Dos flamencas andaluzas, premiadas con el Princesa de Asturias de las Artes: “Una gran noticia para nuestro arte”

Alejandro Luque

5 de mayo de 2022 23:01 h

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La cantaora Carmen Linares y la bailarina y coreógrafa María Pagés han sido galardonadas con el Premio Princesa de Asturias de las Artes 2022, tomando el testigo a la artista de performances Marina Abramovic, quien recibió el mismo galardón en 2021.

Con el teléfono echando humo y de taxi en taxi, Carmen Linares atiende a los medios con la generosidad con que lo ha hecho siempre. Hoy con más motivo, pues le ha sido concedido el galardón junto a otra compañera flamenca. “Es una gran noticia para mí y para nuestro arte, que los flamencos podamos estar en esa mesa junto a tanta gente de tantas disciplinas”, celebra.

Para la cantaora jiennense, bautizada como Carmen Pacheco Rodríguez y rebautizada para los escenarios con el nombre de la villa que la vio nacer hace 71 años, es también el momento de recordar a quienes la ayudaron a llegar hasta ahí. En especial, a dos varones, “mi padre y mi marido, los dos hombres de mi vida, y al resto de mi familia, que siempre han estado ahí ayudándome y valorando mi trabajo”, confiesa.

El primero, que la acompañaba a la guitarra en sus comienzos artísticos, fue su primer fan y su primera brújula: “Me decía: 'Tú vales, a ti Dios te ha dado un don y lo tienes que usar'. Me animó a seguir en un momento en que los padres no querían que las hijas fueran artistas, porque era un mundo muy complicado”.

Una generación deslumbrante

El otro sostén de su carrera ha sido su esposo, Miguel Espín, con quien tendría tres hijos: Miguel, Eduardo y Lucía: “Ha sido muy importante para compaginar mi trabajo con la vida de familia, los niños… En esta profesión, o tienes una persona a tu lado que te apoya incondicionalmente, o es muy difícil mantenerse tantos años. En el flamenco hay que entregarlo todo, aprender continuamente, hacerte en el escenario, saber todo lo que puedas no solo de lo tuyo, sino también de otras disciplinas. Sola no habría sido posible”.

Así, asegura, ha logrado culminar una gira conmemorativa de sus 40 años de carrera, aunque los críticos puntillosos han corrido a señalar que son algunos más: “Siempre he dicho que son mis 40 años de andadura como solista, pues antes estuve diez años más cantando para el baile, y no reniego de ello, porque todo te sirve en la vida”.

Una de las suertes que tuvo Carmen Linares fue la de pertenecer a una generación de flamencos deslumbrante, llamada a revolucionar el género, y de los que por desgracia van quedando pocos vivos tras la pérdida de Paco de Lucía –el primer premio Príncipe de Asturias jondo–, Camarón de la Isla o Enrique Morente, a todos los cuales guiña en el citado espectáculo. “Es cierto que nos faltan muchos, pero este tipo de artistas no se van nunca, han dejado mucho ahí, los seguimos disfrutando y seguiremos haciéndolo en los tiempos venideros. Me siento muy orgullosa de pertenecer a esa generación y los cito como a Manolo Sanlúcar, con quien también he trabajado”.

Pero también ha llevado consigo a jóvenes valores que hoy ocupan la cima del cante, como Miguel Poveda, Arcángel, Pitingo, Marina Heredia… “También ellos forman parte de mi vida”, agrega. Por eso este premio, considera, “es para el flamenco y para Andalucía”.

Para las mujeres, flamencas o no, que no siempre lo han tenido fácil en el mundo artístico. En la memoria de todos los aficionados está su disco Antología de la mujer en el cante (1996), que reivindicaba a grandes voces femeninas de lo jondo: “Hay muchas mujeres que podrían haber hecho cosas en el flamenco, pero lo dejaron porque en su entorno no lo entendían, no estaba bien visto dedicarse a esto y los padres y los hermanos las convencían para hacer otra cosa. Hoy habrá gente que ponga impedimentos, pero son los menos. Aquellos fueron los tiempos que nos tocó vivir, pero afortunadamente estamos en el camino”.

El balcón de la poesía

También tiene el Princesa de Asturias a Carmen Linares sabor a premio de las Letras, ya que a través de su voz son miles las personas que, acaso sin saberlo, descubrieron a Juan Ramón Jiménez, a Miguel Hernández o a Rafael Alberti. “Recuerdo que cuando Enrique Morente fue el primero que cantó a Miguel Hernández, nos abrió a todos no una ventana, sino un balcón. Fue una maravilla. Vimos que la poesía de autor sumaba al flamenco, creaba una conjunción perfecta. Yo me he puesto al servicio de la poesía, nunca metiéndola con calzador en una música: el carácter y el espíritu del poema deben mantenerse siempre. Pero la poesía me ha llenado mucho, la he incorporado a mi vida”, cuenta.

Entre los atributos que siempre se cuelgan a esta gran dama del flamenco, destaca la elegancia. ¿Ha llegado Carmen Linares a mirarse en el espejo de un modo diferente, después de que le digan tantas veces eso? Ella ríe: “Creo que si lo dicen es porque siempre he sido yo misma, también en el escenario. En el vestir, desde jovencita sabía que no me quería sentir disfrazada, así que he vestido como vestía mi generación: me ponía pantalones de campana si me apetecía para salir a cantar, o de faralaes si hacía falta, y ahora, bueno, me visto con arreglo a mi edad. Pero supongo que lo que llaman elegancia es esa sensación de que siempre soy yo”.

Una última cuestión: ahora que saborea las mieles del reconocimiento, ¿puede permitirse arrepentirse de algún paso que haya dado en su carrera? “Aunque hayas hecho algo mal, todo te acaba sirviendo, aunque sea para saber lo que no tienes que volver a hacer. Yo asumo todas mis decisiones, algunas más acertadas y otras menos. Pero hay que probar las cosas para saber si te sientes bien con ellas”, dice.

“El flamenco sigue encontrando resistencia donde no debería haberla, en España”

Decía Picasso que, cuando llegara la inspiración, era mejor que le pillara trabajando. María Pagés (Sevilla, 1963) opina lo mismo de los premios. La noticia de la concesión del Princesa de Asturias de las Artes, que viene a sumarse a otros galardones en su palmarés como el premio Nacional de Danza o la Medalla de Oro al mérito en las Bellas Artes, le ha sorprendido en medio de un extenuante calendario de ensayos, previos al estreno de su obra De Sheherazade el próximo 27 de mayo en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona.     

Al teléfono, su esposo y cómplice artístico, el escritor y dramaturgo El Arbi El Harti rechaza entre risas la felicitación del periodista por la parte que le toca. “Yo solo soy un currela, pero como imaginarás estamos entusiasmados, más aún porque el premio sea compartido con Carmen Linares, que es una muy buena amiga nuestra. Es una doble alegría”.

Del mismo modo que Linares afirma que la primera persona en la que pensó al recibir la noticia fue su marido, Miguel Espín, María Pagés se siente en la misma deuda con El Harti: dos mujeres que han encontrado en sus compañeros el impulso para sacar adelante sus carreras en el durísimo ámbito de la escena. “El Arbi es mi apoyo continuo, la suya ha sido una dedicación incondicional a lo que yo soy y al proyecto que tenemos juntos”, asevera. “Cuando emprendes algo que exige tanto, sin esa ayuda permanente es imposible. Y luego por supuesto pienso en mi familia y en toda la gente que ha trabajado conmigo, pero me cuesta citarlos uno a uno ahora mismo, porque estoy en una nube”.

Pasos adelante

Es un buen momento, también, para hacer balance de una trayectoria brillante en el campo de la danza flamenca, desde sus primeros años de formación a la Escuela del Ballet Nacional y de ahí al Ballet de Antonio Gades como paso previo a formar su propia compañía y su centro de Fuenlabrada. Y, aunque el espíritu inquieto de Pagés la ha llevado a explorar territorios dancísticos alejados de sus raíces, todo lo que toca está marcado por su condición flamenca.

“Yo creo que este premio es importante para el flamenco. Que una institución como la Fundación Princesa de Asturias reconozca nuestro arte es un paso hacia delante que tiene que ser seguido por otras instituciones. Hace falta que los que tienen responsabilidad se sigan dando pasos, no solo con premios, sino también con apoyo, con ayuda a la creación, con la creación de públicos en torno al flamenco”, dice.

La creadora de piezas memorables como Autorretrato (2008), Flamenco y poesía (2008), Dunas (2009), Utopía (2011), Casi divina (2012), La alegría de los niños (2013), Siete golpes y un camino (2014) o Yo, Carmen (2014) asegura que en sus giras por todo el mundo a veces siente que el flamenco se valora más fuera de las fronteras españolas que en su tierra. “Es cierto que en el extranjero el flamenco tiene una posición importantísima, y es reconocido en todos los grandes teatros, aunque siga habiendo muchos estereotipos a su alrededor”, comenta.

“El flamenco sigue encontrando resistencia donde no debería haberla, en España”, prosigue. “Y es algo difícil de explicar porque es una de las bases de nuestra identidad, la música que más y mejor nos representa. Todavía la sociedad no lo asume como algo que tiene que apoyar, como algo suyo. Eso es lo más difícil de inculcar, el flamenco es tuyo. Y si sabes que lo es, cuídalo, protégelo”, relata.

La lucha de las predecesoras

La sevillana recuerda que precisamente este año se celebra el centenario del Concurso de Cante Jondo de Granada, “que entre otras cosas se hizo por eso, porque un grupo de artistas e intelectuales decidieron que el flamenco debía tener un lugar y un reconocimiento en Andalucía. Y aún estamos en las mismas. Por suerte, el flamenco ha seguido evolucionando y posicionándose, pero sobre todo por sus propios medios”.

Hoy es un día para brindar, para atender al whatsapp “en llamas” a través del cual todas las compañeras y compañeros de su generación y de otras promociones le están haciendo llegar su alegría. Pero mañana habrá que volver al trabajo. En su calendario para los próximos meses, Salzburgo –“un punto muy importante en nuestro recorrido”–, los teatros del Canal, Mérida, Granada, el Campoamor… “Estamos con un montaje nuevo de gran formato, en ese Liceo donde hace mucho que no se estrena una obra flamenca. Ha sido un camino muy largo para llegar hasta aquí y estoy muy ilusionada”, agrega.   

El hecho de que el Princesa de Asturias haya recaído sobre dos mujeres, una representante del cante y otra del baile, es también un motivo de celebración para Pagés. “No han pasado tantos años de la lucha de nuestras predecesoras”, dice. “Me alegra mucho también el premio a Carmen, porque la recuerdo cuando empezaba y todavía había pocas mujeres cantaoras para el baile, o cantando delante. Era un mundo masculino en gran parte, y tenía su mérito abrirse camino en él”, concluye.

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