Hace tiempo que Javier Cámara (Albelda de Iregua, La Rioja, 1967) alcanzó ese estatus en el que, a fuerza de aparecer en las pantallas, una cara se integra en el imaginario hasta confundirse con rostros cotidianos. Así que no le sorprende cuando, a punto de comenzar la entrevista, alguien le dice que ya era hora de coincidir, porque siempre le dicen cuánto se parecen. “¡Qué maravilla!”, celebra el actor: “Ya me pasa eso que le pasaba Antonio Resines, que decía que se parecía a todos los cuñados de España. Eso debe ser la popularidad”.
Otro síntoma son los premios y homenajes, y por eso ha venido a Málaga, donde se le entrega el Premio Málaga-Sur en reconocimiento a su trayectoria cinematográfica, que abarca ya tres décadas, dos premios Goya y dos Biznaga de Plata en el festival que ahora le rinde homenaje. Aunque su salto a la popularidad lo diera con Siete vidas, hace tiempo que Cámara dejó de ser un actor de tele o un actor de comedia. Ha trabajado con Pedro Almodóvar, David Trueba, Isabel Coixet o Paolo Sorrentino, en cine o en televisión. Y ahora vuelve al teatro con Vania x Vania.
Está aquí para recoger un premio a su trayectoria. ¿Se ha imaginado alguna vez una vida paralela en la que no hubiese sido actor?
Ya no me acuerdo de si tenía planes B o planes C. Había posibilidades de que todo esto no funcionara. Visto de la perspectiva de un chico de 20 años, si no sale esto, pues me tendré que ir de aquí cuando se me acabe el dinero. A otra provincia, otro lugar, otro grupo de teatro. La apuesta fue por Madrid y fue apuesta ganadora. Pero bueno, también costó. Ahora funciona muchísimo, es un privilegio recibir tantas propuestas, que te den un premio por toda tu trayectoria...
Desde aquellos comienzos, ¿ha cambiado su forma de preparar los personajes?
Soy muy torpe con eso. Admiro mucho a los actores que tienen un método muy claro. Yo soy muy intuitivo, muy de improvisar. Es verdad que pienso 24 horas al día en los personajes. Ahora, por ejemplo, preparando Tío Vania, vivía dentro de ese personaje. Hay veces que quieres irte a tu casa, dejar el personaje ahí y hacer tus compras en el Carrefour, pero si te atrapa y tienes algo que contar a través del personaje, es maravilloso.
¿Qué personaje repetiría para meter algún matiz que vio en su momento?
No los repetiría porque ya no es tiempo, porque son personajes que has hecho hace 20 años y no tienes el físico. Sí hay esa sensación de que ahora lo haría distinto, pero si te eligieron en ese momento es porque querían algo de ti que tenías entonces y que ya no tienes.
Pongamos un ejemplo: vista la evolución política de los últimos años, ¿añadiría algo al personaje de Juan Carrasco en Vota Juan?
Hombre, es que es un personaje actualísimo ahora mismo con el caso Koldo, con montones de casos… Diego San José, que es el guionista y showrunner de la serie, y yo, nos escribimos todo el rato: “Oye, ¿resucitamos a Juan Carrasco, lo traemos de los fiordos?”. Con todo lo que pasó en la pandemia, imagino que habrá políticos buenos y hay ejemplos terroríficos de cosas que se han hecho muy mal. Entonces, Juan Carrasco seguiría viviendo in eternum.
¿Algún político le ha dicho alguna vez que se ha sentido representado en esa serie?
Una vez nos dijo un expolítico del PP: “No habéis hecho una serie, sino un documental. Os habéis quedado cortos”.
Tres décadas en el cine dan para observar la evolución de la industria. ¿Hace 30 años hubiésemos podido ver denuncias de violencia sexual contra directores consagrados?
Es un signo de los tiempos, una lucha feminista y de la mujer impresionante que es un símbolo no solamente en el cine. Las víctimas son tremendamente valientes a la hora de decir lo que les ha pasado y cuentan con el apoyo de la sociedad y de todas las mujeres. Todos los hombres tenemos que estar detrás de ellas. Creo que es el momento. Llega tarde, evidentemente, porque hay muchas, muchas, muchas mujeres que han sufrido muchísimo. Es el momento de estar con ellas, de apoyarlas, de limpiar y de intentar que todo esto sea de una forma distinta.
El cine, el teatro o la televisión miran a la realidad social y política, pero también hay políticos que observan con resquemor a la cultura. ¿Le preocupa que cale esa visión expresada por el portavoz de Vox en Castilla y León, eso de que “en el cine hay mucho señorito"?
Yo creo que ni cala ni se asienta. Son insultos que se echan al aire y que calará donde cale, pero yo creo que para nada. No hay más que salir a la calle y ver la aceptación y la popularidad que tienen muchos y muchas artistas y muchos cineastas. El amor, el cariño que se recibe en la calle. Eso, frente a una palabra de un tipo estentóreo que ha dicho una barbaridad... Es que no entro ni al trapo. Es que es mentira.
Su formación es teatral, pero ha hecho un paréntesis de las tablas que ha durado décadas y ahora regresa con Vania x Vania.
No lo he podido evitar. Entre tanto cine y tanta televisión, no sé hacer dos cosas a la vez. Tengo que dedicarle al teatro el tiempo, y luego lo dedicaré al cine o a la televisión o lo que aparezca. Hay compañeros y compañeras muy prolíficos que hacen varias cosas y muy bien a la vez. Yo no sé. Necesito estar en mi casa también, tocarme las narices y tumbarme en el sofá un rato y vivir la vida, e invitar a mis amigos a tomar algo. Necesito también tener mi vida personal llena de momentos bonitos.
¿Por qué vuelve ahora al teatro?
La razón es que conocí a Pablo Remón cuando dirigí un capítulo [de Vamos Juan] con Diego San José. Se empeñó en que yo dirigiera un capítulo y me dijo que no iba a poder decir que no, porque el texto lo iba a escribir el mejor guionista que había en España, que es Pablo Remón. Había oído de él en el teatro y al final yo dirigí dos capítulos suyos. Fue una relación maravillosa. Con el tiempo me dijo que tenía una obra de teatro, Los farsantes y ahora es Chéjov. No le puedes decir que no a un Tío Vania. Los chicos tenemos 10 personajes importantes a lo largo de tu vida como actor teatral. Y es la primera vez que me viene uno de ellos. Romeo ya no te viene, y Hamlet estoy un poco mayor.
Una vez llegado al punto en el que puede elegir, ¿qué criterios le mueven para aceptar un papel?
Imagino que una mezcla de emoción, miedo, riesgo, tener al lado a gente muy brillante que haya escrito o participado, que vayan a interpretarlo... Igual de repente pues te dicen “vamos a ir a rodar a no sé dónde”. Pero lo más importante es que tenga calidad y que te toque el corazón. Y luego ya entra todo lo demás.