“Me gusta mi trabajo, es lo que siempre quise hacer”

Mariví, Rocío, Miguel y Enrique son nombres de pila que sostienen, desde sectores laborales diversos, historias particulares de quienes tienen trabajo y, además, disfrutan ejerciendo su profesión. No es seguro que representen especies en peligro de extinción, en plena recesión económica. Pero sí ejemplifican, en el Día Internacional de los Trabajadores, la importancia vital de desempeñar el empleo buscado, la “suerte” que compensa en el ámbito laboral y en el personal.

“Me gusta mi trabajo, es lo que siempre quise hacer”. Mariví Cascajo es doctora en Biología y trabaja en el Centro Andaluz de Biología del Desarrollo, en la sevillana Universidad Pablo de Olavide (UPO). “Concretamente en el área de Biología Celular”, especifica; una vocación que le ha llevado a un empleo “nada monótono ni aburrido, que te permite viajar y seguir aprendiendo continuamente”. Aunque también existen aspectos a mejorar: “La excesiva competitividad o la escasez de ofertas y puestos de trabajo”. “Potenciaría –prosigue– la divulgación y el conocimiento científico” a nivel social y el futuro… “Malo, muy malo. La inversión pública en investigación ha disminuido enormemente y en este país no existe la inversión privada, no existe cultura investigadora”.

“El asunto se plantea negro”

Rocío Moreno regenta una frutería en Gelves (Sevilla) y su trabajo le “encanta”. “Porque no dependes de nadie, lo llevamos la familia y es nuestro día a día, con lo que ganamos nuestro pan y de lo mejor que tiene es el trato cercano y directo con la gente”. Antes tenían empleados “pero la clientela ha bajado”. La crisis, “los impuestos a los autónomos” y ¿algo más? “Sí, la libertad que el Gobierno da a los 'chinos' y a los 'mercadonas'; así no hay futuro ninguno, venden el género por debajo del precio de mercado y no podemos competir”. De este modo, se pregunta, “qué futuro nos espera, si no les ponen freno, a nosotros y a los agricultores andaluces”. Con una sonrisa, “porque es una suerte hacer este trabajo”, plantea una solución que pasa “por una tabla de precios y que nadie pueda vender por menos, que haya respeto por los pequeños”.

“La cocina es dura, pero da muchas satisfacciones”, cuenta Miguel Ángel Bizcocho, cocinero, “y copropietario”, del restaurante PuraTapa en la urbanización Sotogrande de San Roque (Cádiz). “Mi trabajo es muy creativo y enriquecedor, cada día es diferente, un sitio donde nunca se deja de aprender y la recompensa la ves cada día en la cara del cliente, cuando algo le gusta o le sorprende”. Lo segundo, subraya, “es impagable”. ¿Qué modificaría? “A veces el cliente no aprecia el trabajo que hay detrás”, pero esto ocurre “en contadas ocasiones y se olvida cuando sabes que has hecho un buen trabajo”, sostiene. “Vivimos en un país de cara al turismo, con una cultura gastronómica increíble y un clima que nos acompaña… todos los ingredientes necesarios”, dice, optimista sobre el “mañana”.

Enrique Guerra es profesor de secundaria de Lengua y Literatura en el IES Arroyo Hondo de Rota (Cádiz). “Trabajo en un colegio público, de interino, y aunque quizás mi vocación no sea docente sí me considero con vocación social”, se define. Y la enseñanza, continúa, es el arma para “solucionar cualquier problema de la sociedad. Formamos a los hombres y mujeres del mañana, no sólo en la materia que nos toque sino también principios y valores”. Lo más “gratificante” es “ver cómo los niños te devuelven una sonrisa por la calle o trabajar un microrrelato conjunto”, pero en general, prosigue, “cuando cierras la puerta y te encierras con la clase, es una maravilla”. Una “suerte” que se topa con “recortes en educación” que diseñan el complicado horizonte de “una sociedad fácil de manejar”. “El asunto se plantea negro”, confiesa, “por eso hay que luchar y reivindicar para que el color cambie”.