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Niño de Elche: “Si el flamenco tuviera que depender solo de Andalucía, sería una mierda”

Con permiso de Rosalía, no hay una figura en la actualidad más controvertida en el orbe flamenco que Francisco Contreras, Niño de Elche. Tampoco más imprevisible. Lo que acaso nadie esperaba era que se adentrara en los predios de la música contemporánea, pero eso es justamente lo que ha hecho, de la mano del ensemble sevillano Proyecto Ocnos. Este fin de semana ha estrenado en el Espacio Turina de la capital hispalense (20.30 horas) la nueva ópera The sins of the cities of the plain, obra del compositor Germán Alonso sobre el libreto de Fabrizio Funari.

El proyecto, que cuenta con el respaldo de la Fundación BBVA y ha sido creado dentro del Banco de Proyectos del ICAS, es la primera ópera escrita en polari (cripto lengua empleada por la comunidad gay en la Londres victoriana) y está basado en una obra homónima, la primera novela con contenido erótico homosexual explícito recientemente hallada en la British Library de Londres. “No buscábamos una voz lírica clásica, sino algo más experimental, para desarrollar el monólogo de un chapero”, explica Gustavo A. Domínguez, de Ocnos. “A todos nos vino a la cabeza el Niño de Elche, no tanto por su costado flamenco como por su faceta más performática”.

Redefinir cantaor

“No estoy acostumbrado a que me pidan cosas que nunca he hecho, creo que no te acostumbras nunca. Pero esa es también la droga”, afirma Contreras, siempre dispuesto a abrazar cualquier movimiento en lo que él llama “proceso de desplazamiento”. Esta vez, al menos, le sobraban los motivos para aceptar el ofrecimiento. “Me interesaba todo de la música contemporánea, los juicios y prejuicios que la rodean, su supuesta endogamia y elitismo, el público y las lógicas con las que se actúa”, comenta al tiempo que señala que “hay mucha diferencia con el flamenco, pero no tanta como pensamos. Son dos formas distintas de educación, pero siempre hay puntos socio-políticos en común: la tradición, la historia, la partitura (en el caso del flamenco, una partitura popular, pero no menos dictatorial que las otras), la cuestión estética, la fidelidad a lo estético…”

El tema es oportuno en la medida en la que se orienta al público sobre cuánto del cantaor Niño de Elche va a ver en escena. El artista se resiste: “Tendríamos que redefinir qué es cantaor flamenco para ver cuánto de lejos o cerca está de lo que hemos hecho”, asevera. “Un cantaor flamenco no sólo depende de lo que canta: su cuerpo da más información que su voz. Todo mi trabajo se ha basado en desmitificar esa construcción de lo que entendemos por cantaor”.

¿Servirá The sins…, en todo caso, para lograr que los aficionados a lo jondo se acerquen a la música contemporánea? “No lo creo. Ya tienen bastante tragedia con que les interese el flamenco, como para que les interesen también otras músicas”, dice.

“La teoría queer plantea un debate más radical”

Otro cantar, nunca mejor dicho, es la idea de que Niño de Elche enarbole la bandera LGTBI en una obra como esta. También lo matiza: “Es más una obra sobre la libertad sexual, pero no desde una homonormatividad. He trabajado en muchos proyectos queer, y mi posición es defender la liberación del sujeto, más que pretender sacar a gente del armario. Estoy encantado de que la gente tenga armarios y bajos fondos, pero que sean gozosos y liberadores. En este sentido, mi posición queer está lejos de las posiciones clásicas LGTBI”.

“En cuanto a libertades, yo diría que estamos en el mejor momento de toda la Historia”, prosigue el cantaor. “Pero la teoría queer plantea un debate más radical. Erraríamos si este espectáculo tuviera un planteamiento gay-friendly, puesto que es también una crítica a ese movimiento y a todo lo establecido. Por ejemplo, el movimiento feminista es contrario a la legalización de la prostitución, pero los chaperos, como el protagonista de esta obra, nunca aparecen. Es como la gente que defiende al pueblo pero no al populacho. El lumpen no interesa. Eso viene de la época de Marx, no es nada nuevo. Los chaperos siguen siendo maltratados, incluso por el colectivo LGTBI. Yo pondría el acento ahí: un chapero llega y te rompe los códigos”.

Para Niño de Elche, “toda esa esquizofrenia sí tiene que ver con los flamencos, que nunca han sido homonormativos. Un flamenco puede ser maricón solo un par de horas, gracias a las drogas o al alcohol”, subraya. “Por eso, todos los espectáculos que he hecho, con Israel Galván, lo de Francis Bacon, con Pedro G. Romero o Paul B. Preciado, o mi último disco, siempre van por ahí, por señalar las grietas de las posiciones estancas”.

Anarquía flamenca

Por último, cuando se le comenta el anuncio del nuevo gobierno andaluz de hacer de la difusión del flamenco una bandera, Niño de Elche saca la artillería. “El problema de Andalucía no es un Gobierno del PSOE o del PP, ¡ojalá! Es un problema sociológico. Y en esa sociopatía; la bandera del flamenco todos la utilizan por igual, lo que es una tragedia para el propio flamenco”.

“La idea que tienen del flamenco es una idea romántica, nacionalista –y por tanto, sectaria–, muy alejada de lo que la práctica del flamenco nos cuenta en sus 150 años de historia. Pero no se quiere aprender de eso, están encantados con que exista una Agencia del Flamenco, un Instituto y lo que venga, y que se gaste pasta en ballets andaluces. Pero todo eso es paja. Por suerte, el flamenco continúa su camino, es un arte sin objetivo, sin identidad, tan líquido que se les escapa de las manos”, agrega. “Aunque lo metan en el Estatuto de autonomía de forma fascista, aunque PP y Vox lo tomen como bandera. Todos son la misma basura, no saben, no se preocupan de ver cómo funciona. Están empeñados en que el flamenco funcione como ellos quieren. Pero ya pueden pagar dos u ocho millones de euros: por suerte, los agentes del flamenco siempre serán más libres que todo eso”.

Y continúa: “Quieren quitar toda esa parte anárquica del flamenco, intentan institucionalizarlo, hacerlo a su imagen y semejanza, pero no son capaces de encerrarlo. Intentan coserlo, pero cada seis meses saltan las costuras. Siempre ha sido así de inesperado. Si al menos esta gente fueran nacionalistas extremos, hasta el punto de meter el flamenco en las escuelas para aleccionar a sus niños, diría que al menos son coherentes. Pero sólo lo usan como eslogan, y detrás de un eslogan por arriba siempre hay fundamentalismo, y por abajo fascismo social”.

Ex flamenco

“Si el flamenco tuviera que depender solo de Andalucía, sería una mierda”, concluye el cantaor, quien se autoproclama ex flamenco: “Nací por él, estuve en él, pero superé esa etiqueta. Defiendo a quien quiera seguir llamándose así, como he hecho al frente del festival de Madrid este año, pero hay un cacao brutal sobre lo que eso supone en la práctica. Yo soy el anticristo, pero tengo que reivindicar, como he hecho, a José de la Tomasa, a La Fabi o a la chirigota del Selu. Y yo no soy un reformista. Morente intentó reformar la palabra cantaor, pero yo decidí que no gastaría energías en eso, por más que en lo que hago siempre haya una parte flamenca: por eso soy ex flamenco”.