José Batlló falleció hace ocho años en Barcelona. Había sido escritor, crítico literario y librero, y acabó siendo incluso personaje literario de una novela, La noche fenomenal de Javier Pérez Andújar. Pero para muchos su nombre estaría siempre ligado a la colección El Bardo, que fundó en 1964 junto con Amelia Romero, una aventura llamada a trascender en el tiempo y la geografía. Ahora, coincidiendo con el sexagésimo aniversario de aquella empresa, el Centro Andaluz de las Letras acaba de inaugurar en la Biblioteca Infanta Elena de Sevilla la exposición Un frente de poesía libre. A los 60 años de la fundación de El Bardo.
La muestra consta de diez paneles divulgativos: un primer panel introductorio más nueve secciones, que van acompañados a su vez de un breve panel explicativo. Las piezas que integran cada sección son fundamentalmente libros y revistas, más otros elementos en papel como cartas o fotografías, y documentos de la relación de El Bardo, la censura franquista. Ahí se recuerda que El Bardo dio a conocer títulos tan determinantes para la lírica contemporánea como Arde el mar de Pedro Gimferrer, Tratado de urbanismo de Ángel González, o el recientemente Premio de la Crítica Andaluza Antonio Carvajal con Tigres en el jardín, entre muchos otros.
Según el director del CAL, Justo Navarro, “esta exposición comienza cuando Amelia Romero nos llama para recordarnos que estamos en 2024, cuando se cumple el 60 aniversario de la fundación de una colección de poesía que es un hito en las letras españolas contemporáneas, y en la que por cierto hay una gran presencia de la poesía andaluza”.
Higos chumbos
La exposición cuenta con materiales mayormente cedidos por la propia Amelia Romero, “materiales de una riqueza sorprendente, y de un valor histórico y cultural muy importante. También han colaborado otras personas, como Alfonso Guerra, que estaba presente de La Trinchera, una revista fundada en Sevilla a principio de los años 60, germen de El Bardo. La colección El Bardo fue el frente poético de la resistencia contra el régimen de Franco”, agrega Navarro. Se ha editado además un catálogo que recoge artículos del comisario de la muestra, Fran G. Matute, y los escritores Enrique Morón, Alfonso Guerra, Antonio Carvajal, José Jurado, Manuel Rico, Rafael Ballesteros, así como una entrevista realizada por Concha García a Amelia Romero.
En su retrato de Batlló, Alfonso Guerra recuerda al editor “con una brillante inteligencia para los asuntos poéticos y al mismo tiempo incapaz para sobrellevar la administración de sus bienes escasos y efímeros. Se definía con tintes amargos: ambicioso y pusilánime, atolondrado y maquiavélico de vía estrecha, contradictorio, enamoradizo y cínico, con una extraña mezcla de timidez y libertinaje. Como le conocí bien, estábamos siempre juntos en aquellos años, podría definirlo como el fruto de la higuera chumba (que nos deleitaba comer en las sesiones dobles de los cines de verano, al aire libre y con un público que comentaba en voz alta los lances del film, incluso avisando a los protagonistas del peligro que se cernía sobre ellos). El higo chumbo es tierno y dulce, siempre que logres quitarle la primera capa llena de púas, así era Batlló entonces”.
“En múltiples ocasiones Batlló me confesó que a él, en verdad, sólo le interesaba en la vida leer, que todo lo demás le resultaba accesorio e innecesario”, apostilla Guerra. “Por ello cuando muchos años después le visité en su magnífica librería Taifa, le encontré entre tantos libros como un príncipe empobrecido disfrutando de su Edén”.
La espinita de la poesía
Matute también incide en que, además de los préstamos de Romero, “esta es una exposición que se ha he hecho realidad gracias a la colaboración de bastantes particulares e instituciones. El archivo de El Bardo se destruyó en su momento y esto es lo que hemos podido encontrar, pero hemos recopilado las primeras ediciones del catálogo de la colección, que conservaba la Biblioteca de Andalucía; hemos encontrado una correspondencia muy importante con Caballero Bonald y Max Aub, conservada en sus respectivas fundaciones; también expedientes de censura de todos los libros de El Bardo, que conservaba Amelia Romero, y que por lo general niegan la publicación de libros o los mutilan directamente, prohibiendo poemas concretos. Y hay muchos préstamos de fotografías y carteles de particulares”.
“Es una exposición donde se repasa la historia de la colección desde sus inicios en Sevilla hasta el fin”, prosigue el comisario. “Y no solo de los libros que publicó El Bardo, sino de la acción que tuvo en la poesía de entonces en España, a través de la creación de revistas, de la correspondencia con poetas de peso, con las antologías que emprendió Batlló no solo en España, sino en Argentina, en México, en Cuba…”
La exposición, que permanecerá abierta al público hasta el 29 de mayo, con un horario de visita de lunes a viernes de 9:00 a 21:00 horas y sábados de 9:00 a 14:00 horas, “tiene mucho material inédito”, apunta Matute. “Además de los citados tenemos muchas fotografías de Batlló y Romero con gente como Agustín Delgado, José-Miguel Ullán, Gabriel Celaya, Ángel González, muy icónicas y muy potentes. Y además de las revistas que patrocinó El Bardo, como La Trinchera o La Píldora, hay otras en las que colaboraron Batlló o Romero publicando poemas, artículos o haciendo pequeñas antologías. Y todo forma parte del universo El Bardo, va orientado a promocionar a los autores de la colección. Pero Batlló tuvo siempre su espinita como poeta, quiso promocionar su propia poesía, aunque tuvo la delicadeza de no publicarse nunca ni incluirse en las antologías que él promocionaba”.
Juventud, renovación y trabajo
De hecho, Amelia Romero recuerda que se hizo cargo de la colección después de que Batlló renunciara a seguir dirigiéndola, y la causa de esta decisión “fue en realidad que él se sentía fracasado como poeta”, comenta en una conversación con Concha García incluida en el catálogo de la muestra. “Me confesó, en cierta ocasión, que lo que verdaderamente le había animado siempre era llegar a ser un poeta reconocido. Se presentó así un día diciéndome que si no me quedaba con los libros de El Bardo los tiraba”.
“Digamos que, una vez finalizada la segunda época de la colección, con Lumen y todavía con Batlló, transcurrió un tiempo con el desatino y el consiguiente desorden que causa una separación, hasta que se consolidó la tercera época de la colección”, concluye Romero, quien espera de esta exposición “en principio, un espíritu de juventud, de renovación y de trabajo. Yo misma no me lo puedo creer. Ha sido muy laborioso, porque sesenta años son muchos años. Lo que sí tengo muy seguro es que ha valido la pena”.