El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.
La “ciudadanía alimentaria”
La producción de alimentos ha dejado de ser un asunto sectorial (de la agricultura) para convertirse en un asunto de ciudadanía. También el consumo de alimentos ya no es un asunto privado del consumidor, puesto que sus decisiones tienen efectos en otros ámbitos, entre ellos el medio ambiente.
Por eso, autores como los españoles Cristóbal Gómez Benito y Carmen Lozano (UNED) o el holandés Henk Renting, hablan de “ciudadanía alimentaria”. Por ese concepto, entienden el derecho de los ciudadanos a una alimentación sana y de calidad, pero también el deber y la obligación de realizar un consumo responsable, valorando los efectos que tiene lo que comemos sobre las generaciones futuras, sobre otras poblaciones (de nuestro entorno más cercano, y del resto de mundo), sobre el entorno natural y el medio ambiente, sobre el bienestar de los animales,…
Es un concepto que supera el de “seguridad alimentaria”, y que se define desde un enfoque integrador y multidisciplinar. Con el concepto de “ciudadanía alimentaria” se pretende superar los enfoques simplistas sobre el hambre que han dominado la agenda política y social desde 1945 hacia acá. Es un enfoque que parte de aceptar que el problema de la seguridad alimentaria es un problema de gran complejidad, admitiendo que no es sólo un problema de producción de alimentos, sino de pobreza y de inadecuadas condiciones de vida, de infraestructuras deficientes, de malnutrición y de modelos de desarrollo en los que están implicados tanto las sociedades del Norte como las del Sur.
El problema del hambre y la inseguridad alimentaria no es, por tanto, un problema de los países pobres a los que se les debe ayudar desde el Norte por razones morales, sino un problema global que tiene sus manifestaciones (diferentes bien es cierto) en los países desarrollados y en los países en desarrollo.
Reorientar los modelos de producción y consumo
La “ciudadanía alimentaria” implica, entre otras cosas, convertir a los consumidores de alimentos en sujetos activos con derecho a participar en el ámbito público para reorientar los modelos de producción y consumo (esto se plasma en la creación de movimientos sociales en los que se integran productores y consumidores promoviendo experiencias de cooperación: canales cortos, mercados locales, slow food,…).
Hablar hoy de “seguridad alimentaria” es hablar de un tema multidimensional. Es un tema que tiene evidentes proyecciones locales (regiones con problemas crónicos de hambre, pobreza y malnutrición) sobre las que, sin duda, se debe actuar con los programas adecuados de ayuda humanitaria. Pero no se pueden reproducir los esquemas simplistas y sectoriales, que no han conducido a resolver estos problemas.
Es necesario comprender que el problema del hambre, de la inseguridad alimentaria y de la malnutrición es un problema global que se manifiesta con sus especificidades en todas las regiones del planeta (no sólo en los países pobres) y que afecta a toda la población mundial. Los sistemas de producción, distribución y consumo de alimentos están interrelacionados, y su implementación se produce en espacios concretos donde el acceso de los ciudadanos a la satisfacción de sus necesidades alimentarias se ve afectado por las condiciones económicas y sociales en que viven (condiciones de pobreza y desnutrición en unos espacios, y condiciones de abundancia y malnutrición en otros). Si no se toma conciencia de esa complejidad, el problema del hambre y de la inseguridad alimentaria seguirá presente en toda su crudeza por muchos recursos que se destinen a su resolución.
La producción de alimentos ha dejado de ser un asunto sectorial (de la agricultura) para convertirse en un asunto de ciudadanía. También el consumo de alimentos ya no es un asunto privado del consumidor, puesto que sus decisiones tienen efectos en otros ámbitos, entre ellos el medio ambiente.
Por eso, autores como los españoles Cristóbal Gómez Benito y Carmen Lozano (UNED) o el holandés Henk Renting, hablan de “ciudadanía alimentaria”. Por ese concepto, entienden el derecho de los ciudadanos a una alimentación sana y de calidad, pero también el deber y la obligación de realizar un consumo responsable, valorando los efectos que tiene lo que comemos sobre las generaciones futuras, sobre otras poblaciones (de nuestro entorno más cercano, y del resto de mundo), sobre el entorno natural y el medio ambiente, sobre el bienestar de los animales,…