Antes de cerrar la entrevista con Boy George (Londres, 1961), su mánager pone una condición tajante: nada de preguntas sobre los escándalos en los que el artista se ha visto involucrado en los últimos años, especialmente su breve paso por la cárcel acusado de agredir a un prostituto. Sin embargo, la leyenda del cantante –cuyo verdadero nombre es George O'Dowd– va mucho más allá de estos sucesos: le contemplan cuatro décadas de carrera, desde que se diera a conocer con el grupo Culture Club, con el que acudirá el 23 de septiembre próximo al Icónica Sevilla Fest, actuando en la Plaza de España de la capital hispalense.
Aunque no ha dejado nunca de hacer música desde aquel lejano debut de 1982, Boy George ha quedado como un icono del pop ochentero, algo que le hace sonreír. “Creo que la gente siempre tiende a fijar el momento en el que te descubren, en plan ‘yo te descubrí en los 80, así que representas para mí tal o cual cosa’. Yo, por ejemplo, soy un hijo de los 70, los 70 fueron cuando realmente yo empecé a sentirme interesado en la música, en la cultura, en la moda… Ese fue el inicio de mi formación cultural, pero prefiero no entrar en esas valoraciones”.
Rememorando sus comienzos, cuando fue descubierto por el mánager Malcolm MacLaren –el mismo que encumbró a los Sex Pistols–, el artista explica: “Yo fui un músico accidental, solo tenía la necesidad hacer algo para intentar llamar la atención. Solo en los últimos diez años he entendido quién soy como músico, más aún, me he dado cuenta de que realmente lo soy, y lo he sido desde el primer día, si bien a lo largo de los últimos 30 años he aprendido un montón de cosas útiles en este campo, que me permiten meterme solito en un estudio de grabación y componer muy fácilmente. Es una pena que no pudiera usarlos antes, pero lo hago ahora apasionadamente”.
Fuera del negocio
Cuando se le pregunta cómo ha cambiado la música en estas cuatro décadas que comprende ya su carrera, opina que en el fondo no hay nada nuevo “ni el rap, ni el house, ni la música grime, ni los diferentes tipos de rock”, enumera. “He llegado a la conclusión de que lo realmente importante es la disposición de las palabras, lo que dices: eso es mucho más importante que la melodía. La melodía puedes tomarla de cualquier parte, pero las palabras tienes que escogerlas muy bien si estás escribiendo algo que se va a meter en el cerebro de la gente, algo que van a escuchar cuando están durmiendo, ya sabes: Karma, karma, karma, karma…”, concluye canturreando el estribillo de su éxito más universal, Karma Chameleon.
¿Y el negocio de la música? ¿No ha sufrido éste una verdadera revolución –y no siempre en el mejor sentido– desde los años de apogeo de la industria a la crisis y la adaptación al mercado digital? A pesar de haber vendido más de 150 millones de discos, lo que hace de él uno de los artistas más comerciales de todos los tiempos, Boy George no se siente hoy particularmente involucrado en el music business: “Soy un artista independiente, tengo mi propio sello discográfico y evito dejarme llevar por tendencias y solo me dejo llevar por lo que me apetece, de manera que hago un poco de todo: rock and roll, techno, jazz… Todo está ya inventado, solo marcas la diferencia según tu forma de interpretar. Ahí es donde sucede la magia”.
En el caso de Boy George, un modo de marcar la diferencia fue siempre la imagen, que lo elevó a la categoría de paradigma de la ambigüedad sexual. Algo que, admite, hoy no escandalizaría a nadie, aunque matiza: “La gente ahora es más tolerante, lo que no significa que lo entiendan mejor. Ahora el debate se ha desplazado hacia lo trans, pero creo que es hora de que asumamos que la vida y las experiencias de otra persona tienen muy poco que ver con nosotros. Una vez que entendemos que no es nuestro asunto y que nos estamos preocupando demasiado por lo que otra persona está haciendo... Por mi parte, incluso cuando era un niño me interesaba la sexualidad y nunca pensé en que ser gay como un accidente o me dije ‘esto no debería pasar’. Esto es lo que quería ser. Y si volviera a esa edad y tuviera la oportunidad de elegir entre ser o no ser gay, de nuevo elegiría serlo”.
Con las botas puestas
Lo cierto es que Boy George arrastra en sus conciertos a fans de todas las tendencias, y se las arregla para tocar la sensibilidad de tres generaciones distintas de espectadores. ¿El secreto para no tener fecha de caducidad? “Quizá tiene que ver con una especie de atracción por la persona, por lo que representa, por la música también, claro... Creo que la música es enormemente importante porque la música es una especie de pegamento de nuestras vidas. Sabes que cuando de niño alguien nos rompió el corazón y escuchas esa canción, puede ser la más tonta del mundo, pero... Y bueno, ahora es más divertido actuar con esta variedad de público. Si vienes al espectáculo lo verás”, dice.
Cabe formularle una (pen)última cuestión al astro londinense: después de una vida de excesos y de la experiencia carcelaria, ¿se considera un superviviente? “¿Sabes? Creo que cada día nos levantamos como una persona nueva, y es algo común a todos los demás seres humanos. Todos estamos conectados. Todo el mundo es, de un modo u otro, un superviviente. Ser un ser humano es enormemente complejo y, sin embargo, también es muy sencillo. El placer de la vida viene de la sencillez, no viene necesariamente del dinero o la fama”, apunta.
“Cuanto más entiendes del mundo, de la vida, de la sociedad y de la gente, más lo disfrutas. Ser famoso tiene consecuencias. Incluso llegas a pensar que la gente te quiere hagas lo que hagas, aunque seas horrible, pero a la vez te presiona para que des siempre lo mejor de ti. Ahora he madurado y disfruto más de las actuaciones”, añade Boy George, aunque no tanto como para morir sobre el escenario con las botas puestas: “No está en mis planes”, ríe. “Me encanta crear y me encanta actuar. El espectáculo debe continuar, y de hecho continuará”, anticipa.