El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.
Los viajes de estudios de los andalusíes: “erasmus” en la Edad Media
Los estudios en el extranjero a través de programas y becas de intercambio como el programa Erasmus se han convertido en la actualidad en una parte importante de la formación del alumnado universitario. En algunos ámbitos profesionales la necesidad de demostrar experiencia internacional es un requisito indispensable.
Resulta obvio pensar que esto responde a las necesidades propias de una sociedad cada vez más globalizada. Sin embargo, hubo otro periodo en la historia de la península ibérica donde la importancia de adquirir conocimiento en los principales centros del saber fue fundamental en el currículum de las personas que aspiraban a tener éxito a nivel profesional. Por sorprendente que pueda parecernos, concretamente, nos estamos refiriendo a más de 1000 años atrás, al periodo islámico de la península ibérica.
Con la conquista islámica del año 711 y tras una primera etapa de consolidación de este poder, los viajes a Oriente con el objetivo de adquirir conocimiento fueron creciendo exponencialmente hasta convertirse en un factor determinante en la carrera profesional de los intelectuales de este periodo.
Desde el nacimiento del islam a principio del s. VII se fueron conformando una serie de valores que promovían la adquisición de conocimiento como algo inherente a la fe. Un dicho que se atribuye al Profeta de esta religión y que recogen los textos jurídicos más antiguos dice: “Busca el conocimiento aunque te lleve a China, pues la búsqueda de conocimiento es una obligación para todo musulmán”.
En al-Andalus esta tradición fue seguida hasta sus últimas consecuencias. Generalmente quienes aspiraban a alcanzar una posición intelectual relevante en la sociedad comenzaban su formación a nivel local. Una vez adquiridos los conocimientos a los que tenían acceso en su localidad, se trasladaban a los centros culturales más importantes de la península, como Córdoba. Tras un periodo estudiando en estas ciudades, comenzaba una etapa de formación en el extranjero con el objetivo de estudiar directamente con los maestros que se encontraban en las ciudades orientales.
Las rutas que seguían estos andalusíes durante su formación podían ser por tierra, cruzando el norte de África hasta llegar a Oriente o por mar, embarcando en los principales puertos de la península, como era el caso de Almería, hasta los puertos más orientales del mediterráneo, como Alejandría. Una vez en Egipto, continuaban su viaje hasta La Meca para cumplir con el precepto de la peregrinación. A su paso por las diferentes ciudades aprovechaban su estancia para estudiar con los maestros más reputados del lugar. Al finalizar sus estudios, estos maestros les concedían la licencia que acreditaba su conocimiento sobre un tema concreto. Una vez finalizado este periplo, estos andalusíes volvían a sus tierras donde disfrutaban del prestigio que sus estudios en el “extranjero” les proporcionaban.
Intelectual autorizado
El afán por acumular estos certificados, dio lugar a muchas irregularidades que podían desvirtuar la finalidad última de estos viajes, la adquisición de conocimiento. Un sabio oriental afirmaba en relación a la “titulitis” de algunos de sus estudiantes: “si la licencia es la única validez, el viaje no tiene mérito”. Aparte de lo anecdótico de este hecho, poder acreditar haber estudiado con especialistas en diferentes materias continuó siendo una condición necesaria para convertirse en un intelectual autorizado.
Una de las figuras más eminentes en derecho del s. IX, el cordobés Yahya al-Laythi viajó a Oriente para estudiar con los juristas más reputados de su tiempo persuadido por un maestro cordobés, el cual le insistía: “Los maestros de quien trasmitimos el saber religioso aún viven, cuídate de estudiar con quien esté por debajo de ellos”. El valenciano Ibn al-Abbar, autor de una importante obra sobre biografías de sabios, afirmaba entre dos hermanos cordobeses con la misma formación que uno de ellos estaba por encima por el hecho de haber estudiado fuera.
Las fuentes árabes medievales recogieron de manera detallada la importancia de estos viajes. Los diccionarios biográficos, género característico de la literatura árabe medieval, documentaban los saberes de estos intelectuales mencionando de manera explícita si estos habían viajado o no, además de incluir qué ciudades visitaron y con qué maestros habían estudiado como factor diferencial en la formación de un individuo.
Estos viajes también contribuyeron a la penetración de la cultura árabe cuyo centro irradiador eran las ciudades orientales del imperio islámico como Bagdad, Damasco, El Cairo o La Meca. Los andalusíes, a su retorno, portaban consigo las principales tendencias en moda, costumbres y, sobre todo, en saberes y conocimientos de muy diferente naturaleza.
Finalmente, los viajes de estos andalusíes a Oriente en busca de conocimiento contribuyeron a afianzar una identidad global islámica pese a la fragmentación política de esta civilización en la edad media. Los andalusíes a pesar de pertenecer a un contexto local y periférico se identificaron con unos valores y creencias compartidos que transcendieron las diferencias culturales de una región a otra, en cierto paralelismo con uno de los objetivos subyacentes del Proyecto Europeo Erasmus.
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