La noche de los cristales rotos... y del cine como salvación

La noche de los cristales rotos. No, nos referimos a ninguna revisión historicista de la noche en que empezó a desmoronarse el ideal de Europa como cuna de las más altas expresiones artísticas y de pensamiento (incluido el cine). O sí. Tampoco a una lluviosa noche de noviembre, de las más negras que se recuerdan, en algún punto de Europa. O sí. Valga el símil con el pasado más oscuro del viejo continente para hacer un resumen de la gala de inauguración de la edición número 13 del Festival de Cine de Sevilla (SEFF), que dio comienzo, de manera liviana, humor contenido y cierta ligereza -con un guión que repasaba las supersticiones más generalizadas entre los humanos, tomando como excusa el 13 y pasando por los mencionados cristales rotos, las escaleras, los puñados de sal…- pero que terminó con un emotivo discurso en defensa de los valores éticos del cine, con una reivindicación de esa vieja Europa como tierra de acogida, con espacios para la mujer en cotas de igualdad, como un mundo para el respeto y la reflexión.

El periodista radiofónico Javier Gallego condujo, bajo estas premisas, una gala que fue in crescendo. Sin grandes sobresaltos pero con emotivas píldoras dirigidas directamente al pensamiento, con humor ma non troppo…. Y con mucha presencia del cine de autor que se pasea por la trastienda pero que es menos habitual en los escaparates de la industria. Los primeros compases se dieron en una alfombra roja deslucida por una noche de lluvia intensa en Sevilla, oscura como pocas se recuerdan, pero encendida con el fulgor de jóvenes actrices españolas de impecable presencia: Natalia de Molina, Pilar López de Ayala (miembro del Jurado Internacional de esta edición), MariPaz Sayago, Cuca Escribano y Manuela Vellés, entre otras; acompañadas de potentes presencias masculinas como las de actores andaluces de la talla de Manolo Solo o Antonio Dechent, que también será homenajeado en esta edición del Festival.

Fue todo contenido y previsible: repaso a las secciones oficiales del festival, invitaciones a subir a escena a algunos protagonistas de esta edición, poco discurso institucional (lo que fue muy de agradecer)… Hasta que llegó el momento que sirvió de inflexión de la noche: la entrega del Giraldillo de Honor a una figura del cine europeo que conquistó a los sevillanos en la distancia corta tanto o más que en sus papeles comprometidos en el cine: el francés Vincent Lindon que, a sus 57 años, sigue siendo el seductor de los 90, con otro estilo y quizás otra impronta, pero el mismo resultado.

El público se rindió antes de nada, ante el ejercicio de enorme respeto con su audiencia y anfitriones que supuso ofrecer el discurso de agradecimiento en un más que correcto español. Se había tomado la molestia, y así lo explicó, de pedir que lo tradujeran, y el resultado fue magnífico: “Amo España y el estilo de vida de los españoles, sus horarios de comida, esa estética tan chic pero tan única de aquí que les hace combinar zapatos marrones con un traje oscuro y que yo he copiado para venir a recoger este premio”, dijo entre carcajadas del público mostrando sus pies. También reconoció haber visitado Sevilla en una única ocasión anterior: “Pero estaba enamorado en aquel entonces y no llegué a salir de la habitación del (hotel) Alfonso XIII”…. No obstante, en medio de esta intervención jocosa, Lindon fue el primero que enarboló el deber del cine en la defensa de valores éticos y humanos, que él lleva a rajatabla en casi todos sus trabajos, y tuvo palabras para esos “jóvenes actores y cineastas, en los que yo me veo reflejado muchos años antes, mostrando sus obras en festivales de cine a la espera de la aprobación del público”.

Algún sketch más –brillante MariPaz Sayago criticando el papel que le otorga siempre el cine a la mujer- y el remate con el que Javier Gallego quiso dejar al público con el alma prendida a este festival: “Hemos llegado al final y siento que hemos sido demasiado benévolos: no hemos hablado en absoluto del desastroso panorama político, ni denunciado deshaucios y otros crímenes, no hemos hablado de los refugiados que llegan a Europa con la esperanza de encontrar una tierra de acogida y se encuentran con la intolerancia…”. El público aplaudió a rabiar, pero como la cosa era festiva, el presentador no se pudo resistir al dardo inevitable estos días en Sevilla: la elección del anterior alcalde, Juan Ignacio Zoido, como ministro… “Ministro de qué, de algo así como Interiores, ¿no? Disculpen entonces que no haya podido venir, que estará decorando la Moncloa, allí hacen falta algunas vírgenes y santos”. Ahí es nada.