El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.
Drones, ojos electrónicos a favor de la Ecología
Los sistemas no tripulados, popularmente conocidos como drones, ocupan frecuentemente espacio de periódicos y televisiones con aplicaciones pintorescas o incluso de ciencia ficción. Además de permitir filmaciones aéreas de bodas y eventos deportivos, se ha anunciado que repartirán correo puerta a puerta, que llevarán con diligencia órganos para trasplantes, o que vigilarán con sus robóticos ojos propiedades o ganado pastando en el monte. Por no hablar de aplicaciones militares que son ya una escalofriante realidad: aviones no tripulados tan grandes como cazabombarderos que cruzan océanos y colocan misiles con precisión en la guarida o el vehículo de un combatiente enemigo.
En el campo de los estudios ambientales, somos ya legión los que nos apresuramos a buscar utilidades de esta nueva herramienta tecnológica. Y los resultados son tan prometedores que me atrevo a contar aquí las que me parecen más interesantes. Bien porque facilitan trabajos antes tediosos o porque directamente proporcionan datos que difícilmente obtendríamos por otros medios. Ya sea en su versión de ala fija –con forma de avión, para que nos entendamos- o con rotores únicos o múltiples –helicópteros o multicópteros- los sistemas aéreos no tripulados permiten colocar un sensor en el cielo para capturar imágenes multiespectrales o fotografías y/o vídeo digitales, incluyendo las imágenes térmicas que pueden tomarse en la oscuridad de la noche.
Se trata de poner un ojo electrónico en el cielo que documente en diferentes bandas del espectro electromagnético las escenas que se suceden en la trayectoria de la aeronave, con la particularidad de que estas tomas aéreas pueden georreferenciarse con un 'gps' incorporado en la aeronave. Y esto significa que podemos tener las coordenadas de las distintas imágenes individuales y crear, si lo necesitamos, mosaicos compuestos por la trayectoria a veces kilométrica del avión o multicóptero que dirigimos desde una base en tierra.
El análisis posterior de esas imágenes nos va a dar la información que necesitamos como ecólogos: podemos identificar especies vegetales, animales de gran tamaño y algunas características del medio (por ejemplo, presencia de cursos de agua, lagunas, charcos, escarpes rocosos o construcciones humanas). Los drones están revolucionando ya la forma en la que censamos aves coloniales en lugares remotos o de difícil acceso, incluyendo la marisma inundada de Doñana.
Mapas de vegetación
También proporcionan un interesante observatorio en tiempo real de la presencia de furtivos en reservas naturales o en fincas de caza. Nosotros hemos ensayado el uso de drones para tratar de frenar la caza de rinocerontes en Sudáfrica y hemos demostrado que un avión volando a unos 100 metros de altura y 50 km/h puede “ver” tanto a rinocerontes como a furtivos en una sabana con árboles dispersos.
Aplicaciones adicionales incluyen la realización de mapas de vegetación con alto nivel de detalle, o la inspección de nidos de aves que crían en copas de árboles o en edificaciones, como cigüeñas o lagunas especies de rapaces. En este último caso, sin necesidad de escalar, y por tanto reduciendo tiempo y sin arriesgar vidas humanas, es posible documentar el contenido de los nidos: contando, por ejemplo, el número de huevos o pollos, o examinando las presas aportadas al nido.
Los drones son también una excelente opción para vigilar zonas peligrosas, como en el caso de incendios forestales o vertidos tóxicos. En estas situaciones no se pueden o no se deben enviar aeronaves tripuladas por el riesgo que conlleva. Incluso en misiones rutinarias, tales como censos aéreos o filmaciones, se corren riesgos al trabajar desde avionetas o helicópteros y es sabido que los accidentes aéreos son una de las primeras causas de muerte para biólogos y técnicos que se dedican a realizar seguimientos ambientales en Norteamérica. El recordado naturalista Félix Rodríguez de la Fuente, precursor de la seguridad aérea utilizando halcones en aeropuerto para espantar aves que pudieran colisionar con los aviones, murió paradójicamente en un accidente de avioneta mientras filmaba una carrera de trineos en Alaska.
Por último hay que recordar que la legislación concerniente a la operación de estos sistemas varía de país en país y que hay lugares en los que no está permitido volar, incluyendo en España las zonas urbanas o el entorno de aeropuertos. En los próximos años, y si la legislación no se vuelve restrictiva, veremos una proliferación de estudios ambientales basados en drones. Mejorará la tecnología y se abaratará. Además de imágenes se tomarán muestras en agua y atmósfera, consiguiéndose de forma rápida y segura una monitorización integral del medio ambiente.
Los sistemas no tripulados, popularmente conocidos como drones, ocupan frecuentemente espacio de periódicos y televisiones con aplicaciones pintorescas o incluso de ciencia ficción. Además de permitir filmaciones aéreas de bodas y eventos deportivos, se ha anunciado que repartirán correo puerta a puerta, que llevarán con diligencia órganos para trasplantes, o que vigilarán con sus robóticos ojos propiedades o ganado pastando en el monte. Por no hablar de aplicaciones militares que son ya una escalofriante realidad: aviones no tripulados tan grandes como cazabombarderos que cruzan océanos y colocan misiles con precisión en la guarida o el vehículo de un combatiente enemigo.
En el campo de los estudios ambientales, somos ya legión los que nos apresuramos a buscar utilidades de esta nueva herramienta tecnológica. Y los resultados son tan prometedores que me atrevo a contar aquí las que me parecen más interesantes. Bien porque facilitan trabajos antes tediosos o porque directamente proporcionan datos que difícilmente obtendríamos por otros medios. Ya sea en su versión de ala fija –con forma de avión, para que nos entendamos- o con rotores únicos o múltiples –helicópteros o multicópteros- los sistemas aéreos no tripulados permiten colocar un sensor en el cielo para capturar imágenes multiespectrales o fotografías y/o vídeo digitales, incluyendo las imágenes térmicas que pueden tomarse en la oscuridad de la noche.