‘Riqueni’: el director que quería rodar un documental sobre su ídolo y acabó siendo su mánager

Alejandro Luque

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Aunque el protagonista del documental Riqueni es el guitarrista sevillano Rafael Riqueni, uno de los grandes nombres del flamenco actual, no cabe duda de que es la persona que estuvo tras la cámara, Paco Bech, es algo más que un simple director. El cineasta, que ha presentado su trabajo en el Festival de Cine Europeo de Sevilla (Seff), empezó como fan entusiasta y acabó convirtiéndose en mánager, cuidador y prácticamente en la sombra del músico, al que filmó durante 12 años, probablemente los más difíciles de su vida.

“Empecé a oír a Riqueni en los 90, y me parecía un guitarrista distinto a todos”, recuerda Bech. “Pensaba que en su música había un componente que lo hacía único, y por qué no decirlo, el mejor de todos. Era como un género en sí mismo, y además le avalaba una discografía impresionante. Cuando un amigo me comentó que estaba preparando un nuevo disco, yo, que ya había hecho el documental Silvio, a la diestra del cielo, pensé ingenuamente que se había recuperado de sus males y que podría ser una buena idea filmar aquella experiencia”.

Los problemas a los que se refiere el cineasta no eran otros que un trastorno bipolar, al que se sumaban ciertas adicciones que amenazaban con tirar por tierra la brillante carrera del sevillano y sumir su vida en el caos. Bech se asomó a ese abismo, pero también descubrió que Riqueni quería salir de él. “Había en él una voluntad muy firme de escapar de aquella tragedia, pero además teníamos claro que una obra como aquella no podía quedar en el limbo”.

Boxeo con su pasado

La obra era Parque de María Luisa, pero todavía debería esperar un tiempo antes de poder quedar registrada en disco. “Estuvimos tres años viendo médicos, sin un duro y muy al límite. El psiquiatra que finalmente nos ayudó dijo que era un milagro, y así finalmente pudo actuar de nuevo en la Bienal de Sevilla, en un espectáculo en el que hizo Amarguras. Ahí empezamos a trabajar en el relanzamiento de su carrera”, añade Bech.

Sin embargo, el proceso no sería fácil ni lento. “Había una desconfianza hacia él por su pasado, y además fuera del flamenco no se le conocía mucho”, evoca el director. Para colmo, cuando más sereno y en forma parecía estar, Riqueni fue citado para cumplir condena de prisión por un incidente de años atrás, lo que venía a poner en peligro todo el proceso de recuperación. Pagó estoicamente su deuda con la justicia y volvió a la senda. “Durante mucho tiempo era como si libráramos un combate de boxeo con su pasado. Prácticamente, hasta 2020 no conseguimos la deseada estabilidad personal y profesional”.

A partir de ese momento, el camino fue más rodado. Los medios y sobre todo la crítica se volcaron con el regreso de Riqueni a las tablas, los programadores fueron animándose y el respaldo del público no fue menor. “El documental es, en definitiva, la historia de una superación”, explica Paco Bech. “A los fans de Riqueni les gustará porque habla de su ídolo, pero mi idea era ir un poco más allá, dirigirme a un público más amplio, no necesariamente aficionado al flamenco, y mostrarles cómo la voluntad puede hacer que una persona salga de una situación muy complicada”.

200 teras de filmación

La complicidad entre Bech y Riqueni acabó propiciando que el músico le pidiera a aquél que fuera su mánager. “Yo nunca me lo había planteado, solo quería hacer un documental. Pero lo cierto es que acepté, y después de aquella Bienal pasé a ocuparme de todos sus conciertos. Hoy Rafael es un músico a pleno rendimiento, aunque todavía no al nivel que nos gustaría, pues creemos que está capacitado para tocar en los grandes teatros del mundo. En todo caso, yo estaba súper implicado, me fascinaba su música, así que supongo que no me costó demasiado aceptar. Pero todo lo íbamos haciendo a ciegas, desde la confianza de que él quería recuperarse”.

De hecho, el equipo de grabación del proyecto inicial ya se había retirado, pero Paco Bech siguió grabando a Riqueni cámara en mano. “El contacto era diario, fue un seguimiento total”, asegura. “De hecho, tengo una burrada de material filmado, como 200 teras. Daría para otro documental. Es más, este que presentamos dura dos horas y diez, algo poco habitual, y aún así, me ha costado mucho quitar cosas”.

Sobre los momentos en los que pensó en tirar la toalla, Bech reconoce que los hubo, “pero el deseo de salvar a Riqueni como artista prevaleció sobre todo”, dice. “La amistad que se forjó entre los dos ha sido fundamental, nos hemos soportado muy bien el uno al otro”.

Sin hacer sangre

Por la cinta desfilan además personas que han estado cerca del músico en todos estos años, desde artistas como la bailaora Rocío Molina, el bailaor Antonio Canales o la cantaora Estrella Morente, a periodistas como Manuel Martín Martín, pasando por Christina Heeren, presidenta de la fundación que lleva su nombre dedicada a la docencia del flamenco, o Rafael, el hijo del guitarrista.

Como es natural, el propio Rafael Riqueni vio el resultado de este largo proceso de trabajo antes de su estreno en el In-Edit de Barcelona, y Paco Bech afirma que “él entendió que había cosas que resultaban duras, pero también que todo eso forma parte de su vida. Creo que hemos logrado contar todo de forma elegante, sin hacer sangre, porque no era necesario. No nos recreamos en los momentos peores”.

Y aunque la misión está más que cumplida, Paco Bech parece decidido a seguir al lado de Riqueni. “Ha sido un cambio bestial en mi vida, pero sigo trabajando con él, porque ahora, además, quiere sacar un nuevo disco. Y no, no he pensado en abrir una oficina con otros artistas, creo que me resultaría difícil. Tendría que tratarse de alguien que me gustara tanto como Rafael”.  

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