Mientras todo se teñía de negro la pasada primavera, Alozaina, un pequeño municipio de poco más de 2000 habitantes al pie de la Sierra de las Nieves, en el extremo occidental del malagueño Valle del Guadalhorce, vivió un inesperado boom laboral. Una fábrica textil, el último resto de una industria que en los setenta daba trabajo a medio pueblo, pasó de bordear el cierre a establecer dobles turnos de producción. De la noche a la mañana, Texlencor volvió a funcionar a pleno rendimiento, como hacía décadas. Estaba fabricando material de primera necesidad.
Con el grifo de los suministros de material sanitario seco, durante diez meses abastecieron de batas quirúrgicas y otros materiales al Servicio Andaluz de Salud. Fabricaron unas 550.000 de abril a comienzos de febrero. Entonces les dijeron que ya no se necesitan tantas batas o, al menos, no se necesitan las que se fabrican en Alozaina. Unos sesenta trabajadores, la mayoría mujeres, están de nuevo en el paro. Y Alozaina ha vuelto a perder la industria que durante décadas tuvo, y que por unos meses soñó con recuperar.
Santiago García, su dueño, se lamenta: “Estamos derrotados”. Los trabajadores maldicen su suerte. Y el alcalde y el resto de grupos municipales, piden que, ahora que ya no parecen tan imprescindibles, no se les deje tirados para comprar en mercados más baratos. El ayuntamiento ha pedido que se declare que el material sanitario es de “interés estratégico”. Razonan que esto permitiría seguir produciendo en España y garantizaría el suministro en momentos de crisis. Además, permitiría mantener un buen puñado de puestos de trabajo en un pueblo que apenas tenía esta fábrica y el verdeo de la aceituna como motores de empleo.
La última empresa textil de Alozaina que revivió para producir mascarillas
Texlencor ha vivido en su economía el auge y (potencial) caída de la pandemia del coronavirus. A finales de 2019 era una empresa al borde de la desaparición, sostenida por el empeño de Santiago García y Virginia Trujillo, que la habían fundado en 1989. Durante años sobrevivieron a contracorriente, fabricando productos sanitarios para otras empresas, mientras la producción textil se marchaba a China, Vietnam o Marruecos. Pero en la última temporada normal, la 2018/2019, apenas mantenían a 15 o 20 trabajadores fabricando pijamas y bañadores de caballero. En diciembre parecían abocados al cierre.
Todo cambió en marzo, en aquellas semanas en las que era imposible hacerse con una mascarilla. “La gente apenas se tapaba con la bufanda, la mano, mascarillas de papel…”, recuerda hoy el alcalde de Alozaina, Antonio Pérez (PSOE). Fue él quien planteó a Texlencor que fabricara mascarillas para repartirlas gratuitamente entre los vecinos del pueblo y de otros municipios cercanos. Según Santiago García, repartieron cerca de 40.000.
La acción tuvo repercusión en algunos medios de comunicación y volvió a situar a Texlencor en el mapa. A mediados de abril, recibió el encargo que la ha sacado a flote hasta ahora. Cardivais, S.L., una empresa del Parque Tecnológico de Málaga, había recibido un encargo de emergencia de parte del SAS: necesitaba fabricar con urgencia un millón de batas quirúrgicas. Cardivais pidió ayuda a Texlencor.
Sesenta nuevos empleos
El encargo revivió en Alozaina los días de esplendor de los años 70 y 80, cuando hasta 350 personas llegaron a trabajar en el textil. Durante diez meses, 60 trabajadores, la mayoría mujeres, han doblado turnos, con picos de producción de hasta 5.000 batas al día. Muchas llevaban años en el paro o en trabajos precarios. Es el caso de Paqui Gómez, que tiene 45 años, y trabajaba dos horas en el comedor escolar y en la limpieza doméstica, sin asegurar. “Por suerte, no dejé el comedor”, explica ahora.
Desde el 25 de junio, Pepa Muñoz venía cada mañana desde El Burgo. Antes tuvo un taller de tapicería o conseguía empleos a través de la bolsa municipal, pero ya llevaba años en paro. Este trabajo le ha permitido recuperar su antiguo oficio, que dejó cuando cerró la cooperativa de su pueblo, hace 17 años. Ahora tiene 55. “Una edad muy complicada para encontrar trabajo”. Como la mayoría, no ha acumulado los suficientes meses para generar derecho a la prestación de desempleo.
Para Sergio Arias, la oportunidad de trabajar en su pueblo fue “como si me hubiera tocado un cupón”. Este ingeniero técnico, con amplia experiencia en gigantes como Siemens o Thyseen Krupp, estaba desempleado. “Estamos en vía de extinción. Nos hemos dedicado a vivir del turismo y del sector servicios, la industria ha ido desapareciendo y los ingenieros nos tenemos que marchar al extranjero”, comenta. Arias, que ahora tiene 49, firmó su primer proyecto hace 23: “Se lo hice a Santi. Antes era la típica empresa que trabajaba en cooperativa, en un sótano. Apostaron fuerte e hicieron una nave industrial, de 1000 metros cuadrados”.
Por eso, cuando en julio Santiago García le ofreció un trabajo para mejorar los métodos y los tiempos de producción, no lo dudó. Más de dos décadas después, Texlencor volvía a acometer una gran inversión. Nuevas máquinas, porque las batas tienen una parte tejida a hilo y otra por soldadura; vehículos y carretillas elevadoras; y una inversión para aclimatar la nave. “Buscamos un sistema de calefacción por infrarrojos, para no tener masas de aire caliente. No hemos tenido ni un caso de covid”, comenta el ingeniero. “Ahora, a tirar de desempleo”, comenta resignado. “O a reinventarnos”.
“La Junta nunca ha contratado directamente a Texlencor”
La decepción en el pueblo es proporcional a las expectativas que se crearon. Después de diez meses a pleno rendimiento se había generalizado la idea de que el trabajo iba para largo. “Una empresa textil de Alozaina reabre para fabricar material sanitario y con trabajo para tres años”, titulaba la Cadena Ser el pasado abril. En la empresa contaban con participar en la producción de hasta tres millones de batas.
Las declaraciones de los responsables públicos durante el pico de la pandemia abonaron la tesis de que habría tajo. “Tenemos capital humano, recursos y audacia para hacer de Andalucía un referente en la provisión de servicios sanitarios en estos momentos”, dijo Juanma Moreno en la sede de Diseños NT, una empresa de fabricación de mascarillas de Alcalá La Real, puesta por entonces como ejemplo por las autoridades. Se apostaba por el autobastecimiento para no depender de “mercados exteriores ni de otras comunidades autónomas”. El “futuro” pasaba por apoyar “de manera firme y decidida” al tejido empresarial local, decía la Junta de Andalucía, que “aplaudía” la “innovación y audacia” de este tipo de empresas.
Era 28 de abril, y abundaban las informaciones sobre las compras de material sanitario en el extranjero, mediadas por comisionistas. “Fue una satisfacción escucharlo. Ya era hora de que se reconociese el esfuerzo. Pero ahora es una decepción”, lamenta Santiago García.
“La Junta nunca ha contratado directamente a Texlencor, ya que es una subcontrata de otra empresa, Cardivais, a la que el SAS le encargó material textil directamente por la vía de urgencia”, alegó este viernes Patricia Navarro, delegada del Gobierno andaluz en Málaga. “Una vez que está completa la reserva, se sigue adquiriendo este material a menor volumen”, señaló Navarro, que añadió que la administración andaluza gestiona “el dinero de todos los andaluces atendiendo a los criterios de racionalidad, transparencia y eficiencia”. La administración no remitió el encargo con Cardivais a este medio. Cardivais no devolvió las llamadas.
“¿Ya no nos acordamos de cuando los sanitarios no tenían material?”
El ayuntamiento ha escrito a Moreno y también a Pedro Sánchez, a quien han pedido que declare el “interés estratégico” de mantener la producción del material sanitario en España. “¿Ya no nos acordamos de cuando los sanitarios no tenían material? ¿De cuando esperábamos los aviones de China como agua de mayo? ¿De los sanitarios cubiertos con bolsas de basura con un boquete en la cabeza?”, se pregunta el alcalde.
Al argumento de la seguridad nacional se añade el económico. “Para nosotros es traumático. Son 70.000 euros que van a dejar de circular mensualmente en la economía local”, advierte Antonio Pérez. “Ahora esas personas tendrán que chupar de la teta del Estado y las administraciones”. El ayuntamiento ha hecho cuentas. Los sesenta trabajos perdidos aumentan más de seis puntos la tasa de paro, hasta el 33,30%.
“Existe la oportunidad, gente formada, instalaciones… Vamos a permitir que haya trabajo en los pueblos, y que la gente se fije al territorio”, pide el alcalde. “Durante muchos años, con distintos colores políticos en todas las administraciones, hemos estado mirando a otro lado. Vienen cuatro millones de parados y aquí hemos encontrado un nicho de empleo. No cabemos todos para ser camareros y limpiadores de hotel”.
En la nave de Texlencor se almacena el tejido, ahora que nadie lo transforma en las batas que ya parecen sobrar. “Yo no puedo competir con lo que viene de China”, admite Santiago García. Pero me gustaría saber si sale más rentable comprarlo allí, perder los puestos de trabajo y pagar el desempleo de 60 personas, que comprarlo aquí“.