ENTREVISTA

Lina Soualem, ganadora en el Festival de Cine Africano: “Es difícil preguntar a un palestino si hay esperanza”

Alejandro Luque

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Lina Soualem (París, 1990) habla un español diáfano, fruto de haberlo estudiado como segunda lengua en la escuela, de varios viajes a España y una estancia de dos años en Buenos Aires. Estos días lo está practicando más de lo habitual con motivo de la presentación, en el marco del Festival de Cine Africano de Tarifa Tánger (FCAT), de su nuevo documental, Bye bye Tibériade, una indagación en la memoria familiar de la mano de su madre, la popular actriz Hiam Abbas, conocida por trabajos como la serie Succession o filmes como Paradise Now, La novia siria, Múnich, de Steven Spielberg, o Blade Runner 2049.

Esa indagación le ha llevado a recibir el Premio al Mejor Largometraje en la gala de este viernes donde se ha dado conocer el palmarés., galardonando a su directora, que atendía horas antes a elDiario.es Andalucía. El lanzamiento de Bye bye Tibériade ha tenido incluso mejor acogida que su debut, Leur Algérie (2020), donde se ocupaba del exilio de su familia paterna en Argelia. Esta vez son las mujeres las que acaparan el protagonismo, en el contexto de una Palestina que parece siempre castigada por las inclemencias de la historia.

En el filme cuenta que, de niña, oía decir a las mujeres de su casa “no hay que hablar de las penas del pasado”. ¿Rompe su película ese tabú?

Bueno, esa frase se decía a menudo, pero a la vez siempre se ha cuestionado el pasado. Mi madre lo decía y también preguntaba por su familia. A pesar del dolor, hay una necesidad de transmitir esa historia. La transmisión ha sido algo central en la familia, una historia marcada por el dolor, pero que hay que seguir contando porque no es solo nuestra: es una historia colectiva que ha sido negada, no reconocida.

Y que parece condenada a repetirse, como vemos actualmente, ¿no?

Hay un miedo enorme a la pérdida, que en efecto vemos que sigue en la actualidad. Es algo que existe desde hace mucho. Lo importante es hablar de la sobrevivencia, de la vida de esas mujeres que, a pesar del exilio, han podido seguir celebrando sus valores, como el amor y la tolerancia, su tradición, su lengua. Me parece importante volver a humanizar a los palestinos, a los que en los medios a menudo se presenta como una masa y nunca como individuos, con sus riquezas, su humanidad, su complejidad y lo mucho que aportan al mundo.

En Palestina parece haber una inclinación a abordar el arte desde las memorias. ¿Queda la ficción relegada de algún modo?

No se puede generalizar, también hay mucha ficción palestina. Es un lugar donde no hay fondos para el cine, pero cada año hay dos o tres ficciones rodando por los festivales. Y al mismo tiempo, hay una necesidad de tratar la memoria, porque la historia, como digo, no está escrita ni reconocida. Las memorias individuales se suman para construir la memoria colectiva. Si no lo contamos a nuestros hijos, hay un riesgo de desaparición. Las películas son una forma de seguir en el imaginario colectivo.

Tengo la suerte de tener imágenes del archivo de mi papá, un material que yo quería transmitir y usar, la mirada sobre el territorio y la cultura de los últimos testigos del 48 y de la Nakba

¿En qué medida Bye bye Tiberias supone una continuidad con Leur Algérie?

Para mí hay un vínculo entre las dos películas, de hecho no habría podido hacer esta segunda sin la primera. Con Leur Algérie aprendí a poner un cuadro, a contar, me dio todas las herramientas, y mientras la hacía empecé a rodar Bye bye Tiberias. Tengo la suerte de tener imágenes del archivo de mi papá, un material que yo quería transmitir y usar, la mirada sobre el territorio y la cultura de los últimos testigos del 48 y de la Nakba.

Su madre, ¿le dio consejos, intervino más allá de estar ante la cámara?

No, ella se quedó fuera del proceso creativo. No quería influir, no se quiso meter, pero por supuesto apoyaba la idea de la película, y si necesitaba algo, estaba presente. Pero yo no estaba en la reflexión cinematográfica que necesita consejos, y por otro lado mi madre estaba mejor como personaje, porque no es directora de documentales. Eso sí, vio mi primera película y tenía confianza absoluta en mí.

Ser propuesta para los Oscar por Palestina, ¿qué le supone?

Para mí ha sido un honor ser nominada por los palestinos, aunque finalmente no haya sido seleccionada. Que elijan una película sobre mujeres, además hecha por una mujer joven, ha sido un privilegio.

Sabemos qué terribles consecuencias está teniendo la guerra en Gaza, pero, ¿qué consecuencias va a tener para una industria del cine ya de por sí muy precaria?

Ahora es muy difícil rodar allá, todo está cancelado y los rodajes se están moviendo a otro país. No hay seguridad, y se ha vuelto muy difícil obtener fondos. Es todo muy, muy complicado.

Hace poco viajé a algunos países árabes en los que las paredes de las instituciones francesas han sido vandalizadas. Hay una rabia hacia Francia por lo que consideran no haber estado a la altura de las circunstancias con Palestina. ¿Usted, como francesa, siente el corazón dividido?

Si no le importa, preferiría no contestar a eso.

Creo que nuestras mujeres son siempre representadas de manera muy binaria, no se les da posibilidad de existir en su realidad, con su propio lenguaje, y no con las percepciones de lo que debería ser una mujer árabe

Por supuesto. Está usted en Tarifa, donde en los últimos años se ha puesto de manifiesto un boom de mujeres cineastas. ¿Cómo cree que está cambiando la percepción de las mujeres mediterráneas y de África a través del celuloide?

El cine es una manera de volver a dar la palabra a las mujeres, y de luchar contra la estigmatización. Creo que nuestras mujeres son siempre representadas de manera muy binaria, no se les da posibilidad de existir en su realidad, con su propio lenguaje, y no con las percepciones de lo que debería ser una mujer árabe.

¿Puede especificar cuáles son esas percepciones?

Siempre se nos representa o como tradicionales o como occidentales, como si la libertad solo fuera el modelo occidental. Pero es un error, porque no hay una mujer árabe que represente al resto.

Cuando habla de tradición, ¿se refiere sobre todo a la cuestión religiosa?

Sí, pero no solo, porque también hay árabes cristianos. Pero hay una tradición conservadora, por ejemplo, del modelo de familia, que no siempre se entiende bien aquí.

¿Puedo preguntarle si la religión ocupaba un lugar destacado en la suya?

No es un tema del que me interese hablar, es la obsesión de Occidente. Para mí, es algo siempre presente y al mismo tiempo privado. Cada cual con la suya.

¿Hay algún lugar para la esperanza en Palestina?

Bueno, yo soy cineasta, no es mi materia…

Pero usted estudió Ciencias Políticas, ¿puede entrever desde ahí alguna solución?

La verdad es que mi carrera tiene más que ver con la Filosofía. No sé, es difícil preguntar a un palestino si hay esperanza, porque la responsabilidad de lo que ocurre no está en nuestra mano.         

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