160 camas y kits “reparadores” en la estación de trenes de Málaga: “Buscamos hoteles, pero estaban por las nubes”

A Vicenta y Salvador les gusta salir con tiempo. Con mucho tiempo. Son un matrimonio de jubilados que lleva marcada a fuego esa forma de viajar con dos reglas básicas: si el tren sale a las 16:20, mejor estar a las 12:20. Y con bocadillo de casa, agua y viandas varias, que estas cosas de los viajes nunca se sabe, las carga el diablo. Así que este lunes por la mañana, tras un par de meses disfrutando del sol en su apartamento de Nerja, subieron sus maletas a un taxi y enfilaron camino de la estación María Zambrano de Málaga, listos para que un tren los llevara de vuelta a Barcelona. Pero este martes por la mañana seguían a 1000 kilómetros, ellos y sus agapornis, tras una noche compartiendo techo con otras 150 personas en la estación de trenes malagueña. “Y muy agradecidos, porque no nos han dejado de ayudar en toda la noche. No tenemos queja, ni creo que nadie la pueda tener”, dice la mujer, que lleva 20 horas en el recibidor de la estación. Les han dicho que con el mismo billete podrán viajar.
Lo que ocurrió la pasada noche en la estación de trenes María Zambrano, y en otras de las grandes ciudades de España, no tiene precedentes en tiempos recientes. Aquí, 160 personas han dormido (o intentado dormir) después de recibir mantas y un kit de “comida reparadora”, con atención prioritaria a personas vulnerables y personas que ya llevaban horas sentados en la estación: galletas, chocolatinas energéticas, agua, zumo y poco más. Es el kit que Cruz Roja tiene preparado habitualmente para quienes llegan a Puerto tras ser rescatados por Salvamento Marítimo, explica Samuel Linares, coordinador provincial de la entidad, que ha coordinado las labores de asistencia y destaca la colaboración de los ciudadanos.

Esta vez, la estampa estaba en la estación de trenes: decenas de camas plegables dispuestas en fila en el recibidor central ponían la imagen distópica final a un día que nadie pudo imaginar al amanecer. En principio se intentó limitar la entrada a la estación a aquellos con billete. Pero ante la imposibilidad de muchos para acceder al billete electrónico, las puertas se abrieron finalmente para todos. En la estación de autobuses y en el aeropuerto no hizo falta despliegue.
Pasadas las 10:30 de la mañana, Cruz Roja ultimaba la retirada de las camas y el resto del material, pero lo dejará a mano. “Siempre hacemos planes en la peor contingencia: estamos retirando todo, pero lo estamos dejando almacenado con la posibilidad de poder activarlo en cualquier momento. Queremos que ya no pase nada, pero siempre puede haber cualquier eventualidad que nos obligue a tener que montar el dispositivo y se montaría sin ningún problema esta misma noche”, explica Linares.
“La decisión más simple era dormir en un parque”
Para muchos, el día había empezado con una mañana llena de luz en un rinconcito de la Costa del Sol, pero se apagó al llegar a Málaga. Borja Alonso y Ángel Vállegas y otra docena del Cucumber's Dance Studio de Coslada habían pasado el fin de semana en Fuengirola en el Level Up Dance, un campeonato de danza urbana. Tenían el tren de regreso a Madrid a las 15:30, pero cuando llegaron a la estación se encontraron con que no saldría. Así que Borja y otros compañeros se dedicaron a buscar sitio en el que pasar la noche, pero no había manera. “Buscamos hoteles, pero todo estaba por las nubes, me imagino que subieron los precios”.

Así que regresaron a la estación al caer la noche. La de Málaga había permanecido cerrada para todos los que trataban de acceder desde fuera, pero a las ocho de la tarde empezó a aplicarse la decisión de ADIF de habilitar las estaciones de las grandes ciudades como refugio de emergencia. En torno a las 23:30 llegaron los voluntarios de Cruz Roja con sus mantas y “kits reparadores”, que empezaron a repartir pasada la medianoche.
También ha dormido aquí Paul Bonavía, un maltés que este martes buscaba un vuelo que le devuelva a su país. Como no lo había para hoy, alargará su estancia un día más, que pasará en el hotel: “Ha sido muy estresante. Necesito un descanso en condiciones y dormir bien”, dice con apenas un hilo de voz.
Julián Zapata y su familia pasaron la noche al raso en un parque cercano a la estación de autobuses de Málaga, sin saber que apenas a cinco minutos, en la de trenes, se había habilitado un recinto de emergencia. Buscaron una zona más abierta, con un poco de luz de emergencia del centro comercial y “alejados para estar lo más tranquilos posible”. “La situación lo ameritaba: no teníamos otra opción y tuvimos que improvisar. No teníamos posibilidad de buscar en Internet hostales y la decisión más simple fue dormir en un parque cerca y apenas amanezca nos vamos”.
“Algo muy impresionante que vimos fue una familia, un hombre y una mujer con sus dos hijas, con bolsas del Mercadona preguntando si queríamos comida o agua. Ya teníamos bocatas y agua y no les pedimos nada, pero era una familia malagueña ayudando a gente en la calle. Fue muy emotivo”, relata el joven, quien se va con una buena impresión. “En los restaurantes o de todos los lugares donde íbamos ayer, la gente se hacía la idea de lo que iba a pasar cuando estaba anocheciendo. Fue muy cálida la gente de Málaga”.
A las 5 de la madrugada, la luz volvió a la estación. “Es que anoche venía un poquillo la luz y la gente se liaba a aplaudir. ‘Que ya vienen los trenes!’ Y ¡qué va, qué va! ¡Madre mía!”, resume Vicenta, mientras apunta a sus agopornis: “Les hemos echado agua para que se bañen. Así que están aseados los animalitos y llevan su billetito”. Con suerte, estarán de vuelta en Barcelona esta tarde, tras la noche más extraña que se recuerda en la estación que se convirtió en albergue.

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