- ¿Qué le pedirías a un político que visitase tu barrio?
- Yo le pediría… que no existiera esto.
Juana Santiago tiene 21 años, vive en Los Asperones y, como muchos de sus vecinos, cree que votar no sirve para nada, aunque sí tiene claro lo que quiere: un final para este barrio.
Hace 32 años unos políticos y técnicos comunicaron a 150 familias, casi todas de etnia gitana, que debían dejar sus chabolas en distintas zonas de Málaga e irse a vivir a otro sitio. A aquel otro lugar, aislado de todo, lo llamaron Los Asperones. A los vecinos les dijeron que estarían poco tiempo, cuatro o cinco años, mientras se les buscaba una ubicación mejor. Hasta ahora. Cada poco tiempo, algún político les promete que muy pronto serán realojados. Pero, en lugar de eso, casi todos los problemas se han agravado. Apenas hay alumbrado, no hay contenedores de basura ni papeleras, y ni mucho menos un parque infantil.
Las cifras dicen que el 92,3% de su población está en desempleo y que el 89% no tiene titulación académica. El 72,7% no votó en las elecciones del pasado 26 de abril, pero nadie se extraña. “Es gente que lleva 32 años siendo abandonada institucionalmente. Si te abandonan los políticos, ¿para qué vas a ir a votar?”, se cuestiona Cristóbal Ruiz-Román, coordinador de un grupo de investigación de la Universidad de Málaga que elaboró el estudio Asperones, 30 años de exclusión. Es probable que este sea el distrito electoral con más abstención de España.
“Todos son igual”
Juana Santiago no sabía que este domingo se celebraban elecciones y no ha votado nunca. “Soy de las que piensa que para qué”, dice. “El barrio lleva muchos años así, y creo que no hacen nada…”. No hay un interés por la política en su entorno, y lo poco que aquí perciben es que nadie se ocupa de un problema que las administraciones crearon. La Junta de Andalucía cedió el terreno al Ayuntamiento de Málaga, y desde entonces se pasan el problema como una pelota de tenis.
“La clave es que la gente vive al día. Es muy difícil crear estructuras de participación para el futuro, porque es mañana. Más allá de mañana no sabemos lo que vamos a comer y eso para la participación es complejo”, explica Patxi Velasco, director del Colegio María de la O.
En las últimas elecciones municipales, unos 25 vecinos fueron a votar porque Pedro Moreno, un educador social, pasó la mañana llevándolos en coche. Algunos lo hicieron, pero tacharon su papeleta para votar nulo y expresar así su descontento. “Te dicen que son todos iguales”, comenta Moreno.
Hay, además, una dificultad material: aunque se trata de un distrito con unos 900 votantes censados, no hay colegio electoral. Tienen que desplazarse al Colegio Luis Cernuda, en Huertecillas, a cuatro kilómetros. Para llegar andando hay que caminar por carreteras sin arcén; para ir en autobús hay que tomar dos líneas (el 23 y después el 25).
“Si no tienes coche no vas a votar”, apunta José Francisco Gómez, que estudia Educación Social y trabaja, como Juana, en una hamburguesería. Él tiene 23 años, es el primer estudiante universitario de Asperones y asegura que no ha faltado nunca a una cita electoral. “Yo voy con mi familia, porque si no voy yo, ellos no votan”. En su casa no se habla de política, aunque hace poco le preguntaron por la situación en Cataluña. “No tienen mucha idea. Me preguntan a cuál votan, si son todos iguales. ”Yo voy a votar al de los pobres“, siempre dicen lo mismo”.
En estas, pasa Macarena:
- ¿Votar? Nunca. Una vez me mandaron a que estuviera allí para echar los sobres. Hasta que viniera otro. Como vino, ya me echaron para mi casa.
Ella, que rondará los cincuenta, pide a los políticos “que pongan las cosas buenas, que nos estamos muriendo de hambre”, pero no irá a votar, y lamenta que finalmente aquel día no la dejaran quedarse en la mesa electoral porque le iban a dar “dos billetes”. Aquí lo que importa es si se desayuna esta mañana. Todo lo demás, importa mucho menos.
El 97% de los habitantes en pobreza extrema
Asperones, 30 años de exclusión es un estudio sobre la situación social de la población de los Asperones realizado en 2017 por un grupo de investigación de la Universidad de Málaga, coordinado por Ruiz-Román. Contiene cifras que asemejan el barrio a indicadores de los países más pobres del mundo. El 97% de los habitantes de los Asperones está en pobreza extrema; el 92,3% en desempleo; el 89% no tiene titulación académica; el 87,56% quieren abandonar la barriada.
La edad media de sus habitantes es de 26 años, mientras que en el conjunto de España supera ligeramente los 43. Los mayores de 65 años son el 18,8% de la población española, pero en los Asperones sólo representan el 2,6%. La esperanza de vida en los Asperones no llega a los 50 años.
Existe una relación directa entre pobreza y abstencionismo: cuanto más pobre es el barrio, menos vota. Un reportaje publicado en eldiario.es con datos de 16 ciudades españolas mostraba que, mientras la abstención en 2016 fue del 20,4% en barrios con renta familiar media superior a 50.000 euros, el porcentaje se disparó al 41,9% cuando la renta media es inferior a 20.000. “Es un pez que se muerde la cola: como no votan, los políticos no se interesan por ellos, ellos no se sienten escuchados y vuelven a abstenerse en las siguientes elecciones”, explicaba en aquel reportaje Manuel Trujillo, investigador del Instituto de Estudios Sociales del CSIC.
El ejemplo de Los Asperones es extremo. En las elecciones celebradas el pasado 26 de abril, el 72,7% de sus habitantes con derecho a voto se abstuvo, según los datos recopilados por eldiario.es. Ni Polígono Sur (Sevilla, 55,2%), ni Juan XXIII (Alicante, 49,5%), ni El Raval (Barcelona, 49,3%), ni Palma-Palmilla (Málaga, 47,3%), ni San Cristóbal (Madrid, 47%) alcanzaron ni de lejos las cifras de la abstención de Los Asperones. No obstante, hay que matizar que a esto puede contribuir un fenómeno de concentración. Todos los barrios citados son distritos administrativos con poblaciones de decenas de miles de habitantes, mientras que Los Asperones es un distrito electoral con 834 electores en los comicios de abril.
De los que votaron en la barriada malagueña, 97 lo hicieron por el PSOE (39,9% de los votos), 42 personas votaron a Vox (17,3%), 40 a Unidas Podemos (16,5%), 30 a Ciudadanos (12,3%) y 27 (11,1%) al PP, que gobierna en el ayuntamiento desde hace 24 años.
Casas prefabricadas y “cuartillos”
La gran paradoja de los Asperones es que una solución supuestamente transitoria para erradicar el chabolismo ha acabado convirtiéndose en ejemplo estable y extremo de marginación, precariedad y abandono.
Los Asperones se creó en 1987 para realojar a unas 150 familias en casas prefabricadas. En 2017 vivían unas 295 familias, con unos 450 niños, para quienes no hay ni un solo parque infantil. Casi la mitad del barrio se ha construido a base de lo que aquí llaman “cuartillos”: anexos a las viviendas originales, en muchos casos con techos de amianto. “Muchos comparten el cuarto de baño”, explica Jesús Juárez, coautor del estudio.
La situación de Asperones (de “áspero”) contribuye al aislamiento. Las tres “fases” están rodeadas por desguaces de coches, un vertedero municipal y el cementerio. En la Fase I están el colegio, la guardería y un centro municipal. Una sola línea une al barrio con el resto de la ciudad. Aquí llega el metro pero no para, sino que continúa su camino hasta las cocheras.
Tampoco ayuda el estigma. Una vez le dijeron a José Francisco Gómez que tenía suerte de vivir en Asperones, porque no pagaría los suministros de agua y luz. “Le dije: 'Te cambio tu casa por la mía, yo pago, y tú vives aquí, con las calles sucias, sin luz y sales por la noche aquí a pasear al perro'”.
Son los niños del colegio quienes han puesto nombre a las calles: Saeta, Fandango, Toná, Tiento. El ayuntamiento no las tiene en su callejero, porque considera esta zona un diseminado, pero han conseguido que Google Maps sí las reconozca. “Es más difícil que el ayuntamiento te haga caso a que lo haga Google”, protesta Velasco.
El aislamiento ha agravado la marginalidad. Hay generaciones que se han criado en el lugar, y para algunos, desplazarse al centro de la ciudad es muy excepcional. Si el realojamiento llega algún día, serán necesarios muchos más recursos para implantar programas educativos y de orientación laboral, explica Ruiz-Román.
Promesas incumplidas
Cada cierto tiempo se renueva el compromiso político de realojar a sus habitantes, y los políticos regresan al barrio a hacerse la foto. En 2006, hubo un plan conjunto de la Junta y el Ayuntamiento, que se paralizó cuando llegó la crisis; en 2009, una promesa de realojo “inmediato” para 90 familias; en 2011, la estimación de que el proceso culminaría en 2015. La mesa de coordinación entre políticos y técnicos no se reúne desde hace varios meses porque los políticos pidieron tiempo hasta que pasara el ciclo electoral.
Mientras llega el realojo, los vecinos piden mejoras en el alumbrado, aceras, contenedores de basura. Una rata se coló hacia el patio del colegio en la mañana en que se realizó este reportaje. Hace meses que una avería dejó sin luz al barrio, y así sigue. Enfrente, se divisa la ampliación del campus universitario, iluminado cada noche para nadie.
Las dos últimas mociones, ambas de IU-Málaga para la Gente, fueron aprobadas por unanimidad del Pleno la pasada legislatura. La primera, de 26 de enero de 2017, exigía al ayuntamiento instaba a la Junta de Andalucía y al consistorio a que se comprometan “al desmantelamiento progresivo” en cinco años. Han pasado casi tres, y no hay visos de que vaya a ocurrir.
La segunda moción es del 6 de febrero de este año. Ese día, Patxi Velasco tomó la palabra ante el Pleno. “Es una indignidad que haya un trozo del tercer mundo en nuestra ciudad”, dijo. Sin embargo, el secretario no transcribió sus palabras en el acta porque no cumplía con los “requisitos formales” para participar. Es decir, no quedó constancia oficial de lo que dijo Velasco, que lleva quince años trabajando en el barrio.
“¿Cuándo nos vamos?”
Sobre una de las paredes del centro que dirige hay ya más de 40 estrellas. Cada una corresponde a una persona que ha obtenido el título de Secundaria. Hace siete años no había ninguna. Muchos lo han logrado siendo mayores de edad. Dentro de poco, colocarán nuevas estrellas, coincidiendo con una nueva visita del Defensor del Pueblo Andaluz, que en enero volvió a pedir una solución a la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Málaga. También han llevado el asunto ante el Comité de los Derechos del Niño de la ONU.
“Aquí a los pobres los ponemos lejos de todo. Lo que nació para evitar chabolas está provocando más exclusión. Todos los restos de la ciudad están juntos: el cementerio, los desguaces, los vertederos y antes estaba la perrera. La situación es doliente”, lamenta Velasco, que destaca que, a diferencia de otros barrios depauperados, los vecinos han renunciado a las reivindicaciones.
“Cuando la política no da respuesta surge la desesperanza. Es aprendida, fruto de muchos años”, concluye Ruiz-Román. Un gran mural se divisa desde la carretera que separa Asperones de todo lo demás: “¿Cuándo nos vamos? Esperando desde 1988. Ya está bien”.