En 2020, justo antes de la pandemia, la sensación de la cartelera madrileña era una obra diferente. Los Remedios, título que remite inequívocamente al barrio sevillano del mismo nombre, se presentaba como una radiografía de la sociedad hispalense más conservadora en los años 50 que, sin embargo, admitía todo tipo de lecturas incluso para un público que nunca haya cruzado el puente de San Telmo.
Los artífices del montaje son los sevillanos Fernando Delgado-Hierro y Pablo Chaves. Según el primero, también autor del texto, “Pablo y yo somos amigos desde pequeños, y siempre había tenido ganas de trabajar con él. Yo tenía algo en la cabeza, la idea de tocar nuestras raíces y la intuición de que alrededor del barrio en que crecimos había algo que resolver que todavía era una nebulosa. Por una parte, teníamos mucho material gráfico, fotos, vídeos, y por otra una pregunta: ¿por qué hace uno teatro?” Y Pablo, claro, no dudó en embarcarse en busca de una respuesta: “Yo vi claro desde el principio que íbamos a disfrutar, pero qué iba a salir de ahí, de eso no tenía ni idea”, afirma el actor.
Su primera anomalía como vecinos de Los Remedios tiene que ver precisamente con el oficio que ambos escogieron. “En nuestro colegio, el San José, hay mucha tradición de teatro, pero no se tomaba como algo serio”, comenta Delgado-Hierro. “Se estudiaba para ganar dinero, y ser actor podía ser, a lo sumo, un hobby. En la obra quería explorar ese contraste, ese contexto tan hostil a lo que somos ahora. Y hablar de un barrio de derechas, conservador, que por otra parte es en el que crecimos y donde tenemos recuerdos muy interesantes”.
Y su originalidad le ha valido la posibilidad de obtener esta noche del lunes un premio Max como “Mejor espectáculo revelación' o del de 'Mejor autoría revelación'. En Cádiz podrá verse en la Central Lechera los días 23 y 24 de octubre, en el marco del Festival Iberoamericano de Teatro (FIT). Y en Sevilla, en el teatro Central el 26 y 27 de noviembre.
La abuela que cantaba el 'Cara al sol'
“España es un poco eso, ¿no? Esa abuela que cantaba el Cara al sol y a la que le tenías tanto cariño”, sonríe el actor y dramaturgo. “Nos lanzamos a investigar, empecé a escribir, fuimos armando las piezas y se fue materializando como un proceso de ir encontrando cosas para entenderlas, también para librarnos de algunas”.
Chaves, por su parte, recuerda que no fue un camino fácil. “El proceso se prolongó durante diez meses en los que hubo de todo, también muchos momentos perdidos. Pasajes de los de salir a escena y no saber qué hacer, una experiencia desagradable para el actor, pero útil para el montaje, porque de pronto aparece algo y lo ves claro, ¡eso es!”.
La tercera pata de Los Remedios es Juan Ceacero, a quien los sevillanos acudieron para dirigir este proyecto. “Con Fernando habíamos hecho una serie web juntos, y cuando me llamó para participar en Los Remedios, me interesó de inmediato”, dice Ceacero. “Fuimos desbrozando material en un proceso muy largo, entre agosto de 2018 y marzo de 2019, pero resultó muy fácil: cuando los actores son los autores, la relación con el material es muy fuerte”.
Lo que queda patente es que Los Remedios no es un barrio cualquiera. En opinión de Chaves, “cuando naces en un sitio con tanta identidad como Sevilla, y en un barrio tan etiquetado como Los Remedios, o te escupe o te absorbe. O participas de ello o te vas, pero no te puedes quedar eternamente como espectador. La vida nos fue enseñando que había que salir, entender de dónde veníamos y volver. Pero no es algo que tuviéramos madurado, lo hemos ido viendo conforme la obra se gestaba. Ni huyo de ese sitio, ni es mi bandera tampoco. Me define ser de allí tanto como el hecho de haber salido”.
Una obra multigénero
Con estos mimbres, el resultado tenía mucho de inclasificable. “Sabíamos que no queríamos hacer un ejercicio de estilo”, interviene Ceacero, “sino construir una pieza con empaque y coherencia a todos los niveles, algo redondo. Es multigénero, hay comedia, drama, cosas más abstractas, otras más concretas, más cínicas… Pero cuando las cosas se hacen a fuego lento y con implicación, el resultado se ve”.
“La obra tiene mucho de sátira y comedia, hay cosas del teatro de siempre, de Jardiel Poncela, de Mihura, también de Berlanga, ¡hasta diríamos que de Cervantes, porque lo primero que montamos en el cole fueron los Entremeses!”, recuerda Delgado-Hierro. “Sobre todo, nos reímos de nosotros mismos. Todo lo que sucede pasa por nuestra biografía: el pasado vuelve para vengarse un poco de nosotros”.
El efecto que el montaje ha ejercido sobre sus artífices es evidente, pero al principio nunca las tuvieron todas consigo: “Cuando empezamos, surgió la duda. ¿Pero esto va a interesar a alguien? Algo tan ultraparticular, ¿va a decirle algo a uno de Bilbao? ¿Hasta qué punto tiene sentido contarlo?”, evoca Chaves. “Hasta que Juan intervino para decirnos: ‘Todavía no sabéis de qué estáis hablando’. Hablamos de algo muy concreto y verdadero, que se hace universal en escena. Después de estrenar, ha venido gente de Carabanchel o Vallecas, barrios que nada tienen que ver con Los Remedios, y nos ha comentado que cuando vienes de un barrio con una identidad fuerte, rico o pobre, el conflicto está en ti”.
Sin distancia frívola
“Ya decía Tolstoi que si quieres contar algo universal, cuenta la historia de tu aldea”, asevera Delgado-Hierro. “La gente ha conectado, se identifica, venga de donde venga. Y la gente de Sevilla que viene a verlo lo recibe con mucha cercanía, claro, nadie se lo ha tomado mal de momento. Hay crítica, pero no distancia frívola. Prevalece el amor”.
Y Ceacero coincide: “Trabajamos con los tópicos, claro, la educación religiosa, la Semana Santa, la Feria, los profesores, los abuelos… Pero los humanizamos para ir más allá de la simple crítica y del costumbrismo, logrando algo muy auténtico”.
Tras la desescalada pandémica, Los Remedios ha vuelto a la cartelera. Su representación en Sevilla sigue pendiente, si bien había contactos con el Teatro Central desde hace mucho. “Tengo unas ganas de actuar en Sevilla… Será una experiencia fuerte, difícil y placentera a la vez, y habrá a quien no le apetezca escuchar la reflexión posterior, pero estamos deseando ir. Parece una venganza, pero la obra se volvió contra nosotros mismos”, explica Chaves.
Para Delgado-Hierro, sin embargo, se trata de un proceso que acaso no puedan dar por concluido: “Cada función nos insinúa que la búsqueda sigue sin estar completa, que tenemos que seguir indagando. Da un poco de vértigo”.