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Granada espera su cierre entre los que se marchan y los que se resignan: “Esto es lo que hay”

Álvaro López

GRANADA —
25 de octubre de 2020 17:40 h

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Granada no parece Granada. La ciudad de la Alhambra, habitualmente atestada de gente cualquier fin de semana, vive sumida en algo parecido a la tristeza. La culpa la tiene la pandemia de la Covid-19 que se deja sentir en el vacío de sus calles y el hartazgo y la resignación de los que caminan por ella. El anuncio del cierre perimetral que entra ya en vigor este lunes y el toque de queda que impedirá salir entre las once de la noche y las seis de la mañana han sido dos estocadas que han dañado la moral de la ciudad. El objetivo es ambicioso: hacer que los contagios por coronavirus bajen de los más de 700 diarios y que los hospitales no sigan recibiendo enfermos. Solo este domingo, Granada con 1.361 casos es con diferencia la provincia que ha sumado más positivos en 24 horas.

Pasear por Granada es encontrarse sobre todo a personas mayores dándose un respiro de las cuatro paredes de sus casas que para algunos ya se han convertido en cárceles. Genaro, que peina canas, admite que a él le da “igual lo que pase ya, lo único que no quiero es que nos vuelvan a encerrar”. Ana, otra jubilada, se ha tomado este fin de semana como el momento idóneo para disfrutar de una ciudad de la que está enamorada desde que se mudó de Ciudad Real hace décadas. “Mañana ya no podemos salir, así que aprovecho hoy”, explica a pesar de que el cierre perimetral no impida salir a las calles de la ciudad.

Como el cierre perimetral es la noticia estrella de Granada en las últimas horas, por la ciudad se ven corrillos de vecinos que discuten si lo que han decidido será buena idea o no. “Yo lo único que digo es que desde hace semanas cada vez se ve a menos gente por la calle. Desde el puente, apenas hay vida y se nota en todos lados”, acierta a decir Vicente, que suele frecuentar el centro histórico. “Ves algún que otro turista, pero ahora la gente prefiere quedarse en su casa porque no sabe qué va a pasar y creen que es mejor ahorrar dinero por si se quedan sin trabajo”, añade.

La hostelería en la picota

El habitual bullicio granadino, que se vio por última vez durante el puente del día 12 de octubre, ha desaparecido. Puerta Real ha perdido el trajín de personas que suelen transitarla. La plaza del Ayuntamiento de Granada sigue en su realidad paralela en la que alguna que otra manifestación reclama cualquier asunto. Este domingo, armenios pedían al Consistorio que les ayudara contra la guerra que vive su país con Azerbaiyán. En la plaza del Carmen gritos y consignas políticas; en la calle de al lado, silencio y resignación.

Julián, camarero de Taberna Las Copas, en plena calle Navas, conocida por ser una de las más visitadas por los turistas amantes de la gastronomía en pleno centro histórico, lamenta lo que está sucediendo. “Esto es una ruina. Llevamos varias semanas en las que no se sienta casi nadie en nuestros bares”. El mesero lamenta que el sábado solo hiciesen 100 euros de caja y que por la noche “solo se nos sentaran dos chicas a pedirse dos bebidas”. Eso no habría ocurrido en otro momento, porque en ese tipo de restaurantes no sirven tapas ni admiten clientes que solo vayan de cañas.

Pero la realidad les ha golpeado de lleno. “En esta calle tenemos varios restaurantes cerrados y algunos tienen ERTE parciales”, explica Julián que cree que el problema está en el aforo que les permiten tener. “Con cinco mesas en la calle no podíamos mantenernos y ahora menos que directamente no se sienta nadie porque incluso hay clientes que tienen miedo a contagiarse”. A su juicio, aunque respeta las medidas “porque es lo que toca”, siente que los clientes no acuden porque “entre que no pueden fumar y que a las nueve y media de la noche no pueden sentarse cuando están acostumbrados a eso…”. El cierre de la hostelería a las diez de la noche les está minando, asegura.

Éxodo universitario

Algunos metros más allá, fuera del centro histórico, el éxodo universitario se empieza a notar. El cierre de la ciudad y la prohibición de las clases presenciales en la Universidad de Granada han decidido a algunos estudiantes a marcharse a sus lugares de origen. “Tengo varias amigas que no piensan volver hasta que abran otra vez la ciudad”, asegura Cristina, una universitaria natural de Jaén que ha decidido quedarse, al menos de momento.

Sus palabras tienen reflejo en plena calle. Sin ocio nocturno en calles como Pedro Antonio de Alarcón, la estampa que se ve un domingo por la mañana nada tiene que ver con la habitual. No se ve a ningún universitario vestido de lo que fue un traje de fiesta, pero acudiendo a buscar una churrería de buena mañana, ni se percibe el olor que dejan las aguas menores de algunos que no pueden esperar a llegar a casa. Pedro Antonio de Alarcón está extrañamente limpia.

A pocos metros de allí, en la calle Gonzalo Gallas, donde se acumulan los bares de tapas para universitarios, los hosteleros notan las consecuencias de las restricciones. Jaime, dueño de El Peruano, uno de los bares más conocidos de Granada, admite que las medidas sanitarias le están haciendo daño: “Se nota mucho la pérdida de clientes desde que limitaron el horario a las diez de la noche y dejaron el aforo al 50%”. Ahora, con el cierre perimetral, da por sentado que se notará “mucho más”.

Dudas sobre las medidas

El hostelero se hace una pregunta que se repite entre los vecinos de la capital y el cinturón metropolitano. No sabe si podrá volver a casa a tiempo si se impone el toque de queda a las once de la noche porque él vive en Dílar y tiene que limpiar su bar antes de poder volver a su domicilio. Él no sabe cómo lo hará y otros granadinos no alcanzan a comprender si podrán ir desde la capital hasta los pueblos del área metropolitana que también serán cerrados perimetralmente.

Natalia, una vecina de Armilla, sostiene que ella ha preguntado a la policía municipal y que no se lo han dejado claro. Aunque la Junta de Andalucía indica que los lugareños no podrán salir de sus localidades, ella y otros vecinos de Granada capital se cuestionan qué va a suceder con un centro comercial tan importante como el Nevada, que está situado en Armilla y que recibe clientes de todos lados. “No creo que nos impidan ir”, asegura Ana, oriunda de Granada capital.

Aprovechar la situación

El anuncio del cierre perimetral también ha supuesto la huida de muchos vecinos de Granada que no quieren quedarse encerrados en la capital. Algunos lo han hecho solo este fin de semana, “para aprovechar las últimas horas de libertad”, explican Lucía y Juan antes de subirse a su coche para ir a comer a un pueblo de la provincia, y otros han decidido marcharse a sus segundas residencias como delatan la gran cantidad de aparcamientos que hay por toda la ciudad. Un hecho que es casi imposible de ver en cualquier en otro momento del año.

Lo único cierto es que Granada volverá a vivir una situación atípica, similar a la de la primavera, aunque pudiendo salir a la calle. Los hosteleros lamentan que esto vaya a suceder justo durante el puente de Todos los Santos, “porque confiábamos en dar ese empujón que nos pudiera salvar la temporada”, argumenta Manolo, camarero de Andalusian Taste. Él tuvo que cerrar hace unos meses su propio bar en una localidad granadina “porque los números no daban”.

Otros aprovecharán la situación para salir más a la calle. Luis afirma que “ahora se está más a gusto paseando porque no hay tanto turista y te puedes sentar donde te da la gana”. Hay quienes no quieren hacer caso a la obligación de llevar la mascarilla incluso sentados en la mesa del bar porque “es muy molesto”, confiesa Antonio. Tampoco se lo toman en serio algunos deportistas que no llevan cubrebocas encima. “Es una guarrada porque si sudo dicen que no sirve de nada”, afirma uno de ellos que prefiere no decir su nombre. Y quienes van por la calle sin mascarilla ni se sienten aludidos cuando se les pregunta el por qué: “Todo esto es mentira, es el coronatimo y se lo está creyendo todo el mundo”.

Mientras tanto, el número de contagios por Covid-19 está poniendo en tensión los hospitales granadinos con las unidades de cuidados intensivos con más de la mitad de sus camas ocupadas por pacientes de coronavirus. El cierre perimetral quiere disminuir la presión asistencial y reducir los contagios en las próximas dos semanas, pero la empresa es tan complicada que no se descarta que las restricciones duren más o que se vayan a endurecer. “Es lo que hay”, sentencia un camarero mientras charla con unos clientes habituales sobre qué pasará en las próximas semanas.