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La danza andaluza muestra su talento en el Maestranza

La danza contemporánea en Andalucía vive un buen momento. Hay una variedad de artistas y propuestas que están cosechando éxitos y reconocimiento dentro y fuera de nuestra comunidad autónoma. Iniciativas como los tristemente desaparecidos Mes de Danza en Sevilla o la MUDA en Málaga espolearon la creatividad y crearon redes que han dejado una herencia que prosigue su andadura. En este camino, es ejemplar la labor de la PAD (Asociación de Profesionales y compañías para el desarrollo de la danza en Andalucía), que sigue, contra viento y marea, proponiendo iniciativas para vindicar y desarrollar el sector.

Es precisamente la PAD quien organiza Vertebración que tendrá lugar en la Sala Manuel García del Teatro Maestranza de Sevilla los días 29 y 30 de abril, llegando así a su edición número doce. Se mostrará una propuesta cada día, las dos concebidas e interpretadas por mujeres: Rocío Barriga y Laila Tafur. Ambas nos volverán a demostrar que el cuerpo y su movimiento son elementos centrales de cualquier discurso escénico y que, más allá de prejuicios, asomarse a lo que la gente andaluza de la danza está haciendo guarda gratas sorpresas para el público no habitual: belleza y placer, humor gamberro, cuestionamiento y reinvención de las formas de comunicar y contarse, calidad técnica y desobediencia. Esto parece un llamamiento al público que no suele asistir a espectáculos de danza. Y lo es.

Dos miradas

Con la idea de mostrar piezas que llevan un largo recorrido de ensayos e investigación internos, pero no necesariamente terminadas, esta edición nos ofrece el viernes Todo esto no es tradición, de la creadora sevillana Rocío Barriga. Rocío comenzó un proceso de investigación sobre su linaje femenino, para “entenderlas y entenderse a sí misma”. En esa búsqueda se topa con que casi toda la información que encuentra es de sus antepasados masculinos y nada o casi nada de los femeninos. Descubre, además, que hay una larga tradición militar en su familia. A partir de ahí, se plantea cómo trasladar esa investigación privada a la escena: “encarnar lo militar, la ausencia y el dolor”, pero no en busca del drama sino asumiendo el pasado y la herencia visible e invisible, bailando con ellas para “transformar y transformarse” a partir de ello.

En una fase posterior del trabajo, Rocío trabaja con Sara Sánchez para hacer dialogar su cuerpo con la cámara de la segunda, también muy interesada en los temas centrales de la investigación: cuerpo, memoria, tradición, identidad. Además, sigue desarrollando la investigación sobre este Todo esto no es tradición en el máster en investigación en danza del Royal Conservatoire de Antwerp y de Singel en Bélgica. Y ahora siente que ha llegado el momento de compartir su trabajo con el público, arropada por un equipo artístico de confianza, pero sola en escena. Bueno, sola no, la acompañarán “sus ancestros”.  

El sábado, Laila Tafur nos muestra Carne de canción. La artista granadina, de la que hemos hablado aquí, está desarrollando un trabajo sorprendente y gozoso a partir de subvertir retóricas, de desobedecer los caminos establecidos. Para ello, trastoca el formato habitual de la pieza de danza y nos sumerge en un concierto porque desea “que al público le pase lo mismo que cuando va a un concierto”, que no se preocupe tanto de entender la historia o los conceptos de la propuesta, para lo que parece que hay que ser un entendido, sino de fluir y vibrar con lo que pasa en la escena. Para ello, empezó a jugar con teclados Casio y, sin una formación reglada en música, ha ido desarrollando un lenguaje personal en el que se mezclan la música que ella hace con lo que “a ella” le hace la música. El juego no está reñido con el rigor artístico, de hecho, Laila trata de romper esa disyuntiva en su trabajo: todos somos todo a la vez y tras las separaciones siempre laten los intereses del poder.

En esta pieza, Tafur sigue escapando de lo que ahora se llama zona de confort (y toda la vida se ha llamado rutinas, inercias) y, lejos de acomodarse en su sólida técnica corporal y coreográfica, se arriesga a habitar lugares que la hacen vulnerable, a “titilar entre el saber y no saber”.

Como decíamos, Vertebración es un ejemplo más de que hay un plural y fértil abanico de personalidades en la danza andaluza que demuestra que, más allá de insuficiencia de los apoyos públicos, la obstinación y el talento combinados con la solidaridad entre esa gran familia siguen dando hermosos frutos.

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