A pesar de acumular numerosos premios como escritor y periodista, a Héctor Abad Faciolince (Medellín, 1958) no deja de sorprenderle que una pequeña localidad sevillana como La Rinconada haya decidido otorgarle el premio Factoría Creativa al conjunto de su carrera, compartido con su colega, el jiennense Juan Eslava Galán. “Confieso que ni siquiera sabía de la existencia del premio, pero he conocido que algunos amigos míos a los que considero grandes escritores, como Javier Cercas o Irene Vallejo, lo han obtenido antes que yo. Eso ha permitido que la extrañeza se mezcle con alegría”, comenta al teléfono para elDiario.es Andalucía. “Luego otro buen amigo, Fernando Iwasaki, me habló de la iniciativa tan bonita de un pueblo que quiere dar espacio a la cultura literaria”.
Abad Faciolince ya visitó hace unos años Sevilla, y asegura sentirse feliz de regresar a este sur que tanto le gusta. El autor de novelas como Basura, Angosta o la superventas El olvido que seremos –en la que narraba las circunstancias en que su padre fue asesinado por paramilitares colombianos– afirma que ya ha dejado de sorprenderse por la atención de los lectores españoles hacia la complejidad colombiana plasmada en sus obras. “Me pasaba hasta hace unos años, ahora lo comprendo todo mejor. Y El olvido que seremos ha tenido una segunda vida gracias a Fernando Trueba y a Javier Cámara, que han hecho una película, por otra parte, muy colombiana, pues los productores y todo el resto del reparto son de este país. Se ha como injertado en una especie de híbrido con esos dos grandes del cine español”.
El resultado, según el escritor, es que “me confirma la compatibilidad tan cercana que existe entre ambas orillas del Atlántico. Somos primos hermanos, los de la cultura iberoamericana y los de la peninsular. Es la confirmación de un parentesco muy íntimo que nos une”, agrega.
Confinado en Medellín
Desde hace algún tiempo, Héctor Abad Faciolince reside una parte del año en Madrid y otra en su localidad Medellín, algo que para algunos podría ser un hecho desconcertante, pero que él experimenta como “una gran fortuna”. “Es cierto que cuando estoy allá siento la nostalgia de acá, y viceversa. Pero lo que siento no es en ningún caso la nostalgia del exiliado, sino la dicha de quien tiene una vida pendular. Es la dicha de poder vivir en dos sitios en los que uno se sienta bien”.
A la hora de valorar cuál de sus dos cuarteles generales es más productivo desde el punto de vista creativo, no duda un instante: “Paradójicamente, tengo más amigos escritores y más vida social en Madrid que en Medellín, donde nací. En Medellín paso más tiempo solo y en casa, mientras que España invita más a la vida de la calle. Es parte de su cultura. Colombia, en cambio, invita más a la vida del encierro. Allí estoy más confinado, porque afuera existe una pandemia de inseguridad y violencia. Y para la producción literaria, que requiere encierro y soledad, conviene más. La dicha de salir y conversar con otros tiene más que ver con España”.
Aunque la mayoría de los lectores relacionan a Abad Faciolince con el citado El olvido que seremos, que vendió en Colombia más de 200.000 ejemplares y obtuvo galardones como el premio Derechos Humanos de 2012 que concede la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA por sus siglas en inglés) y la Universidad de Dukeâ en Estados Unidos y el Prémio Criação Literária Casa da América Latina de Portugal, el colombiano es una figura poliédrica, que ha ejercido la traducción de autores italianos como Giuseppe Tomasi di Lampedusa, Gesualdo Bufalino, Italo Calvino, Leonardo Sciascia, Stefano Benni o Natalia Ginzburg, ha ejercido el columnismo de opinión en publicaciones como Cromos, Cambio, El Malpensante, y de los periódicos El Espectador y El Colombiano, entre otras cabeceras; ha escrito poesía, relatos de viajes, diarios, literatura infantil y hasta un libro inclasificable como aquel Tratado de culinaria para mujeres tristes, un recetario mágico y desenfadado.
Intelectuales influyentes
Como escritor y víctima de la violencia de su país, Héctor Abad Faciolince se convirtió también en una de las voces más influyentes de la cultura colombiana, si bien no cree que ello signifique un gran poder de transformación de la realidad. “El escritor puede opinar, pero dudo que tenga mucho efecto en la realidad. Ya no es el tiempo en que los intelectuales tenían mucha influencia sobre los países y los gobiernos. Está bien conservar cierto activismo entre nosotros, pero dudo que nuestras palabras influyan realmente. Hoy tienen más efecto las redes sociales o los insultos. La sensación es ambigua. Seguimos interviniendo, pero no somos muy eficaces”.
En todo caso, el oficio de escritor le sigue deparando alegrías y sorpresas. Este sábado le toca una en La Rinconada. “Estoy deseando estar ya allí, será una gran alegría”. La cita será a las 19.00 en el Centro Cultural Antonio Gala de la localidad sevillana.