Fran Carrillo (Córdoba, 1981), senador y portavoz adjunto de Ciudadanos en el Parlamento andaluz, es uno de los diputados con más proyección en la formación naranja. No sólo por su capacidad oratoria, sino porque ejerce de asesor político y de comunicación de sus compañeros de bancada. “Es nuestro gurú. Te dice en qué palabra debes poner el acento cuando hablas y cómo poner las manos mientras debates”, explica una compañera. Su libro Tus gestos te delatan [Espasa, Planeta] es un manual de autoayuda para triunfar en la política y en los negocios, y uno de los libros de cabecera de Albert Rivera, que le tiene por “uno de los mejores asesores de comunicación de España”.
En apenas seis meses de legislatura, Carrillo se ha convertido en un diputado punisher (castigador) del Parlamento andaluz. Junto al portavoz de su grupo, Sergio Romero, ejerce de azote contra la oposición de izquierdas, protector del Gobierno de PP y Cs, y de su aliado Vox. Da igual que el debate gire en torno a la educación, la sanidad o el medio ambiente, sus discursos siempre se encaminan hacia una severa condena a la ideología de izquierdas, con referencias historiográficas a lo más convulso del siglo XX. Sin apenas mirar un papel, Carrillo puede enlazar los 37 años de gobiernos del PSOE en Andalucía con el “régimen soviético” o el “comunismo para principiantes” de Cuba. Es paradójico que los parlamentarios más jóvenes, nacidos en democracia, sean quienes más alusiones al “fascismo” y al “comunismo” están metiendo en el diario de sesiones del Parlamento esta legislatura y la anterior. Es un fenómeno que ha traído la polarización de la política, y que es compartido con la bancada de Adelante Andalucía y con un grupo de diputadas socialistas.
Carrillo es de los más beligerantes en este sentido. Profesa un rechazo visceral a las izquierdas que ya era una constante en sus artículos en prensa mucho antes de entrar en política. Esto escribió en 2006 en OkDiario. “Aquellos que vivieron bien en el franquismo y luego fueron los más antifranquistas en la Transición. Aquellos franquistas devenidos en anti fueron los abanderados de una nueva generación de progres redomados que hoy vemos en páginas de periódico y tertulias decirle a la gente cómo debe pensar y por qué deben culpabilizar de los males del mundo al diabólico capitalismo heteropatriarcal”.
Esta semana, el senador cordobés se ha visto en el disparadero mediático por un polémico tuit que escribió (y luego borró) denunciando los ataques que sufrieron algunos miembros de Ciudadanos en la marcha del Orgullo LGTBI de Madrid, el pasado sábado. “La mayoría de los jerarcas nazis eran homosexuales”, escribió. De inmediato, le arrecieron las críticas por todas partes, y Carrillo se revolvió para repeler los ataques, como hace en el Parlamento. En menos de cuatro horas escribió más de una docena de veces la palabra “fascista”, un epíteto que siempre utiliza para espolear a la izquierda: “Fascistas, intolerantes, sectarios, fanáticos de la izquierda de superioridad moral perpetua”; “Fascistas de izquierda que siempre ponen la ideología por encima de la causa”; “Tropas fascistas de izquierda que quieren volver a 1936”; “Cuando el comunismo gobierna, la delincuencia reina”; “El único fascismo hoy imperante en España lo ejerce la turba progre que sólo admite su libertad y su pensamiento”. Poco a poco, tuit a tuit, el senador de Ciudadanos terminó convirtiendo la discusión en un relato épico en el que parecía estar en juego la propia esencia de la democracia. “Ciudadanos seguirá defendiendo la libertad”; “Nadie va a doblegar nuestras ansias de libertad”, escribió.
Carrillo y Romero son dos diputados jóvenes, impecables en el trato, con una cierta tendencia a la hipérbole como recurso discursivo para nunca pasar desapercibidos en un debate. “Da igual el asunto que les toque defender, se lo preparan concienzudamente y nunca ahorran adjetivos”, dice un compañero. Recientemente al diputado cordobés le tocó defender en la Cámara una proposición no de ley que pedía una Selectividad única para todo el país. No es un asunto de competencia autonómica sobre el que el Parlamento andaluz pueda legislar, pero Carrillo hizo un alegato grandilocuente y encendido, como si se tratara del discurso de Lincoln en Gettysburg. Sus rivales en el PSOE dicen que para él “lo importante no es el tema del que hable, sino que Ciudadanos hable del tema”. “Son muy protagonistas. Parece que han descubierto la pólvora en cada debate. Se atribuyen méritos por cosas que llevan años en vigor. Antes de ellos no existía ni la sanidad ni la educación pública ni la democracia”, ironiza una veterana parlamentaria socialista. En esta crítica enmarcan lo que sucedió el sábado en la marcha del Orgullo: cinco días después, la noticia no es el Orgullo LGTBI y sus reivindicaciones, sino Ciudadanos en el Orgullo LGTBI.
El tuit de los nazis y los homosexuales de Carrillo desató una combustión política que fue en aumento. En el PSOE empezaron a pedir públicamente su dimisión. Los más críticos le reprocharon que denunciase el fascismo, mientras su formación había pactado con la extrema derecha en Andalucía. Para asombro de muchos -incluso de los suyos- Carrillo respondió que no existía tal acuerdo. “No hemos pactado con Vox, por mucho que la izquierda política y mediática lo repita y sus manipulados corifeos tuiteros lo repliquen”, escribió. Acto seguido, docenas de personas empezaron a enviarle el documento firmado por PP, Ciudadanos y Vox en el Parlamento andaluz el 13 de junio, con el logotipo de las tres formaciones conservadoras en el encabezado.
Más o menos en ese momento empezaron las llamadas de preocupación desde el Gobierno andaluz, pidiendo “salirse ya” del foco de la polémica. “Fran no se achanta, pero es de gatillo fácil. Se ha dejado provocar”, dice un miembro de la Junta. Carrillo abandonó la pelea en Twitter, pero aún le quedó un último factor sorpresa: “Si te insultan, te acosan y te agreden por defender la libertad, estás en el partido correcto”. “Por eso”, escribió el diputado, “acabo de afiliarme a Ciudadanos. Porque con Albert Rivera al frente seguiremos defendiendo la libertad, cueste lo que cueste”. Todo el hilo de Carrillo en Twitter bebe, en cierta manera, de las lecciones de su libro. Lección número uno: “Hoy día, si no sabes venderte, estás vendido”.
Maestro de la oratoria
Antes de ser senador y diputado de Ciudadanos, Fran Carrillo asesoraba a políticos y empresarios sobre cómo expresarse con la voz, con los gestos, “hasta con los pies”. Hace unos años durante un cóctel, tras un congreso de directivos de comunicación, Carrillo conoció a la directora de comunicación de una importante multinacional de telefonía móvil: Ana. A simple vista le pareció “la típica mujer ejecutiva, seria, segura de sí misma con cara de pocos amigos y gestos de pose prepotente”.
Así la describe él mismo en su libro, donde cuenta cómo en un momento de la noche “en que ni siquiera la chispa de un buen gin tonic ahuyenta tus miedos”, le enseñó a Ana a “comunicarse mejor y proyectar seguridad en su trabajo”. “Le pregunté a Ana si seguía interesada en escuchar mi relato sobre los gestos sociales. Su cara expresiva, sus ojos brillantes y su leve inclinación de la copa antes de llevársela a la boca para beber me convencieron de que incómoda, lo que se dice incómoda, no estaba”, escribe el autor.
-“Ana, te recomiendo la técnica del espejo para encontrar el equilibrio”.
-“Si yo me miro al espejo todos los días”.
-“Pero no de la forma correcta”.
Carrillo es licenciado en Historia y Periodismo y llega a la política del mundo de la empresa privada, cuando ya era una estrella mediática, impartía cursos sobre cómo hablar en público y “entrenaba a políticos y empresarios”. “Conozco técnicas que he ido perfilando con los años y a las que se han sometido desde presidentes de consejos directivos hasta políticos de alto nivel”, dice. Se vincula a Ciudadanos -sin afiliarse- en 2013, y el año pasado es elegido para encabezar la lista electoral por Córdoba al Parlamento andaluz con el 74% de los votos. Carrillo es el segundo diputado de la Cámara que más ingresos declara (286.058 euros), después del consejero de Educación, Javier Imbroda. Antes de tomar posesión de su escaño, dirigía una exitosa empresa -La Fábrica de Discursos-, especializada en “campañas electorales y gestión comunicativa para la asesoría, formación y entretenimiento en oratoria, discurso y debate para organizaciones públicas y privadas”.
La comisión de incompatibilidad del Parlamento estudió su caso, pero no por mantenerse como accionista mayoritario de su empresa (a pesar de haber vendido un 20% de su participación), sino por su labor de divulgador, “autor de libros, profesor de másters y postgrados” relacionados con la oratoria. Carrillo pasó el filtro, la Cámara no vio razones de incompatibilidad entre su oficio y su escaño. Un mes después, Ciudadanos llevó a la comisión parlamentaria de Educación -de la que Carrillo es vicepresidente- una proposición no de ley para implantar una asignatura obligatoria de Oratoria y Debate en los institutos andaluces, que pudieran impartir “profesores externos”. “Nosotros no sabemos vendernos. Estados Unidos es el primer país del mundo en saber venderse, y allí la oratoria o public speaking es una asignatura transversal dentro de todos los programas de estudio, común a todos los niveles”, decía hace unos años durante una entrevista sobre su libro en TVE.
El grupo Adelante Andalucía (Podemos-IU) acusó al diputado cordobés de “buscar negocio para su empresa de cursos de oratoria”. “El tripartito de derechas ha venido a la política a forrarse”, dijo el portavoz de Adelante, Antonio Maíllo. El aludido respondió que su firma “no contrata ni contratará con ningún organismo público”. Ciudadanos retiró la iniciativa al poco de haberla presentado en el Parlamento. Fran Carrillo ha rehusado hablar con eldiario.es durante la elaboración de este artículo.