Precariedad, escasa y tardía emancipación, saben que vivirán peor que sus progenitores, ligan a través de las redes sociales, e incluso una cierta atracción por la vida rural. Esas parecen ser las características generales de la juventud andaluza, según los resultados de la encuesta “Jóvenes andaluces 2021. Opiniones, actitudes y comportamientos” de la Fundación Centro de Estudios Andaluces (CENTRA). Un estudio que ha preguntado a 1.522 andaluces y andaluzas de entre 18 y 35 años de todas las provincias de la comunidad autónoma sobre las necesidades y motivaciones de su colectivo. Así, la cita en Alcalá la Real (Jaén) de este jueves ha trazado una visión amplia de esta generación marcada por el confinamiento de la Covid-19 que transita hacia la sociedad digital.
Las temáticas analizadas a partir de un panel online son las relaciones familiares, la formación y el empleo, la emancipación, la vida en pareja y la sexualidad, el uso de las nuevas tecnologías, el ocio y estilos de vida, la participación política y la forma en la que se ha vivido desde este grupo de edad la reclusión por la Covid-19. La encuesta, dirigida por el profesor titular de Sociología de la Universidad de Málaga, Luis Ayuso Sánchez, y las investigadoras del Centro de Investigación Social Aplicada (CISA), Olga Jiménez Rodríguez y Nadia Khamis Gutiérrez, fue realizada durante el mes de enero de 2021.
Asimismo, el debate posterior contó con la participación de Almudena Moreno, catedrática de Sociología de la Universidad de Valladolid, experta en juventud, emancipación y género; también, con Juan María González-Anleo, profesor de Sociología en ESIC, y estudioso en juventud, consumo y medios; y Anna Sanmartín, subdirectora y encargada de los estudios de investigación del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la Fad.
Los principales resultados del estudio reflejan un entorno juvenil fragmentado que ha sido especialmente afectado por el confinamiento y ha puesto en pausa el desarrollo tanto profesional como social y sentimental de sus vidas. “Es una generación clave para los procesos de transformación en la que nos insertamos”, explicó Luis Ayuso, “era el momento ideal para que hablaran y escucháramos a los jóvenes para entenderlos y tomar decisiones”. La crisis socioeconómica a nivel global, que arrastra aún los coletazos de la recesión de 2008, como comentaron los ponentes, pone en evidencia la necesidad de abordar con una nueva mirada las circunstancias que afectan a la “generación Covid-19”, con una menor tasa de natalidad y menos recursos que habrá de encargarse de los cuidados de una tercera edad próxima que necesitará del sistema.
“Además, se trata de una juventud que enfrenta la incertidumbre de su tiempo contra el acceso ilimitado a la información y la certeza de una formación académica que no asegura un puesto de trabajo en un mercado laboral en pleno cambio”, comentó el docente explicando los detalles del contexto. “Se les ha truncado su trayectoria vital; los problemas para la inserción laboral, el estudio universitario o la imposibilidad de socializar son cuestiones a analizar”.
Un 45% de los encuestados opina que tendrá una vida peor que la de sus padres
Preguntados por el grado de satisfacción, los jóvenes de entre 18 y 34 años marcan la familia como la primera cuestión porque la pandemia ha logrado estrechar lazos en el hogar, mientras que la situación económica pasa a ser la peor valorada. En cuanto a su vida en el futuro, el pesimismo arrastra a un 45% de los consultados a pensar que tendrán una vida peor que la de sus padres con una diferencia entre géneros que sitúa a las mujeres en un 53% frente a los hombres con el 37,5%: “este dato es curioso, ya que las mujeres han mejorado su posición en comparación a otras generaciones”, remarcó Ayuso.
Acerca de la formación y el empleo, un 30% de los encuestados trabaja mientras que un 23,5% lo combina con el estudio. Lo que subrayan los investigadores es la escala de valores de esta generación, que sitúa la seguridad y la estabilidad como las motivaciones a la hora de encontrar un trabajo, junto a un buen sueldo y, sobre todo, un buen horario y ambiente de oficina. “Es decir, estos jóvenes quieren trabajar, sí, pero también quieren disfrutar de la vida, salir pronto, socializar”, aclaró el sociólogo. Algo que contrasta con el concepto que presentan los encuestados sobre qué es “emanciparse”: no se trata de salir del hogar, sino de ser independiente económicamente.
El profesor Juan María González-Anleo Sánchez razonó que “no tienen auténtica independencia, por eso ven la emancipación como una cuestión económica, porque la mayoría piensa que si sale de casa de sus padres entrará en la pobreza o la extrema pobreza”, argumentó, “y los padres, conscientes del futuro que les depara a sus hijos, crean una burbuja para que vivan ajenos a esta realidad posible, es decir, como decían unos colegas: educamos a nuestros hijos para Walt Disney y van a encontrarse a Walking Dead”.
Del colectivo, el 40% de los jóvenes andaluces se consideran emancipados, lo cual une tanto a aquellos que son independientes económicamente como a quienes han salido de casa de sus familias. Este hecho provoca una flexibilidad en los hogares con relación a permitir la entrada de parejas o amistades bajo sus techos, ya que la media de edad está en los 29 años. Sin embargo, a pesar del peso que se le concede a la familia en el día a día, el 45% de los jóvenes andaluces no piden ayuda ante un problema, solo lo hace un 33% del total a sus progenitores y, después, a la pareja o a las amistades.
La investigadora social Almudena Moreno entrelazó la negativa a compartir estas emociones con una precariedad que visiblemente ha empeorado en los últimos años. “¿Cómo es esta cicatriz generacional que puede proyectarse en la transición a la vida adulta? ¿Cómo se va a transformar el mercado laboral para integrar a estos jóvenes con respuestas eficaces? Es más, ¿qué ocurre con su salud mental?”, cuestionó a la sala. “Las lesiones y los suicidios han aumentado, y tenemos un contrato social intergeneracional muy deteriorado, más cuando se enfocaba a los jóvenes en la pandemia como los irresponsables; es la proyección de una imagen negativa que ha aumentado esa brecha generacional cuando lo que necesitamos y es indispensable es la confianza”.
El 47% de los jóvenes andaluces vivirían en un entorno rural
A pesar del cambio de mentalidad, el sexo continúa siendo un tema tabú en las sobremesas de domingo con un 67,5% que no comparte estas experiencias, aunque de las drogas sí se habla un poco más (62,5%). Con respecto a las relaciones de pareja, el 68% dice tenerlas, aunque solo un 36% comparten vivienda y, entroncando con la digitalización de las relaciones, ya un 10% menciona a internet como la manera de encontrarla.
Este uso de las nuevas tecnologías da que la media del uso de pantallas escala a las 7,5 horas diarias en Internet. De ellas, 4,3 horas son en el ordenador y 6,5 en el móvil. Un colectivo altamente digitalizado en donde un 44% ha usado estas herramientas para poner fin a una relación y el 33% para ligar. La científica social Anna Sanmartín indicó que “las mediaciones son fundamentales para las tecnologías, porque no es innato el aprendizaje de la tecnología, sino que es autoaprendizaje”, recordó. “Estos jóvenes han sido los mediadores tecnológicos de sus hogares, lo que ha provocado un encuentro generacional maravilloso durante la pandemia”. No obstante, la investigadora evidenció que la brecha digital persiste en la actualidad, a lo que se suma la preocupación por las “adicciones sin sustancia”, en referencia al consumo de pantallas que deriva en las apuestas online o las horas de enganche al aparato.
Otro aspecto interesante de la encuesta “Jóvenes andaluces 2021. Opiniones, actitudes y comportamientos” aborda la vida rural, una discusión que se mantiene en distintos ámbitos de la sociedad debido a la despoblación a las que se ven abocadas algunas de estas áreas. Casualmente, la mayor parte de ellos le otorga connotaciones positivas, y el 47% estaría dispuesto a vivir en un pueblo cumpliendo con tres condiciones primordiales: trabajar de lo que han estudiado, estar cerca de un núcleo urbano y tener acceso a servicios sanitarios. “Hay que escucharlos para saber las características que demandan de estos núcleos, es decir, surtirlos de servicios adecuados para que se sientan cómodos y se asienten allí”, remarcó la socióloga Nadia Khamis.
El apartado de activismo político reflejó que un 57,8% de estos andaluces votaron en las últimas elecciones al Parlamento de Andalucía, y de las acciones desempeñadas, el 54% consistió en firmar una petición, el 40% en participar en un foro, y el 38% en participar en una manifestación. La subdirectora del Centro Reina Sofía añadió lo fundamental que es la presencia política de los jóvenes en la agenda política: “Solo se habla de los jóvenes cuando hay un problema de orden público y hay muchas razones que justifican que estén presentes, por lo que es hora de contar con ellos para la resolución de problemas, no son la generación del futuro sino la del presente, y es que como sociedad tenemos una responsabilidad enorme para ofrecer espacios y oportunidades en los que realizar proyectos vitales”.
El comité coordinador y los expertos concluyeron la presentación con un mensaje unísono: “Hay muchos informes que no se leen, donde están los datos y las respuestas; ahora los políticos son quienes los tienen que leer”. Una evolución que da a los jóvenes las llaves del futuro.