“La hipocresía de Rusia es, como mínimo, igual que la de Occidente”
“Posverdad”, “fakenews”, “fábricas de bots”. Son nuevos conceptos que en los últimos tiempos protagonizan incontables informaciones, no sin un halo de confusión en torno a ellos. De lo que no cabe duda es de que la información es poder. El libro Sistema mediático y propaganda en la Rusia de Putin pone el foco sobre cómo Rusia ejerce el control político a través de un férreo control del sistema de medios de comunicación por parte de Estado y la oligarquía financiera.
El trabajo ha sido coordinado por los profesores e investigadores Adrián Tarín, Marta Ter y Miguel Vázquez Liñán, y editado por Comunicación Social Ediciones y Publicaciones. Se trata del último proyecto del Grupo Interdisciplinario de Estudios en Comunicación, Política y Cambio Social (COMPOLITICAS), adscrito al Observatorio Eurasia de la Universidad de Sevilla (US).
Eldiario.es Andalucía entrevista a Vázquez Liñán, profesor de Periodismo y Propaganda en la Facultad de Comunicación de la US, que aporta claves sobre el libro y otras cuestiones. Algunas de ellas atañen también al caso de España.
La obra ha generado cierta polémica en algunos sectores dedicados al estudio del espacio postsoviético. ¿Por qué?
La polémica puede surgir si el lector se sitúa en el contexto en el que habitualmente se informa sobre Rusia, una especie de nueva Guerra Fría. En el libro se defienden posiciones, como que en Rusia hay un sistema de medios muy autoritario, pero esto no significa que no los haya también en algunos países de la Unión Europea o Estados Unidos, si bien estamos ante una cuestión de niveles.
Tres claves para entender el sistema mediático y propagandístico en Rusia.
En primer lugar, se trata de un sistema de medios muy centralizado y controlado desde las élites económicas y políticas del país. Asímismo, es un sistema orientado a mantener en el poder a estas élites. Y, en relación con las dos características anteriores, es un sistema diseñado para transmitir una ideología muy conservadora cuya cara visible es Putin.
Uno de estos rasgos sería, en su opinión, el de presentar al país “en constante peligro de desintegración”, debido a amenazas externas e internas. ¿Es una estrategia aplicable a otros países?
Es una estrategia básica. La mayor parte de las políticas de Rusia están supeditadas a defenderse de un enemigo externo que intenta acabar con la unidad del país. En este contexto, los movimientos sociales y de izquierdas son tachados de colaboradores con el enemigo, y para ello se ha desarrollado una legislación específica.
Esto no es privativo de Putin ni de Rusia: es algo que se ha hecho a lo largo de la historia y que estamos viendo en España estos días (aunque he de insistir en que es una cuestión de niveles).
La situación que describe serviría al Kremlin para justificar la aplicación de políticas de tipo educativo o militar. En España, Defensa y Educación firmaron un acuerdo para incluir los símbolos nacionales en el currículo educativo, y el presupuesto de Defensa aumenta cada año.
En los últimos años en nuestro país están resurgiendo políticas nacionalistas. Menos agresivas que en el caso ruso, pero alarmantes. Cuando veo a ministros cantar “soy el novio de la muerte”... me dan escalofríos.
Personalmente, no estoy seguro de que la prioridad sea el mantenimiento de una unidad nacional. No digo que no sea importante, pero no nos escondamos detrás de las banderas para no llevar a cabo políticas sociales que son mucho más necesarias que una política simbólica. Una nación no son sólo sus símbolos.
En el libro se menciona que “es fácil encontrar paralelismos entre la profesión periodística en Rusia y España”. ¿Cuáles?
Aunque se dan con distinta intensidad, hay problemas comunes. La precariedad laboral, por ejemplo, afecta a la calidad de la información. Ocurre en ambos casos, pero en Rusia está el agravante de que el control político sobre los medios es muy directo.
¿Qué valoración hace sobre el episodio de las supuestas injerencias de bots rusos en el procés catalán y el 1-O?bots procés
Es cierto que en los últimos años Rusia –como otros países– ha aumentado el presupuesto de propaganda internacional, que lanza a través de medios nacionales como RussiaToday (RT) y Sputnik. También parece bastante probada la existencia de “fábricas de trolls”, orientadas a confundir a las audiencias internacionales, que emiten mensajes sobre Catalunya. Pero no creo que haya una injerencia relevante de Rusia en el proceso catalán.
Ahora bien, cuando un medio de comunicación español coge una noticia falsa y la coloca en portada a cinco columnas, no estamos ante propaganda rusa sino propaganda de los medios de comunicación españoles.
En su comparecencia ante el Congreso de los Estados Unidos a raíz del escándalo de Cambridge Analytica, el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, declaró que “hay gente en Rusia cuyo trabajo es intentar explotar nuestros sistemas. Esto es una carrera armamentística”.
Zuckerberg, como otros tantos, se sube al carro de la retórica bélica. En lo que se refiere a la retórica militarista, Estados Unidos y Rusia se parecen mucho. En ambos casos, hay medios (muchos y poderosos) que hablan constantemente de la solución militar a casi cualquier conflicto internacional. Tampoco es de extrañar, teniendo en cuenta que son los principales productores de armas del mundo.
Recientemente EEUU bombardeó Siria en coalición con Reino Unido y Francia. ¿Cómo se posiciona la opinión pública rusa con respecto al conflicto? ¿Qué papel juega la propaganda?
Los ciudadanos rusos están recibiendo permanentemente mensajes en clave bélica a través de sus grandes medios de comunicación. Siria es vista como una batalla de una guerra mayor, la de quienes quieren acabar con la unidad nacional en Rusia.
Además, se está transmitiendo un mensaje de victoria. Esta imagen de líder fuerte, firme y con las ideas claras está llevando a Putin a ganar la batalla propagandística. Mientras, a Occidente se le acusa hipócrita – cosa en la que, por otro lado, no les falta cierta razón–.
De lo que no se habla en los medios de comunicación rusos es de la hipocresía de Rusia, que es, como mínimo, igual que la de Occidente.
Como especialista en política interior de Rusia, ¿considera que esa imagen se corresponde con la realidad?
Se produce una paradoja: quienes más critican a Putin –teniendo en cuenta el enfrentamiento con Trump–, dedicándole titulares y portadas a nivel mundial, le están haciendo un favor en política interna. Le otorgan a Rusia una importancia como agente internacional que posiblemente sea exagerado, y Putin hace campaña con eso.
¿Dónde está la línea que separa la propaganda política de la posverdad y las fake news?fake news
La propaganda política es un concepto más amplio de lo que hoy se está llamando posverdad o noticias falsas. Nos enfrentamos a un problema más grave: ya ni siquiera se intenta convencer de que se tiene razón, simplemente de que el otro está haciendo lo mismo.