Una semana después de su renuncia, el adiós de Sebastián Pérez como presidente del Partido Popular de Granada sigue trayendo cola. No es para menos, pues se trata del máximo dirigente de los populares granadinos en los últimos quince años, y su posición le ha servido para tener control sobre lo que sucede en el panorama político local. Por ello, ahora que su marcha como responsable del PP de Granada se ha consumado, su partido intenta evitar que su descontento acabe arrastrando al gobierno municipal que mantienen en coalición con Ciudadanos.
Porque, aunque Sebastián Pérez se ha marchado ahora, su adiós lleva gestándose mucho tiempo. Ya sea porque desde el partido a nivel nacional y regional pedían su cabeza, o porque el propio Pérez sabía que su tiempo estaba agotado al haberse quedado sin apoyos, lo cierto es que la renuncia de Sebastián era una opción que estaba encima de la mesa de todos. Lo que no entraba en tantas quinielas era que lo hiciese ahora, cuando todo apuntaba a que iba a mantener un perfil bajo para sobrevivir los tres años que le restan como concejal del PP en el Ayuntamiento de Granada.
Pero sus declaraciones el pasado 31 de enero dejan en evidencia lo contrario: que no quiere ser un títere ni dejar que nadie hable por él. Se siente traicionado por la cúpula del que es aún su partido y no se ha sentido respaldado por sus compañeros de la corporación municipal. Sin embargo, tiene en su mano más poder del que había tenido hasta el momento. Liberado de la presión de tener que aparentar sintonía con la dirección del PP, su situación le permite poder forzar la relación que mantiene con el equipo de Gobierno al que pertenece siendo primer teniente de alcalde y con su propio partido, que no quiere perder la Alcaldía de la ciudad aunque la ostente Luis Salvador, de Ciudadanos.
A por un sillón
Fuentes consistoriales dejan claro que se está trabajando en que Sebastián Pérez tenga una salida “laboral” a su situación política. No en vano, Pérez es político de carrera y no se le ha conocido profesión más allá de los cargos que ha ostentado en la provincia y el Ayuntamiento. De ahí que las voces de su formación consultadas tengan asumido que Sebastián no dejará su acta de concejal ni será un edil cómodo, si antes no le aseguran un futuro. Porque el Gobierno municipal de Ciudadanos y PP sólo suma 11 de los 27 concejales que hay en el Ayuntamiento y solo el apoyo de Vox con sus tres ediles en junio, permitió que la coalición saliese adelante.
La izquierda suma 13 concejales entre los 10 del PSOE y los tres de Unidas Podemos-IU y esa relación de fuerzas, en la que la mayoría absoluta se sitúa en 14 ediles, deja en franca ventaja a Sebastián Pérez que se convierte en el concejal por el que puede pasar la gobernabilidad de la ciudad. El acta le pertenece, así que tiene en su mano poder presionar cuanto le plazca y convertir el Consistorio en un polvorín que lleva meses creando el caldo de cultivo perfecto. Sobre todo, desde que el propio Sebastián repitiese hasta la saciedad que había alcanzado un pacto con el alcalde, Luis Salvador, para alternarse a los dos años de mandato.
Comisión y moción de censura
Por los pasillos y mentideros del Ayuntamiento de Granada se da por sentado que la Comisión de Grandes Contratos ha sido la excusa que ha utilizado Pérez para desencadenar la tormenta perfecta. Desde Génova le obligaban a que apoyase que dicha comisión la presidiera Vox y Sebastián se negó, entre otros motivos, por su enemistad con el portavoz de la extrema derecha, Onofre Miralles. Fruto de dichas presiones, decidió dimitir como presidente popular para, alegando respeto hacia los granadinos, advertir a Luis Salvador y al resto del equipo de Gobierno, que él podía seguir teniendo la última palabra.
De hecho, a día de hoy, la citada comisión sigue siendo un dolor de cabeza para Salvador y los suyos, y ahí Sebastián Pérez puede seguir jugando su papel de dique de contención. Tanto es así que en el pleno ordinario de enero en el que dimitió, llegó a posicionarse a favor del PSOE para que fuesen los socialistas quienes presidieran dicha comisión. Una situación que disparó la rumorología de los que apuntan a que Pérez ha estado coqueteando con el PSOE nombrando a personal afín dentro del Consistorio para buscarse favor cuando tuviese que abandonar su acta de concejal. Un extremo que los socialistas niegan.
Finalmente, toda esta situación deja en el aire de nuevo una potencial moción de censura. Fuentes municipales consultadas asumen que es algo poco probable, pero que tal y como está el Ayuntamiento de Granada en estos momentos no se puede descartar nada. Esto es, que Sebastián Pérez acabara renunciando a apoyar al PP por sentir que no comparte la sintonía con su partido y apoyar de manera unipersonal una hipotética moción encabezada por los socialistas con el exalcalde Francisco Cuenca al frente. Un relato que suena a ciencia ficción, pero que nadie en el Consistorio se atreve a descartar de plano.