“Somos las grandes desconocidas porque la medicina se ha basado siempre en cuerpos masculinos”

El silencio social ante una cuestión cotidiana como los abortos espontáneos llevó a Paula Bonet (Vila-real, 1980) a trasladar su experiencia personal al espacio de lo público. Más que un desahogo, una declaración de intenciones, un “nombrar lo femenino”. Con 'Roedores. Cuerpo de embarazada sin embrión' (Random House), un libro y un cuaderno de cuidada presentación con una animalario dedicado a la que iba a ser su hija, ha querido difundir esos “miedos” para ayudar a otras. Vive desde hace siete años en Barcelona y es licenciada en Bellas Artes. De un tiempo a esta parte se ha convertido en una de las principales embajadoras del feminismo.

Tan pronto lleva sus pinturas a exposiciones en Barcelona, Madrid, Oporto, París, Londres, Bélgica, Urbino, Berlín, Santiago de Chile, Valencia, Miami o México, como escribe libros como éste o los anteriores (Qué hacer cuando en la pantalla aparece The End, 813 Truffaut, La sed, Quema la memoria, Escribe con Rosa Montero y Por el olvido). En esta nueva pieza artística presenta sus reflexiones ante el duelo silenciado de la pérdida gestacional.

¿Más pintora o escritora?

Soy pintora, me formé en pintura. La literatura es el arte que más consumo y que más placer me proporciona. Es el lugar en el que crezco y encuentro respuestas. Pero la pintura es imprescindible para hacerme preguntas que con la palabra no podría hacerme. Es una zona abstracta y de intimidad para relacionarme conmigo misma sin temores y con el mundo. Me acerco a la literatura con muchísimo respeto. No tengo el control que tengo sobre el lienzo a la hora de pintar o dibujar, pero es mucho más estimulante para mí porque me da muchas más sorpresas y me tiene más alerta. La pintura nunca deja de sorprenderme pero fluyo de otro modo. Son disciplinas artísticas diferentes pero que sirven para lo mismo.

¿Cómo decide abordar el tema de los abortos espontáneos?

Es un tema que es físico pero se vincula a lo emocional. Lo femenino siempre acaba ocupando un espacio invisibilizado, emocional y cargado de adjetivos que muchas veces poco tienen que ver con lo que realmente estamos viendo las mujeres. Mi intención con el libro es nombrar lo femenino y que lo femenino esté encima de la mesa, que haya un debate y que forme parte de lo público, que no se reduzca a ser joven y objetivamente atractiva para los hombres, y que la presencia de la mujer no sea solo estar en enormes vallas publicitarias gigantescas hipersexualizadas.

Todo lo que nos sucede a las mujeres, todo lo que le sucede en nuestros cuerpos cuando tiene que ver con la creación de vida no solo es femenino sino universal. Lo que intenta el libro es huir del melodrama, de la pornografía más intimista y mostrar una realidad que sucede con demasiada frecuencia y que no se habla. El hecho de no hablarla hace que un dolor, que ya de por sí es intenso, desagradable y  que te lleva a lugares extraños en los que las taras se imponen, sea más doloroso.

¿Cómo fue su experiencia en este sentido?

He sido capaz de publicar este libro porque me ha sucedido dos veces. La primera vez formé parte de ese silencio colectivo y fue durísimo enfretarme a ello porque no podía nombrarlo, incomodaba, no podía vivir un duelo porque el contexto no te lo permitía por alguien que no existe. Me di cuenta de que tampoco tenía la experiencia literaria. La segunda vez lo viví de un modo mucho más sano emocionalmente, incluso físicamente, y eso era porque tenía la experiencia y las herramientas para enfrentarme a ese dolor. Ya sabía lo que iba a suceder, cuál iba a ser el procedimiento médico, qué me esperaba después del legrado y cómo iba a tener que convivir con un cuerpo de embarazada que no estaba gestando. El dolor es más llevadero y te construye.

¿Cómo cree que puede ayudar su libro?

A mí me encantaría haber podido acceder a literatura que me nombrara como mujer. He accedido pero en un momento en que he sido muy crítica conmigo y con mi formación. La formación emocional e intelectual de hombres y mujeres parte de la experiencia masculina, de que todos nuestros referentes son masculinos, de que el mundo es masculino, de que el léxico es masculino. El hecho de que al abrir los libros en la escuela, en el instituto, en la universidad nos encontremos con autores y que las mujeres, a pesar de haber escrito, pintado, investigado o haber vivido de su trabajo, no aparezcan en ellos y la historia las acabe borrando, es extremadamente doloroso e injusto.

En el momento en que busco referentes femeninos me doy cuenta de que no solo han existido y han sido invisibilizadas sino que grandes obras de la literatura universal, como pueder Frankenstein, se nos han contado desde el punto de vista de un hombre solo por el hecho de ocultar el contexto. ¿Por qué me entero a mis 37 años de que Mary Shelley me estaba hablando de la pérdida, de la vida, de la muerte, del abandono? Tuvo cuatro abortos y el quinto embarazo llegó a buen puerto pero el niño murió a los pocos años. Y de todo eso habla Frankenstein. Es importante el contexto de la obra, o al menos que no se oculte esa información.

¿Por qué cree que no se habla mucho de las pérdidas gestacionales?

Al poco tiempo de nacer, a las mujeres se nos da un niño de plástico. Con dos años, yo le daba el pecho a mis muñecos. Se nos dirige a la maternidad. Cuando empezamos a hablar se nos pregunta cuántos hijos queremos tener. La pregunta no es esa, la pregunta es ¿quieres ser madre? Desde muy pequeñas sabemos que vosotros sois los productores y nosotras las reproductoras. A pesar de que teoricemos contra eso, lo tenemos grabado a fuego, y es muy difícil separar femineidad de maternidad porque el contexto nos lo vende junto.

Cuando tú decides ser madre, que lo decides muy tarde porque tampoco el contexto de permite decidirlo antes, y pierdes el bebé, lo primero que piensas es que tienes una tara, que no estás funcionando como mujer. Yo he podido publicar este libro por todo el trabajo reflexivo que hice entre un aborto y otro, porque incluso la medicina te culpa como mujer. Hasta que no te sucede tres veces, el foco no se dirige al hombre. Vivimos de espaldas a la información. Yo no sabía que a partir de los 36 años en un 25% de los casos el embarazo no culmina. Nosotras somos las grandes desconocidas porque la medicina se ha basado siempre en cuerpos masculinos.

¿Hacia dónde cree se dirige la sociedad en todas estas cuestiones?

Soy optimista pero a muy largo plazo porque una de las cosas importantes de los últimos años es ese despertar en masa de las mujeres y de muchos hombres, ese entender que el feminismo es igualdad, que no es una lucha de género sino de hombres y mujeres contra un sistema. Sobre todo, la aparición de la sororidad y que la nombremos, porque se hace más fácil tocar temas como el que toca 'Roedores' o hablar de manera más cruda sobre lo íntimo femenino que ha habitado en las tinieblas; porque sabes que no estás sola, que hay muchas mujeres y muchos hombres que tenemos la razón de nuestro lado y que están en esta lucha. El problema sería que nos dejáramos llevar por la inercia de lo que sucedió el 8M. Tenemos que estar todo el rato cuestionándonos y que haya un debate. Y sobre todo, que las mujeres dejen de tener miedo a hablar porque así no puedes construir tu yo.

Pero también hay muchos hombres que quieren mantener su posición de privilegio, ¿no le parece?

Pero por lo menos hay debate, hay gestos. El contexto divide los géneros en dos y punto, y no existe nada más. ¡Y existe todo! Está muy bien que una niña tenga su muñeco pero que también tenga su tractor. A mí no me dejaban. Yo he querido poner sobre la mesa este debate en concreto y si 'Roedores' sirve para entender que no existe la maternidad sino las maternidades, que hay muchísimos tabúes todavía alrededor del cuerpo femenino... ¡Gracias Marta Sanz por hablar de la menopausia! Si sirve para que mujeres que todavía tienen ese dolor incrustado y lo puedan sacar...

¿Cómo ha sido el proceso literario de exponer su experiencia?

El diario lo iba escribiendo mientras sucedía y hay textos de los que no me siento muy orgullosa. Quería nombrarlo de la manera más objetiva posible. Para mí era importante mostrar cómo una mujer se puede desquiciar en esta lucha contra el tiempo a la que el contexto nos somete y puede acabar realmente loca por sentir que su cuerpo no está haciendo lo que un cuerpo de mujer normal debería hacer. Pero ya se ha establecido un vínculo físico y emocional con otro ser.

El segundo embarazo fue una experiencia realmente difícil porque los miedos estaban muy presentes. Por más que quisiera alejarlos, no se iban. De hecho, el animalario que le pinté a mi hija mientras la gestaba, sinceramente pensaba, ingenua de mí, que estaba pintando un libro infantil. Y ahora desde la distancia veo que no tiene nada que ver. Ni los colores ni las figuras son amables. Lo que hay en ese libro es todo el miedo de una mujer a la que hacía cuatro meses le hicieron un legrado y tiene un miedo atroz a que eso pudiera volver a suceder. Y sucedió. Por eso digo que necesitamos más historias de mujeres donde el sujeto sea la mujer y necesitamos dejar de vernos a nosotras mismas en los libros, las películas, como lo accesorio, como el personaje que aparece cuando el personaje principal hombre necesita que lo amen, que lo cuiden o que le echen un polvo. Las historias de mujeres no son cosas que solo interesan a las mujeres sino que forman parte del discurso universal.

La adopción es un tema que tampoco está muy encima de la mesa, ¿no?

La maternidad y la paternidad es un deseo, no es un derecho. La interrupción de dos gestaciones en mi caso me ha servido para hacerme la pregunta correcta. Ahora estoy más cerca de la no maternidad, pero en el momento en que decida que sí, si no pudiera, la adopción es una de las posibilidades que más barajo. Porque no se me pueden pasar por la cabeza los vientres de alquiler.

Me indigna cuando, hablando de los vientres de alquiler, hay quien argumenta que alguien puede gestar a un ser para otro de manera altruista. Eso es imposible. Yo he estado embarazada durante tres meses y el vínculo que se crea es muy bestia. Y el dolor por la pérdida es muy bestia también. ¡Qué curioso que justamente las mujeres que están gestando niños para otras personas sean mujeres pobres! Al final se reduce siempre a lo mismo: al machismo y a las clases.