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Hacia un uso de los plaguicidas más sostenible

Rafael Celis

IRNAS/CSIC —

La agricultura actual se enfrenta al complicado reto de satisfacer la creciente demanda de alimentos de la población mundial y, a la vez, avanzar hacia modelos más sostenibles donde la producción y la rentabilidad económica no lleven asociados efectos nocivos para la salud humana ni efectos inaceptables para el medio ambiente.

En este contexto, el uso de plaguicidas para el control de plagas, malas hierbas y enfermedades de los cultivos constituye una de las herramientas que más han contribuido al aumento de la producción agrícola en las últimas décadas, pero la dispersión de estas sustancias en el medio ambiente, así como su posible entrada en la cadena trófica, sigue siendo motivo de una gran preocupación en la actualidad.

Diversos estudios realizados en España han puesto de manifiesto que la presencia de plaguicidas en distintos compartimentos ambientales, como suelos, sedimentos y aguas superficiales y subterráneas, es algo habitual y que el uso de plaguicidas en actividades agrícolas constituye la principal causa de la contaminación de las aguas en muchas regiones.

Aunque el comportamiento óptimo de un plaguicida implica su presencia en el lugar y momento apropiados, una vez que llega al suelo o la planta, el plaguicida experimenta una serie de procesos de transporte y transformación que por una parte le restan eficacia y por otra originan su presencia en lugares no deseados, con los consiguientes problemas medioambientales.

Reducir el impacto ambiental

En el suelo, dos de los procesos más adversos son el de lixiviación (transporte vertical) y el de escorrentía (transporte superficial), por los que los plaguicidas llegan a las aguas subterráneas y superficiales convirtiéndose en fuentes de contaminación difusa, difíciles de eliminar. La escasa capacidad de adsorción o retención de los suelos a los que se aplican constituye uno de los factores que más contribuyen a acentuar los procesos de transporte de los plaguicidas por lixiviación y/o escorrentía, especialmente si se producen episodios de abundantes lluvias poco después de la aplicación del producto. Esta situación es muy habitual en las regiones mediterráneas, donde suelos pobres en materia orgánica, y por tanto con escasa capacidad de retención, se ven a menudo sometidos a periodos de cortas pero intensas lluvias.

El Grupo de Investigación “Agroquímica Ambiental” del Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla (IRNAS, CSIC) lleva más de 25 años abordando el estudio de los procesos y factores que determinan la dinámica de los plaguicidas en los suelos agrícolas y desarrollando estrategias basadas en el empleo de materiales adsorbentes con el fin de reducir el impacto ambiental que puede llevar asociado el uso de estas sustancias.

Entre los materiales adsorbentes ensayados se presta una atención especial a aquellos que tienen un origen natural, como los residuos agroalimentarios de naturaleza orgánica, o las arcillas, de naturaleza mineral. Sometidos a diferentes tratamientos para optimizar sus propiedades, estos materiales pueden ser excelentes adsorbentes de plaguicidas y utilizarse como componentes de filtros para la depuración de aguas contaminadas, enmiendas para la inmovilización de plaguicidas en suelos o soportes para una liberación controlada del plaguicida en el medio ambiente.

En su uso como enmiendas y soportes, el objetivo es mantener al plaguicida en el área donde debe ejercer su acción, para aumentar su eficacia y atenuar los problemas de contaminación causados por el transporte del mismo hacia suelos y aguas alejados del lugar de aplicación. Con este tipo de prácticas se pretende contribuir a la sostenibilidad del uso de los plaguicidas en la agricultura, para que no agote los recursos del planeta ni ponga en peligro la salud de los ecosistemas terrestres y acuáticos.

La agricultura actual se enfrenta al complicado reto de satisfacer la creciente demanda de alimentos de la población mundial y, a la vez, avanzar hacia modelos más sostenibles donde la producción y la rentabilidad económica no lleven asociados efectos nocivos para la salud humana ni efectos inaceptables para el medio ambiente.

En este contexto, el uso de plaguicidas para el control de plagas, malas hierbas y enfermedades de los cultivos constituye una de las herramientas que más han contribuido al aumento de la producción agrícola en las últimas décadas, pero la dispersión de estas sustancias en el medio ambiente, así como su posible entrada en la cadena trófica, sigue siendo motivo de una gran preocupación en la actualidad.