La víctima primera es un espectáculo de teatro, que fue cancelado horas antes de su estreno. El por qué, el cómo, quién tomó la decisión y cuántas propuestas correrán la misma suerte, son cuestiones que tienen sumidos en la perplejidad al público y al mundillo cultural sevillano, en medio de este monumental desconcierto que es un año de pandemia. Un año en el que, conviene no olvidarlo, el mundo del teatro, de la música, de las artes vivas, viene sufriendo un castigo del que tardará mucho en recuperarse. Y a la vista de este episodio, ni siquiera se ve la luz al final del túnel.
El escenario era esta vez el Teatro Central. La compañía, el Centro Dramático Nacional con El bar que se tragó a todos los españoles, la primera propuesta como director del CDN de Alfredo Sanzol, uno de los dramaturgos más prestigiosos de la escena actual. Dos funciones programadas para este fin de semana, 10 y 11 de abril a mediodía, con todo el papel vendido porque el respetable del Central sabía que lo anunciado era calidad garantizada. Cabe recordar que, desde que se produjo la desescalada del pasado otoño, el espacio escénico de la Isla de la Cartuja había venido dando continuidad a su programación dentro de lo que el protocolo dictado por la Junta de Andalucía exigía, desde limitaciones de aforo a preceptivas medidas de higiene. Y lo mismo han hecho numerosos espacios escénicos de la capital hispalense y de toda Andalucía sin que se registre brote alguno de covid-19.
En ese contexto estaba programada la obra de Sanzol, protagonizada por el actor Francesco Carril y con una espectacular puesta en escena –una gran barra de bar alrededor de la cual gira toda la obra– que, naturalmente, estaba montada desde el jueves. ¿Por qué se canceló a última hora una obra contratada, anunciada y coherente con la programación del Central, cuyo elenco se encontraba ya en Sevilla listo para representarla? La verdad es que tanto el personal del teatro como los miembros de la compañía fueron los primeros sorprendidos cuando, la noche del viernes, empezaron a recibir noticias de arriba, léase de la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico de la Junta, que gestiona el teatro a través de la Agencia Andaluza de Instituciones Culturales (AAIC).
Seguridad interpersonal
El mensaje era claro: tal y como había rendido la taquilla, no se garantizaba “el mantenimiento de una distancia de seguridad interpersonal de al menos 1,5 metros”. Se convoca entonces un gabinete de crisis y se plantea a la compañía la posibilidad de reducir localidades y proponer una función adicional el sábado a las 18.30. La compañía acepta. Pero las órdenes superiores imponen una reducción aún más drástica del aforo, que implicaba dejar fuera a unas 300 personas que tenían su entrada adquirida y pagada. Todo ello, sin mayor margen de maniobra. Fin de la función.
Y comienza el asombro: ¿Cambió algo en la normativa anti covid el viernes por la noche? ¿Acaso había estado el Central incumpliendo la normativa en los meses anteriores? ¿Ha habido teatro sin problemas con la comunidad en nivel 4 y tenían que cancelar con urgencia en nivel 2? ¿En qué momento se decidió que un espectáculo programado y con el elenco listo para salir de camerinos no cumplía con las normas? ¿Y cuánto costará al contribuyente los gastos de las 34 personas desplazadas?
Preguntadas por Eldiario.es acerca de este asunto, fuentes de la Consejería se limitaron a señalar que “cada evento de más de 200 personas tiene que tener una autorización de la Delegación Territorial de Salud en base a criterios sanitarios de los técnicos que se refleja en un informe. Si ese evento no tiene el visto bueno de la Delegación Territorial, no puede celebrarse”, y añadieron: “Esto viene siendo así desde el inicio de la pandemia porque en función de la situación epidemiológica se marcan unos límites u otros”.
Ni para unos, ni para otros
Pero la gran pregunta sigue siendo: ¿Cuál fue la situación concreta que motivó tan abrupta cancelación? Varios medios de comunicación han corrido a señalar a los toros como la causa principal. Más concretamente, la exigencia de ese metro y medio de distancia que pone en peligro la temporada de la Real Maestranza de Sevilla, donde el aforo se vería reducido al 12 % (unas 1.300 personas), muy lejos del 50 % solicitado por la empresa Pagés, gestora del coso, en su Plan de Contingencia. Así, los responsables de la Junta de Andalucía, con el objeto de congraciarse con el mundo taurino y despejar cualquier sospecha de favoritismo hacia las artes escénicas, habrían fulminado salomónicamente la función de Sanzol: ni para unos, ni para otros, podrían haber dicho.
El daño al Central, desde luego, ya está hecho, pero todavía puede ser mayor. ¿Podrá, por ejemplo, presentar en Sevilla el próximo mes de mayo el belga Jan Fabre su esperado The fluid force of love? Lo cierto es que no de los principales motores culturales de la ciudad, con una programación a la vanguardia internacional, merecedora de elogios dentro y fuera de las fronteras andaluzas, tiene su programación en vilo por lo que muchos interpretan como una política de la improvisación.