El 4 de mayo de 1939, un agente de Policía llamado Rafael Córdoba rellenaba el expediente carcelario de un joven de 29 años de edad que había sido detenido ese mismo día en la localidad portuguesa de Moura. Al agente que le detuvo le llamó la atención su acento español y, al no llevar nada que acreditase su nacionalidad portuguesa, fue arrestado por inmigración ilegal. Aún no sabía que el detenido era Miguel Hernández, que había comenzado en ese pueblo portugués su calvario por las prisiones de la dictadura franquista.
Ahora, el libro Miguel Hernández, su perdición encontrada, escrito por el onubense Augusto Thassio, ha desvelado algunos aspectos que se desconocían de los cinco días del primer encarcelamiento del poeta. Cinco duras jornadas que pasó en Rosal de la Frontera, localidad onubense limítrofe con el puesto fronterizo portugués donde se rellenó su ficha, y que supusieron el comienzo de su larga estancia en prisión hasta su muerte a los 32 años.
Por cinco pesetas
“Pasar de España a Portugal sin autorización”. Es el delito que muestra la ficha rellenada ese día, que supuso el final del peregrinar de Hernández huyendo de “los de derechas que estaban a punto de ganar la Guerra Civil”, explica Thassio.
Casi todos los historiadores coinciden en que, desde Alicante, llegó a Sevilla, luego a Cádiz y Jerez de la Frontera, y de allí a Huelva, buscando a un abogado en Valverde del Camino para facilitarle el paso a Portugal.
Se bajó de un camión y decidió vender su reloj, regalo de boda de Vicente Alexandre, en la localidad de Santo Aleixo. El hombre al que se lo vendió lo delató a la policía portuguesa “por cinco miserables pesetas”. Cuando la dictadura de Salazar se dio cuenta de que tenía en sus manos a un perseguido de Franco, lo extraditó inmediatamente a escasos metros, a Rosal de la Frontera, y estuvo cinco días internado en una pequeña celda. Ahí empezó su calvario carcelario con las primeras torturas.
Cuando fue detenido, llevaba encima “un billete de veinte escudos, una moneda de cinco centavos y cuatro más de diez; el libro ”La destrucción o el amor“ con una carta de su autor, Aleixandre, y un auto sacramental llamado ”Quién te ha visto y quién te ve, y sombra de lo que eras“, escrito por él mismo.
Curiosamente, aunque era amigo de Vicente Aleixandre o Neruda, en el momento de estar encarcelado en Rosal de la Frontera “no tuvo amigos influyentes que lo pudieran ayudar a escapar. Era cabrero, un hombre del pueblo y para el pueblo, que se compró unas alpargatas para atravesar la sierra hacia el Alentejo portugués”, ha dicho.
La primera celda
Fueron sólo cinco días, pero en Rosal de la Frontera la huella del poeta es indeleble. Su celda se ha mantenido igual que entonces, y una semana cultural revive este septiembre parte de su historia, con actos como una ofrenda floral y lectura de poemas en la celda de Hernández y ante su busto.
Las actividades se trasladarán a los escenarios portugueses de la vida del poeta de aquellos días. Prácticamente se puede llegar a pie, ya que la frontera no está interrumpida por el Guadiana en aquella zona. Una facilidad que, también, fue fatal para el poeta en aquellos días de 1939.
Sin embargo, aún quedan incógnitas por investigar: Miguel tuvo un compañero de prisión, Francisco Guapo. Su mujer le dio al poeta comida y le lavó la ropa. A cambio, le escribió en un papel de estraza el poema “Hombre encarcelado”, con un dibujo del barco que pensaba coger en Lisboa. Ese poema jamás fue encontrado.
Aniversario
Tahssio, nacido en 1950 en Isla Cristina, se enfrenta al que, quizá, es su reto más apasionante, tras haber publicado, influenciado por Juan Ramón Jiménez, García Lorca y el propio Miguel Hernández, obras como “Cartas de un esquizofrénico a Eloísa”, “Cantos y leyendas de Rosal de la Frontera” o “El alma de Isla Cristina”..
En este trabajo, Thassio ha recuperado el expediente carcelario del poeta Miguel Hernández en un libro donde ha recopilado multitud de datos y lugares relacionados con el poeta. El volumen será publicado en conmemoración del 75 aniversario de la muerte del poeta, y servirá para conocer “una serie de datos que los biógrafos de Miguel desconocían”.
Así, el libro recorre aquellos días de la primavera de 1939, desde que fue detenido en Moura y llevado a la frontera española en Rosal de la Frontera“, mediante la investigación y relación con los descendientes del poeta.