia machista y racista”.
“La justicia patriarcal sólo nos ve cuando somos asesinadas” y “sigue culpabilizando a las mujeres, dejando libres a las manadas machistas”, se oyó decir, antes que una mujer tomara el megáfono, contara lo que sufrió, y las demás le hicieran saber que no está sola.