La portada de mañana
Acceder
Los mediadores buscan un acuerdo en Gaza antes de la llegada de Trump
Una aristócrata desahucia a Mariano a las puertas de Navidad
Opinión - El darwinismo social de Donald Trump. Por Alberto Garzón

Mona Eltahawy: “Decidí llevar hiyab cuando tenía 16 años y decidí quitármelo cuando tenía 25, tardé ocho años en hacerlo”

Mona Eltahawy (Port Said, Egipto, 1967) no pasa precisamente desapercibida: ni por su aspecto físico (melena rojo fuego, vistoso vestido, brazos tatuados) ni por su discurso rotundo, directo. Egipcia afincada en Nueva York, se ha erigido en una de las voces más influyentes del feminismo mundial con su libro El himen y el hiyab. Por qué el mundo árabe necesita una revolución sexual, (Capitán Swing) en el que reflexiona acerca de las múltiples formas de opresión de las que son objeto las mujeres, tanto dentro como fuera del islam. Esta semana lo presentaba en la Fundación Tres Culturas de Sevilla.

Para mucha gente, esta sería una situación violenta: yo soy un varón, usted una fémina, estamos hablando frente a frente y usted muestra su cabello. ¿Es ese el problema?

Las mujeres llevan el hiyab –velo que cubre la cabeza de la mujer, dejando solo al descubierto el óvalo de la cara– por diferentes motivos. Mi madre, por devoción: piensa que es una obligación religiosa. Yo discrepo de ella, y ella discrepa de mí. Mi hermana lleva hiyab para decirle “Iros a tomar por culo” a los racistas. Quiere que ellos vean que es musulmana. También discrepo de ella. Yo decidí llevar hiyab cuando tenía 16 años y decidí quitármelo cuando tenía 25. Y tardé ocho en quitármelo. Estas elecciones son difíciles, no es algo fácil de hacer. Es más fácil elegir llevarlo que elegir quitárselo.

Pero estamos de acuerdo en que el problema es, en todo caso, mostrar el pelo, que se supone que excita la líbido de los varones…

Es el mismo motivo por el que las mujeres ultraortodoxas judías se cubren el pelo y llevan ropa “decente”, por el que las monjas se tapan el pelo, por el que a la Virgen María siempre se la representa con el pelo tapado. Mi explicación es que el patriarcado otorga a los hombres control sobre el cuerpo de las mujeres, y permite que un hombre le diga a una mujer: “Me gusta tu pelo”. Es muy, muy raro que lo haga una mujer. Aunque más mujeres deberían hacerlo. Yo debería decir: “Me gusta tu camiseta”. Debería ser un intercambio entre iguales. Pero no lo es. El campo de juego no está nivelado. En todo el mundo, el patriarcado utiliza el cuerpo de la mujer como campo de batalla de sus peones. Para señalar: ella es musulmana, ella es judía. Para controlar cuando se trata de derechos reproductivos, del aborto, de cómo vestimos, cómo tenemos sexo, qué hacemos después, si deberíamos poder tener sexo...

Pensar que si una mujer no se cubre el pelo se expone a que la asalten los hombres es una humillación para usted, pero también lo es para mí...

¡Exacto!

... pero los hombres no siempre lo entienden así. ¿Por qué?

Porque el patriarcado impone roles sexuales muy, muy estrictos. Crea un estereotipo de cómo es un hombre, y a la vez es contradictorio: le dice al hombre que es poderoso, que es un macho, que controla el mundo, y al mismo tiempo le dice que es tan débil que si ve a una mujer vestida de cierta manera, no podría resistirse. Y no es solo el hiyab: en muchos juicios por violación, en cualquier parte del mundo, incluso hoy, cuando una mujer acusa a un hombre de violación, a menudo se le pregunta: “¿Qué llevaba usted?” Eso está fuera del ámbito del hiyab. Con esto se sugiere que llevaba algo que incitaba, tentaba al hombre y justificaba su violencia sexual. Y de nuevo, con eso, los hombres deberían sentirse humillados. No son niños. Deberían saber controlarse. Por eso les digo a los hombres: el patriarcado también os perjudica. No os permite un pleno espectro de emociones, no permite a los hombres ser emocionales, no les permite llorar, no les permite expresar amor entre ellos. Estamos hablando de valores heteronormativos, ¿no?

Sí, así es...

Masculinidad tóxica: tenemos que ir y darnos de hostias. ¿Por qué? ¿Por qué los hombres no pueden besarse? ¿Por qué un hombre no puede abrazar a otro ni decirle “te quiero”? Todo eso es parte de la lucha contra el patriarcado.

¿Puede resumirnos su experiencia de nueve años llevando hiyab?

Yo decidí llevar hiyab cuando tenía 16 porque en esa época creía que era una obligación del islam. Luego dejé de creer esto. Pero echaba de menos el viento en mi pelo. Me sentía sofocada. Hay mujeres a las que les encanta llevar el hiyab. A mí eso no me pasaba. Ellas podrán hablar de su experiencia, yo hablo de la mía. Mi experiencia es que no me sentía cómoda llevando hiyab y quería quitármelo. Y para mí es importante hablar abiertamente de mi experiencia. Porque, a menudo, una mujer musulmana se supone que representa a todas. Y eso no es justo. Yo hablo por mí, no represento a todas las mujeres musulmanas. Pero en la prensa, y muy a menudo también en la comunidad musulmana, el hiyab equivale a mujer musulmana. ¡Y ya está! ¡Eso es todo lo que se me permite ser!

Como si fueran soldados de la fe...

¡Exacto! ¡Y yo soy más que mi hiyab! Soy más que lo que tengo en la cabeza y lo que tengo entre las piernas. Por eso he titulado mi libro así: somos más que un hiyab y más que un himen. Por eso me gustaría que la prensa, cuando entreviste a mujeres musulmanas, tomara a una mujer con hiyab y una sin hiyab. ¡Porque existimos! Juntas en la misma familia: mi madre, mi hermana y yo. Por eso me gustaría complicar la imagen de la mujer musulmana: cuando complicas, humanizas. Cuando estereotipas, deshumanizas.

Cuando usted se quitó el hiyab ¿fue como desnudarse?

No tanto, pero fue muy complicado. Porque yo estaba muy acostumbrada a estar en la calle con mi hiyab puesto. E incluso un año o dos después de quitármelo, a veces me olvidaba de que ya me lo había quitado y me asustaba: “Oh, no me he puesto el hiyab...” Porque era algo muy presente en mi vida. Era muy difícil, pero he conocido últimamente a mujeres que se lo han quitado después de treinta años. Sé lo difícil que puede ser, porque la gente te asocia a ello. Cuando veo un caso así, le escribo y le digo: “Mira, sé por lo que estás pasando; si quieres apoyo, yo estoy aquí”. Pero no les digo nunca “Qué bien se te ve” o “Oh, Dios, qué has hecho”, porque es una gran carga para las mujeres musulmanas estar entre este hiyab sí o hiyab no.

La semana pasada estuve en Marruecos y vi a una bebé de tres años con hiyab puesto. ¿No es una sexualización de la infancia?

Sí, eso es algo que rechazo totalmente. Rechazo la decencia como virtud para mujeres ultraortodoxas, monjas cristianas... para cualquiera. Porque la decencia es algo que se impone como carga a las mujeres y las niñas, únicamente, no a los hombres y niños. Pero con las niñas es especialmente preocupante. A menudo se oye decir: yo tengo hijas que han elegido el hiyab. ¿Cómo puede una niña elegir? Una niña no tiene potestad para algo así. Y si nos quejamos de las niñas a las que ponen en los concursos de belleza, niñas de seis años con peluquería y maquillaje, Miss Seis Años, eso es una terrible violación de los derechos de esta niña, que no tiene potestad para elegir si quiere ser miss, y de la misma manera, creo yo, es una violación de los derechos de las niñas musulmanas ponerles un hiyab. ¿Por qué una niña de seis años lleva hiyab? ¿Qué necesidad tiene? Así que yo rechazo la decencia para mujeres y niñas.

¿Piensa que es un caso similar en España, en Europa, niñas muy pequeñas que llevan la parte de arriba del bikini, como si tuvieran que ocultar algo?

Sí. No se debe sexualizar a las niñas. Porque son jóvenes y no tienen la facultad, la potestad de decir “Yo quiero hacer esto”. Por eso tenemos leyes contra el matrimonio por debajo de los 18 años. Porque no eres madura, hay muchas cosas que no puedes decidir por tu cuenta. Votar, casarse, beber alcohol, todo eso se hace después de los 18, y después de los 21 en algunos países. Todo, salvo el cuerpo de las niñas. El hiyab, tapar la sexualidad, exponer la sexualidad, la mutilación genital femenina, el matrimonio infantil, yo lo llamo violación de niñas, no es un matrimonio... Todo esto, incluida la circuncisión de los niños, también estoy en contra. La contradicción es decir: “No puedes votar hasta los 18 años, pero debes llevar hiyab”.

Cuando yo era un niño era muy raro ver a chicas con hiyab en Marruecos, pero ahora, treinta años después, es hasta normal ver a mujeres con niqab –velo que solo permite ver los ojos de quien lo lleva. ¿Qué ha pasado desde los años ochenta?

La influencia de Arabia Saudí. Especialmente para el niqab. Porque para el hiyab también era Irán. La revolución iraní: cuando los ayatolás impusieron el hiyab, se convirtió en un símbolo de la Revolución islámica. Y ahora las mujeres en Irán luchan contra el hiyab obligatorio, las hay que van a la cárcel en Irán por luchar contra el hiyab impuesto. Pero en el caso del niqab creo que es la influencia de Arabia Saudí, que practica una versión del islam ultraconservadora, llamado wahabi-salafismo. Pero el niqab es una cosa tribal anterior al islam, que existía en la Península arábiga. Creo que Arabia Saudí ha difundido su islam ultraconservador en todo el mundo y el incremento de mujeres que llevan niqab es un resultado de esto.

Gastan mucho dinero en esto, ¿no?

¡Y tanto que gastan, en todo el mundo! Y trabajan con grupos extremistas.

En Barcelona, usted se encontró con Brigitte Vasallo, que defiende el burkini, y con Miriam Hatibi, que defiende el hiyab. ¿Por qué cree usted que buscan la cercanía de una mujer como usted, que representa todo lo contrario a lo que ellas defienden?

[Risas] Eso se lo debería preguntar a ellas. No lo sé. Yo tuve conversaciones con Najat El Hachmi...

Ella es muy distinta, claro...

Creo que debería preguntar a Brigitte y a Miriam, pero si me pregunta, yo estoy feliz de hablar con mujeres muy distintas. Especialmente cuando son mujeres musulmanas. Porque es importante reconocer que las musulmanes no somos monolíticas. Tenemos diferencias. Sería como esperar que todas las feministas blancas estén de acuerdo. Y no lo están. Tienen posturas muy diferentes respecto al trabajo sexual, a la maternidad subrogada, en temas que son políticamente importantes especialmente en España. Así, ¿por qué deberíamos estar de acuerdo las musulmanas? Discrepamos. Hay quien me dice que está de acuerdo conmigo salvo en un punto, o que está de acuerdo en la mitad de las cosas que digo. Y todo eso está muy bien.

¿Por qué cree que será que las conversas en España son las defensoras más convencidas del hiyab?

De nuevo debería preguntar a ellas. Mi experiencia con el hiyab no será la suya. Yo nací en una familia musulmana, crecí en ella. Gran parte de lo que soy ha sido formado por la manera en que me enseñaron el islam, por la cultura egipcia, la cultura saudí. También he vivido en Reino Unido, en Jerusalén, ahora vivo en Estados Unidos. Soy una mezcla de todo esto... A menudo, y eso sí me molesta, [esta actitud de las conversas] me recuerda que ser mujer musulmana equivale a llevar hiyab. Una de las primeras cosas que hacen algunas mujeres que se convierten es ponerse el hiyab. Inmediatamente. Es la señal de que ahora son musulmanas. Para alguna gente, esa es la señal de que son musulmanas, de hecho. Yo estoy en desacuerdo. Porque quiero que ser musulmana no equivalga automáticamente a llevar hiyab.