Su tesis doctoral 'Formación de género y detección precoz de la violencia contra las mujeres a partir de las creencias del amor romántico: un estudio cualitativo en jóvenes universitarios de Grado de Enfermería' se llevó el año pasado el Primer Premio Tesis que otorga el Centro de Estudios Andaluces. Mujer, enfermera y profesora, Carmen Caro considera que hay que hacer frente a la desigualdad hombre-mujer y a la violencia de género, fundamentalmente, desde la formación en los ámbitos de la salud y de la educación.
A su juicio, son grupos primordiales para la atención, identificación, detección precoz y prevención de la violencia machista. El concepto “amor”, la reflexión respecto a creencias propias y prejuicios, y la prevalencia del patriarcado a nivel social centran un trabajo cuyas conclusiones marcan esta charla con eldiario.es Andalucía en su despacho de la Facultad de Enfermería de la Universidad de Sevilla
En su trabajo relaciona fundamentalmente el amor con la salud. ¿Desde qué punto de vista?
¡Es que el mal amor es un tema de salud! Por eso creo que se debe estudiar en las facultades de Enfermería como un medio de prevención de la violencia de género. El modelo actual amoroso facilita las relaciones de maltrato, por los papeles que asigna a hombres y a mujeres, por cómo se está insertando todo el aprendizaje de roles en el modelo amoroso, que está ahí como muy silenciado. Parece que no hay que hablar de amor dentro de la Universidad pero es necesario.
¿Por qué cree que la violencia de género sigue siendo un grave problema social?
Se sigue educando con los mismos modelos amorosos que en la posguerra. Hay mucha normativa y muchos avances en todos los campos hacia la igualdad pero, como dice Coral Herrera, la desigualdad anida en los corazones. Creo que ese es uno de los obstáculos y uno de los elementos facilitadores de la violencia de género.
¿A qué se refiere cuando habla de “modelo amoroso”?
Me refiero al aprendizaje que tiene la mujer sobre cómo se une la enseñanza del amor con el aprendizaje de los roles que tiene que desempeñar a nivel familiar y social. Es muy difícil separarlos. Las mujeres entramos en territorios oscuros y en cárceles a través del amor, renunciando a puestos de trabajo directivos por la familia, etc. y lo hacemos muy convencidas porque lo tenemos muy interiorizado.
¿Cuáles son las principales conclusiones que ha sacado de su estudio?
Por un lado, la importancia de la formación en género para deconstruir creeencias y aprender nuevos modelos, porque siguen vigentes creencias antiguas de la posguerra al compararlas con los discursos del alumnado actual. Tanto en chicos como en chicas, sigue el mismo modelo amoroso. Se les educa de una manera y de otra para no encontrarse y para ser infelices.
¿Piensa que a los chicos se les sigue ofreciendo un modelo machista?
Totalmente. Ellos distinguen muy claramente entre una relación transitoria y una relación duradera. Eso lo tienen todavía muy interiorizado en el aprendizaje. Ese modelo fuertemente arraigado está volviendo ahora mismo en la juventud. Ellos eligen como madre de sus hijos a una mujer “como dios manda”, separando mucho lo racional de lo emocional a la hora de la elección de pareja, a su pesar muchas veces influenciados por sus propias madres con aquello de “esta chica te conviene”, esta otra no“,... En las chicas, es todo por amor, que oscurece absolutamente todo. Hay particularidades, por supuesto, y cosas que están cambiando, pero esos son los modelos.
¿Por qué cree que las nuevas normativas sobre la igualdad y la mayor concienciación social de los últimos años parecen coincidir con esa vuelta atrás que está comentando?
No considero que haya habido una vuelta atrás, es que no ha habido avances. En lo normativo hay buena intenciones, políticas, planes, etc., pero de la mano no vienen los cambios. Y lo emocional es lo que nos mueve a tomar decisiones, por encima muchas veces de lo racional. Si no cambian los modelos amorosos, es difícil que cambien las formas de comportamiento. El modelo que aprenden los chicos y las chicas dese muy pequeños es un amor muy pasional que responde a la época del enamoramiento. Un amor que salta obstáculos, desde las películas de Disney hasta Crepúsculo, donde ya no es “hasta que la muerte nos separe” sino que ni la muerte nos va a separar.
¿Hasta donde influyen los mensajes de la publicidad o el cine en la perpetuación de esos modelos?
Hay múltiples factores para mantener muchas creencias que están interiorizadas pero en el caso de las mujeres lo están a través del amor y eso lo vemos en estadísticas como que las bodas han aumentado enormemente, también las separaciones, y las chicas preparan el enlace durante dos años, construyen absolutamente un sueño ideal al que dedican horas y horas porque es más importante ese momento como proyecto vital que convivir con esa persona, mientras que los chicos tienen mucho más claro a lo que van.
¿Hacia dónde cree que se están dirigiendo los modelos educativos?
Desde muy pequeños, se le dedica cantidad de horas a muchas materias pero a la educación emocional no se le dedica nada. Sólo depende del buen hacer del profesor o profesora. Nos reunimos para cualquier trabajo o plan que queramos hacer pero no lo hacemos para ver bajo qué modelo queremos convivir, qué es el amor, etc. Ni se nos enseña ni se nos dice que es un referente de pareja saludable. No sabemos comparar. Como si sólo existiera el modelo que dan los medios de comunicación y demás. Se aprende todo cuerpo a cuerpo, no hay reflexión ni aprendizaje.
¿Incluso en la educación de padres y madres a hijos e hijas?
Incluso para educar a un hijo, que es uno de los proyectos más importante que puedes tener en tu vida, no nos sentamos para ver de qué manera, cómo hacemos, qué valores habría que transmitir. Se trataría de dedicar tiempo, conocimiento y reflexión a un tema que es central y vital en la vida de los seres humanos, y que nos está haciendo infelices a tantos hombres y a tantas mujeres, porque la violencia de género es la punta del iceberg de un problema de relaciones, que es el temazo del siglo XXI.
¿Por qué sigue habiendo tanta violencia de género?
Por el modelo social que tenemos de patriarcado, que alcanza todo, incluidos los modelos amorosos. El patriarcado busca vías nuevas en el momento en que aparecen intentos de desmontarlo. Las raíces de la violencia de género están en la estructura y el sistema social, en la desigualdad que hay entre hombres y mujeres absolutamente en todo. Si partimos de una desigualdad, los problemas están servidos. Hay abuso de poder en todos los ámbitos, aunque haya muchos hombres que estén tomando conciencia.
¿Cree que los hombres combaten lo suficientemente contra las desigualdades?
Existe mucha dificultad para los hombres para implicarse de forma activa y que las cosas cambien, porque una cosa es que ser igualitario en su ámbito y estar lógicamente en contra de la violencia, y otra cosa es ser activo, comentarlo con amigos, estar en foros, etc. Los hombres que están tomando conciencia, que cada vez son más, deben implicarse más activamente en los lugares para el cambio.
¿Qué otros factores marcan esas desigualdades?
El aprendizaje de la mujer es en autoestima baja y se la machaca durante toda la vida con los modelos de belleza. También al hombre, pero sin duda mucho más a la mujer. No es lo mismo una chica soltera con 30 años que un chico soltero con 30 o con 40, porque a la chica rápidamente se le dice que se le va a “pasar el arroz”, en pleno siglo XXI. Lo que está claro es que se les educa de forma desigual para distintos cometidos, anteponiéndoles a ellas la pareja, la familia, etc. Las chicas que son más rompedoras tienen que luchar con grandes contradicciones internas para poderse mantener en esos lugares.
¿Qué cree que mueve al hombre a agredir a una mujer?
Se dan un conjunto de circunstancias pero en la raíz del hombre, hasta el más igualitario, está la desigualdad en la que ha sido educado. En el modelo amoroso de hace nada la mujer era propiedad del hombre. Hay cosas manifiestas, como que el hombre tiene que llevar el dinero a la casa y se siente mucho peor si no puede o no ha podido por la crisis económica. Hay muchas creencias aprendidas en las que el hombre se sitúa en una situación de poder y propiedad con respecto a “esta es mi mujer”. Ya con eso, y con cualquier detonante o discordancia que haya, el hombre hará saber a la mujer que se tiene que comportar de determinada manera, etc. De alguna manera, la violencia está servida.
¿Es usted pesimista u optimista a la hora de alcanzar una mayor igualdad? ¿Dónde podría estar la clave?
Soy optimista, pese a las cifras, porque veo cambios cuando se empieza a trabajar. Por eso creo que es clave la formación en género. En un cuatrimestre universitario, hay una diferencia sustancial en los alumnos y las alumnas al comienzo y al final de la asignatura. Cuando se trabaja en profundidad y en lo emocional, con técnicas vivenciales, se deconstruyen muchas creencias. A veces pienso que si comenzáramos desde el principio y la Universidad saliera fuera, todo sería más fácil.
¿No es suficiente con la educación en género en las escuelas?
El problema es que todo lo que se está formando en género en las escuelas no se hace desde una convicción. Es decir, si el profesorado no lo ha trabajado antes en profundidad, difícilmente puedo transmitir nada, puesto que ha sido educado como todos. Esto no es como otra asignatura cualquiera. Primero es necesaria una revolución importante del profesorado para que realmente hay avances. El cambio se va a ir dando poco a poco en las propias personas si los chicos y las chicas, desde muy pequeños, generan modelos de familia diferentes. En todo el tema de amor y sexualidad seguimos con modelos muy antiguos.
¿Qué mensaje lanzaría a los jóvenes?
En la primera juventud no hay mucha conciencia porque tampoco se facilita. Como cuestión prioritaria, les diría que buscaran espacios para estar consigo mismo, no tanta tecnología, y más espacios de conectar. La única forma de darnos cuenta de cuando tenemos comportamientos o conductas que están haciendo daño es pararse y ver que, dentro de las relaciones amorosas, el respeto, la comprensión y la paciencia deben ser claves. Todos somos iguales y de eso debemos convencernos todos, pero para eso hay que trabajarlo en profundidad. Merece la pena.
Realmente, como mujer, profesora y enfermera creo que hay que trabajar en la educación, intercambiar experiencias y formar en género. El mensaje se lo daría más al profesorado, porque los jóvenes están absolutamente bombardeados. Con un mensaje no es suficiente, porque puede quedarse en el vacío.