Más allá de Antonio Machado, Luis Cernuda o Juan Ramón Jiménez, de Diego Martínez Barrio, María Zambrano o Victoria Kent, las páginas ignotas del exilio republicano andaluz atesoran 50.000 historias anónimas. Ciudadanos derrotados por el fascismo, empujados a una huida silenciosa, convertidos en retratos sin nombre en el desván del éxodo. La revista Andalucía en la Historia, editada por el Centro de Estudios Andaluces (CEA), rescata estos trayectos vitales truncados, a millares de protagonistas de La odisea de los vencidos.
En el monográfico caben historias de vida de maestros, médicos, periodistas, alcaldes, campesinos, amas de casa, niños que crecieron en tierras de acogida... Obligados, todos, a enfrentar el camino del destierro, un viaje compartido junto a grandes personalidades de la cultura, la política y la ciencia. Con destinos dispares: desde Gibraltar a Argentina, Chile y Uruguay o de México a la extinta URSS. Incluso, hasta los campos de concentración gestados en torno a la Segunda Guerra Mundial.
Derrotados: esa parte de Andalucía que no pudo ser
Derrotados: esa parte de Andalucía que no pudo serFueron en torno a 50.000 los andaluces que partieron como derrotados en la guerra civil y por la represión franquista, en muchos casos para no regresar jamás.Y a ellos está dedicado el dosier, a ese exilio silente y esa parte de Andalucía que no pudo ser. Un trabajo -aparece en el número 43 de Andalucía en la Historia- coordinado por los catedráticos de Historia Contemporánea Encarnación Lemus, de la Universidad de Huelva, y Fernando Martínez, de la Universidad de Almería.
Ese dramático éxodo, como informa el CEA, se tradujo en un alto coste social, cultural, profesional y económico para la región. Y personal, ante todo, para los marcados por no poder regresar a su tierra. Como la auxiliar de enfermería almeriense María García Torrecillas, embarazada e interna en el campo francés de Saint-Cyprien, de donde fue rescatada por la Asociación de Ayuda Suiza para dar a luz en la recién creada maternidad para refugiadas de Elna (Francia).
Luego, trabajó en aquel centro y llegó a acoger a numerosos niños judíos a los que, bajo nombres españoles, ocultaba del ejército nazi. De nuevo, en el año 1943, tuvo que huir a México. Un testimonio clave en la solidaridad ejercida llega desde Chile con la intervención del poeta Pablo Neruda para fletar un barco rumbo a ese país: el Winnipeg, con el que 2.200 republicanos arribaron el 3 de septiembre de 1939 a las costas chilenas de Valparaíso. Como el dramaturgo José Ricardo Morales.
Otras historias reflejan cómo el presidente de la Segunda República, Niceto Alcalá-Zamora, se instaló hasta su fallecimiento en Argentina, siendo el primero de los exiliados andaluces tras un viaje entre Marsella y Buenos Aires que se dilató 441 días. En la revista, la investigadora Enriqueta Tuñón de Pablos rememora sus vivencias familiares en México, donde pasó toda su vida. Desde el mismo país retornó tras 20 años Isabel Cordero Fernández-Peña, hija del diputado onubense por el Partido Republicano Federal, Luis Cordero.
La revista incluye artículos sobre el histórico traslado de las cenizas de San Isidoro desde Sevilla a León hace 950 años, el cementerio inglés de Málaga y la representación pictórica y literaria del río Guadalquivir y aparecen también otros trabajos sobre la llamada Tumba del Elefante, los prisioneros de guerra de la Fábrica de Artillería de Sevilla, el humor gráfico de Tono y Martínez de León, la artillera Manuel Luna, el primer viaje aéreo entre Marruecos y Andalucía y el mito de al-Ándalus.
El Museo de la Autonomía de Andalucía (Coria del Río – La Puebla del Río, Sevilla) acoge del 30 de enero al 1 de junio la exposición fotográfica Tras(pasar) la frontera. El exilio republicano en Francia.
Tras su inauguración, el próximo miércoles 29 de enero, se lleva a cabo una mesa redonda de presentación del último número de la revista Andalucía en la Historia, dedicada al exilio republicano andaluz.
La muestra de fotografías memorialistas está organizada por el Centro de Estudios Andaluces de la consejería de Presidencia de la Junta de Andalucía y la Asociación de Memoria Histórica Rocamar. Cuenta con la colaboración de Enrique Tapia Herrero y la Fundación Pablo Iglesias.