Cristina Montiel Molina es catedrática de Geografía en la Universidad Complutense de Madrid y ha sido directora del Departamento de Análisis Geográfico Regional y Geografía Física durante ocho años (desde 2010 hasta 2017). Dirige desde 1997 el Grupo de Investigación 'Geografía, Política y Socioeconomía Forestal' e imparte asignaturas de Ordenación del Territorio y Geografía de España. La experta, que dirige una línea de investigación sobre incendios forestales históricos en el marco del Plan Nacional I+D+i, explica que el concepto de generaciones de incendios que se está manejando tiene que ver con cómo se relaciona el comportamiento del fuego con la estructura del paisaje, pero que las labores de prevención son muy importantes a la hora de gestionar y abordar este tipo de fuegos forestales.
¿El incendio de Sierra Bermeja tiene unas características que lo hacen de alguna manera insólito o inédito?
Sí, pero no sorpresivo. O sea, no nos sorprende. Habría que hacer un análisis más sereno y no tengo todos los datos para asegurarlo, pero sí se puede decir que es un hito y que es muy señalado. El incendio que hubo en Gran Canaria hace tres años, que lo gestionaron de una forma espectacular, también era de sexta generación. Con esa situación de interfaces, en la península ibérica sí creo que es el primero.
¿Qué significa que el incendio sea de sexta generación?
En un incendio de este tipo estás perdido, porque el fuego se ha convertido en un ente con alma, en una cosa, un monstruo que va por libre y va a desarrollar su propia atmósfera, precisamente porque se abandonado la gestión y se ha ocupado todo ese territorio.
¿En qué nivel pondría la responsabilidad de la gestión previa en la zona en la que se ha producido el incendio? ¿Las administraciones podían haber hecho algo más para que esto no se hubiera producido?
Sí, y en un nivel muy elevado. Me parece de una irresponsabilidad terrible lo que hizo el presidente de la Junta de Andalucía saliendo en la televisión el primer día diciendo que iba a cazar a los culpables, porque lo que estaba haciendo, y no es ningún ignorante y sabía muy bien lo que estaba diciendo, era lanzar balones fuera. Lo que está haciendo es trasladar el foco a la causa, al momento en el que el incendio se produce. A ese señor habría que decirle, sea quien sea el culpable, que el incendio habría sido igual. Me da igual, entre comillas, que hayan tirado una colilla, que hayan querido hacer daño o que sea un accidente, desde el punto de vista del comportamiento del fuego. Aquí el problema no es quién, aquí el problema es cómo está quemando. ¿Por qué no se pregunta ese señor qué hemos hecho para que el incendio haya podido convertirse en una cosa, para que haya podido tener vida propia? ¿Qué hemos hecho para permitir que aquí podamos tener un ente con vida propia?
¿A qué se refiere en concreto?
Lo primero que el presidente no ha hecho es no garantizar una gestión adecuada de los montes públicos. Usted no está contratando al personal que necesita para hacer una silvicultura y mantener el bosque. El bosque es como si fuera un jardín. Hay que gestionarlo porque usted tiene nada menos que un pinsapar ahí. ¿Cuál es su gestión? ¿Decir que ahí no pueden entrar los excursionistas? ¿Regular el tráfico? ¿Regular el turismo de fin de semana? ¿Esa es su gestión? Haga el favor de organizar brigadas silvícolas para gestionar ese combustible. Si usted hubiera gestionado el combustible, no tendríamos este incendio.
¿Qué características tiene un incendio así?
El fuego genera lo que llamamos procesos convectivos, donde nos olvidamos ya del del viento, del relieve, de la vegetación. El fuego es un torbellino que va a desarrollar un proceso de convección que va a dar lugar a lo que llamamos pirocúmulo, que es una nube de fuego. Se pierde ya no solamente la capacidad de extinción, con llamas de más de tres metros de altura, de temperaturas inasumibles, sino que los aviones ya no sirven para nada y lo único que se puede hacer es cortafuegos, quemar combustible para ponerle barreras para, cuando llegue, no tenga nada que quemar. Es como la guerra.
¿Cómo podría evolucionar?
Hay que esperar a que no tengamos la mala suerte que se desplome y sea un incendio explosivo. Como ese pirocúmulo toque techo y se desplome, directamente va a llover fuego. Eso es lo que pasa en California, por ejemplo, y es peligrosísimo. Contra los incendios de sexta generación por desgracia no se puede luchar. Lo único que se puede es desarrollar una estrategia defensiva de tratar de establecer prioridades y defender lo que más importe. Es decir, el incendio no lo vas a poder contener. Lo único que puedes hacer es tratar de dirigirlo hacia donde menos daño pueda hacer, y confiar en que cambien las condiciones meteorológicas, porque el incendio solamente se consigue apagar así. Ya es un incendio que depende mucho de los factores meteorológicos, del clima. La sexta generación tiene que ver con el abandono de la gestión y con el cambio climático, y directamente es una nube de fuego.
¿Se ha producido algún otro incendio de este tipo en España?
Sí, concretamente en Ávila, el pasado agosto, donde se quemaron 22.000 hectáreas. Pero hay una diferencia muy importante con el de Sierra Bermeja: la ocupación del territorio no es comparable. En este lugar de la provincia de Málaga se ha desarrollado ya la cuarta y la quinta generación, y en la Sierra de Gredos no ocurrió eso. Tuvo lugar una dinámica de pirocúmulos, pero sobre un territorio de tercera generación. En Pedrógão, en junio de 2017 en Portugal, tuvieron peor suerte porque lo que ocurrió con aquel pirocúmulo, con aquella nube de fuego, es que llegó a reventar. Es como una explosión nuclear. Y eso aquí no ha ocurrido nunca.
¿Qué otras medidas preventivas se podían haber tomado?
Gestionar los planes de ordenación del territorio y aplicar la ley para que esas urbanizaciones y esos chalets tengan un perímetro alrededor de seguridad. ¿Lo tienen? No. Además, habría que hacer educación pública, como se ha hecho en Gran Canaria. ¿Sabe por qué en Gran Canaria no hubo una catástrofe? Pues porque en el Cabildo se llevaban siete años trabajando con la población para explicarles cómo tenían que comportarse cuando ocurriera el fuego. Porque sabían que iba a ocurrir. Lo de menos es la causa. Hay que trabajar con la población para que la población luego no sea una cosa estúpida que se pone en un polideportivo a decir hoy no hay derecho. ¿Usted sabe dónde está viviendo? ¿Usted no ha tomado medidas para que esto no pasara? ¿Usted cree que el papá-estado es el que tiene que resolverlo todo? ¿O que los bomberos tienen que entrar a jugarse la vida? ¿Usted no cree que los bomberos son personas también?
¿También es responsabilidad de la población?
Para conseguir que la sociedad sea corresponsable, el dirigente tiene que cumplir su función pública, y la función pública es dar ejemplo, educar y concienciar, trabajar con la población, con los ayuntamientos, con las asociaciones, con las comunidades de vecinos. ¿Ha trabajado con ellos? No. Esas tres cosas son responsabilidad de ese señor y ahora dice que va a hacer una cacería. Eso no se ha hecho y eso hay que hacerlo.
¿Las labores preventivas evitarían incendios de estas características?
Aquí estamos en un lugar de cuarta y quinta generación. No se está haciendo prevención, por eso tenemos sexta generación. Si se estuviera haciendo prevención, no tendríamos sexta generación, a pesar del cambio climático. O la tendríamos, pero sabríamos cómo actuar. Es como cuando te viene una pandemia y la primera vez dices que te ha pillado desprevenido. O como cuando te dan una bofetada: la primera es culpa del otro, pero la segunda ya no. Si al lado acabas de tener el incendio de Pedrógão, tú no estás fuera del mundo sino en el mismo planeta que todos.