Un festival que no cuide de su cantera tiene los días contados, y el de Huelva de Cine Iberoamericano lo sabe. Por eso, en aras de garantizar la continuidad de su público, desde hace años promueve una serie de actividades dirigidas a los más jóvenes, que incluye prácticas de nuevos comunicadores, formación de espectadores y un ciclo de proyecciones que quiere transmitir valores a través del séptimo arte.
La primera de esas líneas de trabajo lleva ya tres años funcionando con chicos y chicas de distintas ramas (Comunicación, Audiovisual, etc) procedentes principalmente de las universidades de Huelva y Sevilla. Carlos Loureda, programador del Festival y coordinador de esta iniciativa conocida como Jóvenes Comunicadores Cinéfilos, asegura que “en las evaluaciones que los chavales hacen cada año, todos aseguran que aprenden en un año en el aula. Para ellos supone enfrentarse a la realidad de un festival con su timing, sus sorpresas… La idea es que cada uno se enriquezca también con los talentos de los demás”.
En total son ocho los estudiantes seleccionados para hacer una cobertura lo más completa posible del Festival de Huelva. “Se empieza por una reflexión previa, que incluye preguntas como: ¿cómo comunicamos, cómo mediamos con la cultura? ¿Cómo transmitir lo que está pasando?”, comentan. “Ahí nos damos cuenta de que hay una parte en el paradigma actual que es la preminencia de la imagen sobre la palabra. Por eso tendemos a usar redes como TikTok e Instagram por encima de otras herramientas”.
Los participantes establecen una mesa de redacción en la que se reparten las distintas funciones: quién va a preparar las preguntas, quién va a dirigir la grabación, quién va a montar luego las imágenes… “Los resultados son asombrosos, yo soy el primer sorprendido”, apunta Loureda. “Hay un sector de la población que es muy nuevo, que se comunica de otras maneras y posee otros referentes. La realidad es que no hay mucha cantera de mediadores culturales que destaquen, y esta es una forma de fomentarlo”.
Otra de las singularidades del programa es el hecho de que un participante de la edición anterior sirva como ayudante de los estudiantes en calidad de profesional contratado por el Festival. Este año ese cometido recae sobre Manuel Márquez, cordobés de 27 años. “Estudié Cine y Cultura en la universidad de mi ciudad, pero lo que hacemos es algo que no vives en una carrera ni en un grado superior. Poder trabajar de tú a tú, con la cercanía del equipo del festival y con los famosos invitados, supone un enriquecimiento profesional muy grande”.
Ahora la misión de Manuel es compartir la experiencia del año pasado con sus nuevos compañeros, “y ayudar a que todo sea más fluido y orgánico”, agrega. “Lo primero es aprender a llegar a un sitio en el que no conoces a nadie y hacerte un hueco en la dinámica de grupo, saber que detrás de tal televisión vais vosotros… Y luego está saber atraer al público más joven, para lo que nos servimos de las redes. Las herramientas digitales son nuestra forma de llegar al espectador”.
Junto al programa Jóvenes Comunicadores Cinéfilos, destaca en la programación del Festival de Huelva el ciclo Ventana Cinéfila, que desde hace cinco años trabaja con el cine como herramienta educativa que permite el desarrollo de las capacidades colectivas e individuales en torno a la imagen en movimiento.
Esta propuesta se lleva a cabo con la colaboración de la plataforma digital Filmin y el trabajo en equipo junto a otros festivales impulsores de la alianza ProFestivales21: la Semana Internacional de Cine de Valladolid, el Festival de Málaga, el Festival de Sevilla y el Festival de Sitges, además de Huelva. “Sumando todos los estudiantes de estas provincias, llegamos al 40 por ciento de la población escolar en España”, apunta Loureda.
Para el programador, Ventana Cinéfila ha venido sirviendo, además de para fomentar el séptimo arte entre los más jóvenes, para observar los cambios que la población ha venido experimentando. “Hemos constatado que casi un cuarto de la población escolar no es de origen español, de modo que también debemos mostrar películas que expresen esa realidad. Tenemos que hacer que el espectador entre en contacto con las cosas que pasan, las que hacen eco en su vida. Y es una maravilla ver cómo las abordan con sus propias visiones. Incluso el cine fantástico, como ocurre en Sitges, les habla de los miedos actuales”.
Este año, los alumnos verán cintas como El novato, Calamity, Los demonios de barro, La suprema o Beautiful Thing. “También se les transmiten ideas como que los hábitos saludables no son solo comer bien y hacer deporte, sino también, por ejemplo, comunicarse mejor. Son valores que ayudan a vivir mejor en este mundo tan complicado”, añade el coordinador.
Por último, el ciclo Cine y Valores va a exhibir tres largometrajes con temáticas muy actuales: Troleo, Cura sana y Cafuné. A partir de su visionado, según explica Loureda, cada estudiante escoge el que más le gusta y la clase se distribuye en grupos. “‘Sois productores, tenéis que defender vuestra película’, les proponemos como juego. Se plantean sesiones de una hora, que se alargan a menudo hasta las dos horas y media, porque cuando ellos toman la palabra, el debate se vuelve apasionante”.
En medio de todas estas formas de jugar al cine de diversas formas, a veces las estrellas pasan aparentemente a un segundo plano. Pero solo aparentemente, pues es uno de los grandes atractivos de un Festival que presume de cercanía. “Este año nos hemos sorprendido con la naturalidad de Paz Vega y María León”, concluye Manuel Márquez. “Hay que contener un poco el fan que llevamos dentro, pero no demasiado. Creo que para ellos es bonito ver la ilusión que nos hace hablar con ellos, y de algún modo se la transmitimos”.
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