Los galápagos luchan por sobrevivir en el fango de la gran laguna seca de Doñana

Antonio Morente

2 de septiembre de 2023 06:00 h

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Santa Olalla, la mayor laguna en teoría permanente de Doñana, se ha secado por segundo año consecutivo fruto de un cóctel en el que se dan la mano la sequía y la sobreexplotación del acuífero para regar. La falta de agua ha hecho que este enclave ya no funcione como refugio estival, ha ahuyentado a las aves y ha convertido en un recuerdo la presencia de peces, pero hay unos residentes habituales que siguen aguantando pese a tenerlo todo en contra: los galápagos. Escondidos en los pocos restos de agua que quedan, intentan sobrevivir entre un fango en el que a veces incluso quedan atrapados, lo que les convierte en presa fácil de los jabalíes.

Los galápagos son capaces de resistir mientras quede una mínima cantidad de agua o de lodo, se apunta desde la Estación Biológica de Doñana (organismo perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC), y ahí siguen, rompiendo su inmovilidad sólo para asomar de vez en cuando el hocico para respirar. Este entorno ahora hostil, con un barro húmedo en algunos puntos, les hace muy vulnerables a los depredadores, y de hecho el año pasado se encontraron en los alrededores de Santa Olalla –cuyo estado se puede seguir en directo a través de esta cámara– decenas de caparazones de galápagos que habían sido devorados por los jabalíes.

Este año, en cambio, hay todavía menos galápagos en la laguna, que se secó por completo a principios de agosto, cuando es precisamente en verano cuando tienen su principal periodo de puesta de huevos. Esta tendencia a la baja es común en toda Doñana, y tiene la sencilla explicación de que están sufriendo –literalmente en carne propia– la imparable pérdida de las lagunas que le dan su singularidad: un 60% han desaparecido, la mayoría temporales pero ya también las permanentes.

Desde la Estación Biológica se apunta que ha sido habitual en los últimos años la imagen de galápagos atrapados en el barro, perdiendo incluso la capacidad de moverse. Algunos se pudieron sacar para transportarlos a un entorno más favorable, pero en no pocas ocasiones el ejemplar ya estaba muerto cuando se intentó su rescate.

“Las cifras no son optimistas”

La última memoria de la Estación Biológica, presentada este año y correspondiente al año hidrometeorológico 2021-2022, constata el “alarmante” descenso de las dos especies de galápagos nativas que hay en Doñana, el europeo y el leproso. De hecho, sólo se localizaron en seis de los 17 puntos que fueron muestreados, una situación que lleva a concluir que “las cifras no son optimistas” no sólo por bajas (ha habido momentos en los que han sido incluso más reducidas) sino porque “la disponibilidad de puntos de agua para los galápagos durante este periodo del año es cada vez más escasa”.

El galápago europeo es una especie muy común en buena parte de Europa pero no en la Península Ibérica, “con poblaciones más pequeñas y aisladas entre sí, pero en algunos puntos, como en Huelva, era localmente abundante”. Ahora, en cambio, la “clara disminución” del número de puntos en los que está presente y de la cifra de individuos a lo largo de los años plantea “una situación muy preocupante para el futuro de esta especie en Doñana”, hasta el punto de que el actual estado de cosas se describe como “alarmante”.

El leproso, con una distribución desde el noroeste de África hasta algunos puntos aislados del sur de Francia, sí es más frecuente tanto en la Península Ibérica como en Doñana, donde tiene más presencia que el europeo pese a que “su abundancia también ha disminuido a lo largo de los años, aunque no de una forma tan acusada como en el caso del europeo”, señala la memoria de la Estación Biológica. Pese a ello, su situación es “igualmente preocupante” porque comparten el problema del escaso número de puntos de agua disponibles “para asegurar su persistencia y su buen estado de conservación en Doñana”.

El seguimiento de la estructura poblacional de los dos galápagos nativos presentes en Doñana se lleva a cabo desde 2005, marcándose los animales con muescas en las placas más externas del caparazón con un código numérico único. El seguimiento que realizan los científicos constata el bajo número de juveniles y crías encontrados de ambas especies, además de una cada vez más escasa capacidad de reclutamiento. Por ello, el documento insiste en que “es necesario poner todos los medios para preservar los cuerpos de agua y asegurar la continuidad de los galápagos en Doñana, que deben contar con una buena incorporación de individuos juveniles a la población”.

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