Juana Maria Gil Ruiz, catedrática de Filosofía del Derecho en la Universidad de Granada y presidenta de la Sociedad Española de Filosofía Jurídica y Política, tiene una larga trayectoria en la lucha contra las violencias de género en Andalucía y España. Ponente en el ciclo de webinars que este mes celebra el Ayuntamiento de La Rinconada (Sevilla), considera que la aplicación del concepto de género al Derecho ha marcado la transición de las leyes de igualdad clásicas a las leyes de igualdad modernas. En su intervención de este miércoles ha realizado un breve paseo por el Derecho, deteniéndose en la implementación del principio del 'gender mainstreaming', exigencia asumida tras la firma de convenios especialmente relevantes en el orden internacional. Antes de su ponencia, atiende telefónicamente a elDiario.es Andalucía, que colaborada en este ciclo, para abordar esta materia.
¿Qué está fallando en el sistema policial y judicial para que no se logren frenar tantas muertes por violencia de género en España?
No solamente a ese nivel sino al de todas las personas responsables de su erradicación en el contexto de pareja porque hay más violencias de género (violencias sexuales, acosos, ablación femenina, etc.) pese a que la mujer supone la mitad de la población mundial. En España, los esfuerzos legislativos han sido reseñables en los últimos años. Antes no se hablaba de violencia de género. Pero fallan muchas cosas, pero destacaría una, y es que esos esfuerzos relativamente recientes a la hora de incorporar el principio del 'gender mainstreaming', es decir, incluir la perspectiva de género de manera principal, requieren no desconocer de dónde salen y la metodología de la que nacen, precisamente para aplicarla de manera correcta. Esa formación de género contrastada la deberían de tener todas las personas responsables de la prevención y persecución de las distintas formas de violencia de género, que también debería tener la ciudadanía en general.
¿Esa formación no se le presupone a esos profesionales en la materia?
La formación no es que yo ponga en mi discurso, en mis palabras o en mis sentencias. No basta con poner “mujeres” o “género”, o decir “yo es que ahora soy muy sensible con esto”, sino algo más: un hacer impulsado desde las teorías feministas en su diversidad. Los agentes implicados en todo esto desconocen esta formación, esta metodología y, por lo tanto, la aplicación no es del todo correcta.
¿Y cómo se podría subsanar ese error de base?
Indiscutiblemente es un error de base, pero se está subsanando mal, en mi opinión, porque es muy importante la formación desde el minuto cero para el tema de la prevención de la violencia de género. En el ámbito penal hay poco ya que resolver, porque cuando uno acude a la última ratio es porque ya tenemos a la mujer asesinada o a su prole asesinada, cuando no el agresor se ha suicidado, porque difícilmente a un muerto se le puede aplicar una pena. En cambio, si se adoptan medidas de sensibilización previas, que indiscutiblemente afectan también a medidas educativas, que tienen que ir desde las guarderías, porque los seres humanos conformamos nuestra personalidad de cero a tres años. Eso es fundamental. Y su persecución en los distintos niveles (en Primaria, en Secundaria, en la Universidad). Está bien que haya formación, por ejemplo en el ámbito policial, donde al principio realmente había un desconocimiento absoluto y cada vez más se va incorporando esa perspectiva de género en su hacer.
¿Y a nivel judicial?
A nivel judicial ten en cuenta que es bastante reciente la reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial que incorpora esa formación en género a todas y a todos los jueces que además van a especializarse en las distintas ramas jurídicas. Pero el problema, insisto, es quién forma a quien. No me vale con empatizar con el dolor. Lo que necesito es que me dé soluciones a ese problema. Pues ese es el tema: necesitamos una información y una formación contrastada y eso habrá que revisarlo.
La Universidad también es responsable de ese no hacer y de ese mirar por otro lado. Yo creo que de todo esfuerzo legislativo surge en buena medida de la Teoría Crítica del Derecho, feminista, que incorpora esa metodología y que, por lo tanto, la Filosofía del Derecho la tiene que hacer suya y trasladarla desde el minuto cero cuando te llega el alumnado o a la facultad. Pero, ¿qué pasa ahora? Que la filosofía jurídica en algunas facultades ha caído en desgracia y se está eliminando de la formación jurídica. Con lo cual, no se le puede pedir a un alumnado de Derecho que termina su carrera que de repente tenga esa formación, o esa otra mirada, o esa metodología. No basta con conocer la ley. Si no se le suma esa metodología que te va hacer implementarla bien, curiosamente esa ley y ese Derecho que está pensado para erradicar violencias de género curiosamente se puede convertir en una herramienta que también la perpetre. Es una pescadilla que se muerde la cola y es fundamental trabajar en la formación de género bien hecha contrastada desde el minuto cero.
¿Y cuáles serían los puntos clave de esa metodología para implementarla a la ley y a su ejecución?
Es muy importante hacer una revisión del concepto de igualdad que trabajamos y que seguimos incorporando en las facultades de Derecho. Ten en cuenta que hay que reconceptualizar el concepto de igualdad. Hasta ahora, cuando hablábamos de igualdad, cogíamos la plantilla de lo humano, pero la plantilla de lo humano no es el hombre. No podemos olvidarnos que las mujeres formamos el 50 por ciento de la población mundial. No estamos hablando de un colectivo y en ningún caso de un colectivo vulnerable, ni menor, ni de individualidades, sino que tiene intereses, reivindicaciones y demandas propias a su sexo y humanidad, como así también los tienen los hombres como ciudadanos que son.
Cuando los países firman el principio del 'gender mainstreaming' es como una autovía que es la vía principal, donde el 50 por ciento de la población sufre violencias. Esa autovía está atravesada por cruces sistémicos (la raza, la etnia, la orientación sexual, la edad, la religión, la ubicación geográfica) que introduce puntos gordianos de especial vulnerabilidad. No se trata de ir sumando sino de tener en cuenta que hay una violencia, una subordinación estructural, que es la autovía, y tener en cuenta esos cruces sistémicos de desigualdad que hacen que se vaya cerrando el cuello de botella de subordinación estructural y, por lo tanto, de violencias que sufren las mujeres. Es muy complejo. Es otra nueva forma de hacer Derecho. Las mujeres poseen el 1 por ciento de la tierra en propiedad. ¿Cómo es posible que las mujeres, insisto, la mitad de la población mundial, solamente posea el 1 por ciento de la tierra en propiedad? Eso es un cáncer estructural, no es una cosa puntual.
Todos los instrumentos internacionales y el avance que positivamente hemos tenido en Europa, el Tratado de Ámsterdam, el Tratado de Lisboa, hna ido incorporando ese principio y nuestra legislación española también lo ha de incorporar porque así lo ha ratificado y se ha comprometido internacionalmente a hacerlo. Y, por lo tanto, esas leyes deben de revisarse desde ahí. Cuando se gestan los instrumentos jurídicos, cuando se implementan y se reglamentan, tienen que tener esa formación en género para incorporar bien ese principio. Si los distintos operadores no lo saben, finalmente ¿quién perpetra violencia? ¿el agresor? A lo mejor el sistema, que curiosamente está pensado para no hacerla.
¿Quiere decir que se habla mucho de igualdad pero no de la manera correcta?
El problema que ahora todo el mundo habla de igualdad, se pone la palabra “feminismo” en la boca y ahora parece que todo el mundo sabe de esto. Y no es verdad. Nunca más que en este momento lo que hay que hacer, creo yo desde mi humilde opinión, es blindar la infraestructura de género que se ha conseguido con muchísimo esfuerzo y con ningún poder, y recuperar el protagonismo de quien lo ha hecho posible, que han sido todo esos distintos feminismos en su pluralidad, que viene de un esfuerzo conjunto del movimiento feminista asociativo, en su diversidad, del movimiento feminista académico y también del movimiento feminista institucional, que tendrá que ponerse a hablar y tendrá que unir cabezas para saber cómo tirar para adelante con todos estos esfuerzos, porque sea perspectiva de género proviene del feminismo y de la Teoría Crítica. Por lo tanto aquello que no huela a críticia, a revisión y a crear una sociedad más inclusiva y más igualitaria seguramente no está bien, por mucho que incorpore la palabra género en su discurso.