El efecto de la pandemia sobre el turismo deja el centro de Málaga vacío: “Todo ha caído desde muy arriba”

Es una mañana de verano, pero en el Museo Picasso de Málaga todo es distinto a lo que solía ser. No hay nadie a la entrada. A finales de julio, la pinacoteca anunció que suspendía la exposición temporal del otoño, igual que en abril suspendió la exposición “Arlequín”. Sin turistas, no hay público suficiente. Frente al museo, Virginie Brion suspira: “Julio y agosto era la temporada alta, con muchos franceses, alemanes e ingleses. Pero este año es como si estuviéramos en enero. Las cifras de ventas se han dividido entre seis”. Esto se refleja en el empleo: “Normalmente somos cinco o seis personas, y en verano contratamos a tiempo parcial. Ahora estoy yo sola”. Es la encargada de una tienda de souvenirs que también vende productos “picassianos”. “Mira el museo. Normalmente tenía cola fuera… Todo ha caído desde muy arriba”, concluye.

La vinculación casi exclusiva de la economía del Centro Histórico de Málaga al turismo ha producido decenas de casos como este. Negocios de hostelería, franquicias y tiendas orientadas al crucerista semi vacías en plena temporada de verano. En algunos casos, la sensación es de abatimiento. “Ya ve usted cómo estamos. Prefiero no decir nada, por favor”, responde el encargado de un local de souvenirs en calle Molina Lario.

El turista no ha llegado este verano ni por mar ni por aire, y no se le espera a corto plazo. Fuentes del Puerto de Málaga explican que la previsión a comienzos de año era recibir 290 escalas en 2020, 103 de ellas entre abril y agosto, con unos 200.000 cruceristas. No ha llegado ninguna. El aeropuerto de Málaga perdió 6,3 millones de pasajeros en el primer semestre, un 70% de la cifra del año anterior. La tendencia se acentuó en julio, cuando algunos países empezaron a aplicar cuarentenas a los ciudadanos procedentes de España. En julio de 2019 el aeropuerto de Málaga registró 2.228.460 pasajeros; un año después, 575.724 (el 74,2% menos). El centro de Málaga se ha quedado sin el ingrediente principal de los últimos años: el visitante foráneo.

“Haz barrio” en el centro

Los restaurantes de la Plaza del Carbón y la Plaza del Siglo son hoy un pálido reflejo de lo que eran. En torno a las 13.30, hora punta para los extranjeros europeos, no hay ni una sola terraza que tenga ocupadas ni la mitad de sus mesas. Varias están vacías. Otros restaurantes están cerrados. Sebastián Fernández no ceja en su empeño: vende las bondades de su carta a todos los que deambulan por allí, pero sólo una familia británica ocupa mesa en terraza. “El Covid ha hundido el centro de Málaga”, dice. La facturación ha caído en torno al 60%. “Desde la una del mediodía a la noche, a lo mejor facturamos 200 euros”. La contratación está al 40%. Este restaurante solía contratar empleados extra por días cuando arribaba un crucero.

Abrió a mediados de julio y aunque la previsión es que se mantengan “al mínimo” durante el otoño, cuenta que otros en la zona cerrarán. La única esperanza es el cliente malagueño. Por eso, el Ayuntamiento puso en marcha un plan para facilitar el desplazamiento desde los barrios al centro: regala viajes en autobús, entradas a museos municipales y bonos de aparcamiento a quien compre y consuma en el centro.

Fuentes de MAHOS, la patronal hostelera malagueña, explican que la facturación en el Centro ha caído al 40%. No disponen aún de datos de cierres de locales, pero fijan la vista en la Semana Santa de 2021. Piden más exenciones fiscales municipales: “Cualquier ayuda es una inversión a futuro”. “Es el barrio menos poblado de Málaga y cuando cae el turismo la presencia de gente es menor”, admiten los hosteleros.

La campaña de apoyo a los locales del centro se llama “Haz Barrio” y ha impulsado un debate, muy vivo en redes sociales, al que el Ayuntamiento ha hecho oídos sordos durante años: ¿ha expulsado el modelo turístico a los malagueños del centro de Málaga? Si es así, ¿por qué se apela ahora a una especie de obligación moral para que lo rescaten? ¿Por qué impulsar el consumo en el centro y no en los barrios, que han resistido mejor a esta crisis? ¿Se puede corregir o matizar el modelo del centro en los próximos años? Desde MAHOS creen que el debate es “ideológico” y “perjudica a la ciudad”.

Un debate abierto

La Asociación de Vecinos del Centro Antiguo de Málaga lleva mucho tiempo denunciando que la zona se había convertido en un área recreativa destinada a agasajar a los turistas con paellas prefabricadas y copas baratas en la vía pública. Ha presentado instancias contra los excesos de ruido, de ocupación de la vía pública o de viviendas turísticas, exigiendo el cumplimiento de las ordenanzas, pero denuncia que suelen caer en saco roto.

El contexto de sus quejas es que en el centro de Málaga cada vez es más difícil vivir, como demuestra su progresiva despoblación. La queja es que no hay viviendas, sino apartamentos turísticos; no hay comercios de proximidad, sino franquicias; no hay servicios, sino bares. “Se lleva mucho tiempo priorizando la economía de unos pocos a costa de todos, con el mantra de que dan mucho trabajo. Habría que estudiar qué clase de trabajo”, opina Alfonso Miranda, presidente de la asociación. “El centro se ha preparado para lo que no era: un parque temático. Ese modelo siempre ha sido erróneo, pero estas circunstancias demuestran que además es imposible. Lo que había no va a volver. Es un modelo muerto”, zanja.

La oposición también está en esta tesis. Dani Pérez, portavoz del PSOE, recuerda que el propio OMAU (un organismo municipal) apuesta por un mix de usos comercial, turístico y residencial. “El centro no está concebido como un barrio donde se pueda vivir, y el malagueño siente que se ha quedado para el turismo. Mientras no haya vecinos en el centro, estará como una ciudad fantasma”. El PSOE pide una zonificación de usos, nuevas normas urbanísticas que separen el alquiler turístico de las zonas residenciales e incentivar la transformación de viviendas vacías en alquiler residencial.

“Lo que ha hecho la pandemia es evidenciar las fallas del modelo de centro y ciudad que se ha impulsado en la última década”, apunta Eduardo Zorrilla, portavoz de Adelante Málaga. “Las calles de una pequeña almendra del centro han servido como escaparate, pero esto ha provocado problemas de convivencia y la expulsión de los vecinos. Cuando desaparecen los visitantes surgen estos problemas”. Zorrilla plantea moratorias a la concesión de licencias de hostelería en zonas saturadas, una política fiscal que incentive el alquiler residencial y el uso de la normativa urbanística y la inspección para poner orden en las viviendas turísticas.

“Abrir el debate sería reconocer el error”

Es dudoso que el equipo de Gobierno esté en esa línea. En el borrador del plan de reactivación de Málaga, presentado a finales de julio, no se vislumbra nada parecido a matizar el modelo turístico. “Abrir el debate sería reconocer el error”, apunta Dani Pérez. Este medio ha intentado en vano recabar una posición del Ayuntamiento.

Vicente Granados, profesor de Economía Aplicada de la UMA, exsecretario general de Turismo de la Junta de Andalucía y director del Plan Estratégico de Málaga (1992-96), recuerda el proceso de transformación que el centro ha acometido en las últimas décadas. “El centro era una cosa bastante patética por el abandono. Las guías decían que había que evitar Málaga, porque no había nada que ver”, apunta.

Tras el fiasco de la candidatura a la capital cultural europea, Málaga “entró en el movimiento internacional de tomar, en el sentido literal, los centros de las ciudades y los vuelos de bajo coste. Turismo de estar y tirar”, dice el profesor. “Una ciudad teatro en la que los figurantes son los turistas” porque no hay ciudadanos.

Para Granados, “el mal está hecho” porque las cifras de turistas de los últimos años son irrepetibles. Pide dar “actividad” al centro de Málaga diversificando los usos y fomentando el alquiler a gente joven que revitalice el centro. “¿Va a haber cadáveres? Claro. Hay que mantener la actividad, pero no se puede mantener bares abiertos con un cliente y subvencionarlos para que cobren tres empleados. Eso es tirar el dinero y engañarnos”. El gran reto, dice, es “no volver a hacer lo mismo”, porque a corto y medio plazo no se recuperarán las colas en los museos, las terrazas atestadas de turistas, los cruceros en el puerto. “Y un centro vacío no hace nada”.