En una trayectoria llena de conquistas, Javier Vargas (Madrid, 1958) ha tocado recientemente techo. Fue escogido con su grupo, la Vargas Blues Band, para telonear a los Rolling Stones en su cita madrileña del pasado 1 de junio. “Abrir para una de las bandas más grandes del planeta, o la que más, ha sido para mí increíble”, afirma el músico. “Tuve acceso a Mick Jagger y al entorno stoniano, sobre todo con su sobrino, John Byron Jagger, y ha sido un honor. A lo largo de estos años he conseguido cosas sorprendentes, he conocido a los más legendarios músicos y hasta he podido tocar con ellos, pero lo de los Stones fue algo muy especial”.
La conversación con elDiario.es tiene lugar días antes de que la Vargas Blues Band desembarque en el III Festival de la Guitarra de Sierra Morena, que tendrá lugar el 7 y el 8 de octubre en las localidades sevillanas de Cazalla de la Sierra y Alanís. Allí compartirán cartel con el dúo británico Febueder, afín al indie rock, y Ohad Levy, creador israelí que ha colaborado con gente como Jorge Pardo, Miguel Campello, Luis Pastor o María Peláe.
Una cita que le viene como anillo al dedo, puesto que lleva ejerciendo décadas como embajador español de la guitarra en el mundo entero, como prueba su último trabajo, Back to Memphis. “España es una potencia en este instrumento, un país que está representado con la guitarra en el blues, el rock, la vanguardia, y muy especialmente en la clásica y el flamenco. Tenemos verdaderos virtuosos y, lo que es mejor, hay muchísimos guitarristas increíbles que aún no se conocen, que ahora están en su habitación echando ocho o diez días para prepararse, pero que van a emerger en cualquier momento”.
El motor de la vida
Cuando se le pregunta si hay en el país una conciencia de esa pujanza, y su apoyo correspondiente por parte de los poderes públicos, balancea la cabeza. “Los políticos y los medios han apoyado, nunca mucho, pero algo se ha hecho. Lo que ocurre es que siempre hay algo más que hacer. Hay que seguir haciendo cosas nuevas, no podemos quedarnos en la mirada histórica, ni las instituciones, ni los músicos. Todavía se puede aportar mucho a la cultura, que es el motor de la vida, la gasolina que nos mueve”.
Con esa filosofía concibieron hace ya algún tiempo Irina Soriano y Miguel Delgado la idea de un festival dedicado a la guitarra en el entorno único de la Sierra de Sevilla. “Soy una consumidora de cultura y llevaba ya muchos años trabajando en la Consejería de Turismo, cuando Miguel me dijo que quería organizar algo relacionado con la música en vivo, pero que tuviera sello propio, y me preguntó si podía echarle un cable. Le dije que no solo iba a echárselo, sino que iba a organizarlo con él. Y que sería en la Sierra Norte, donde hay un tejido empresarial que podía responder muy bien”.
Por qué concretamente la guitarra, es una cuestión fácil de responder para Miguel. “Es el instrumento más popular del mundo, que además tiene su origen en un luthier almeriense, es decir, que es un invento nuestro, andaluz. Queríamos poner eso de manifiesto, y destacar su versatilidad, que va de la música clásica al heavy metal, pasando por el jazz. Nosotros no nos ceñimos a un único estilo, nuestro público es gente a la que simplemente le gusta la música de calidad”.
En las tres ediciones celebradas hasta ahora, han desfilado por el Festival nombres como los de Rafael Riqueni, Andres Herrera Pájaro o Lolo Ortega. Pero este año se han ampliado fechas –de uno a dos días– y se ha expandido la cita al municipio de Alanís, además del tradicional emplazamiento de Cazalla de la Sierra. “No son solo actuaciones en un escenario”, apunta Irina. “Aprovechando que esta zona posee un reconocimiento de la Unesco por la calidad de su cielo, proponemos cosas como un avistamiento de estrellas con música. También hacemos catas musicalizadas de los vinos de la tierra, que elogió Cervantes; clases magistrales con el Conservatorio de Cazalla, y también se revaloriza el patrimonio cultural, disfrutando de un recital en el interior de una ermita del siglo XIV”.
Pico y pala
Para Javier Vargas, “la pasión musical fue fundamental para ser quien soy. Vengo de una época en la que te enterabas de que llegaba un guitarrista a la ciudad y tratabas de acercarte, hacerte amigo suyo y aprender de él. De hecho, me fui a Estados Unidos por eso, para poder ver cada noche a grandes músicos. Algo muy distinto de la generación actual, que tiene a golpe de clic infinidad de información y tutoriales, además de acceso a instrumentos más baratos. A mí me impulsó escuchar a Tony Lommi, a Ritchie Blackmore, a Eric Clapton, a John McLaughin… Ahora tienes doce años y cuentas con toda la Historia de la música al alcance de un botón”.
Probablemente, Javier Vargas sea hoy para muchos chavales lo que aquellos nombres fueron antaño para él. Y aunque su trayectoria es intachable, no se siente especialmente reconocido. “Tengo ocho discos de platino y millones de descargas, a pesar de lo cual cada día tengo que seguir demostrando algo nuevo. He pasado por todos los palos: la música experimental, el blues, el rock… Pero el territorio en el que me muevo en España es de pico y pala”, asevera.
“Hay quien cree que el público es como un niño pequeño, pero yo nunca he querido hablarle con palabras fáciles”, concluye el músico. “Me siento un afortunado por hacer lo que quiero, y no voy a cambiar un ápice para que ese niño pequeño me entienda. A ese niño hay que darle lo mejor para que los oyentes crezcan, aprendan y la música los convierta en seres especiales”.