Andalucía está a las puertas de unas elecciones autonómicas en las que el presidente de la Junta, Juan Manuel Moreno, se juega la continuidad. Cualquier análisis sobre la crisis interna que ha roto en dos al PP está necesariamente solapado a esta circunstancia y explica, en parte, que el barón regional se haya apartado apresuradamente del foco público que achicharra a sus compañeros. “Etapa abstracta de Picasso, por decirlo de alguna manera”, ha resumido este lunes el portavoz de la Junta, Elías Bendodo, sobre la situación que atraviesa su partido, aprovechando la presentación de una exposición del pintor malagueño.
Moreno ha dado un paso al lado, mientras el gallego Alberto Núñez Feijóo daba un paso al frente. “Feijóo se lo puede permitir: acaba de ganar otra vez con mayoría absoluta y tiene tres años por delante, pero Juanma no”. Pero los movimientos de ambos están coordinados, el objetivo es el mismo y el mensaje ha llegado por doble vía a oídos del presidente del PP, Pablo Casado, y de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. “El partido está roto y hay que reconstruirlo en tiempo récord, porque todo el PP se juega su futuro político en las andaluzas”.
Feijóo y Moreno son amigos, hablan casi a diario, y son los dos barones que vienen marcando el paso a Pablo Casado hacia la Moncloa (con relativo éxito) apostando por un PP “moderado, liberal, centrista y apartado de Vox”. Hace tiempo que se habla del eje gallego-andaluz, esa pinza norte sur que ejerce de contrapeso “a los desvíos de la dirección nacional del PP” que padece el riesgo de un sorpaso del partido de Santiago Abascal.
Desde la implosión del partido, el jueves pasado, el presidente de la Xunta no ha dado un paso “sin tener en cuenta en todo momento a Andalucía”, dicen en el entorno de Moreno. El líder andaluz ha evitado pronunciarse en público de manera explícita, parapetándose en su rol institucional en una semana que desemboca en el 28 de febrero, Día de Andalucía. Pero ha dejado que los suyos tengan clara cuál es su posición política: “Casado y Ayuso han dividido el partido. Son líderes que dividen y, para salir de esta, el PP necesita un nuevo liderazgo que nos una. Solo Feijóo está en condiciones de recuperar la unidad del partido cuanto antes”.
Moreno se ha encomendado al presidente gallego para salir de esta crisis “en tiempo récord” y disipar la tormenta antes de las andaluzas. Este lunes, Feijóo reclamó a Casado “una última decisión”, señalándole la puerta de salida. Pero tras muchas horas de reunión con su núcleo duro, el presidente del partido decidió prorrogar la crisis una semana más, convocando la Junta Directiva Nacional para medirse con los barones territoriales el próximo lunes, 28F. “Es un despropósito”, replican fuentes del Ejecutivo andaluz, que descartan la asistencia de Moreno al cónclave popular.
El cabreo fue mayúsculo, porque la normativa interna del partido no permite delegar el voto de un miembro de la Directiva Nacional, que será decisiva en la convocatoria del congreso. El presidente de la Junta ha terminado saliendo a campo abierto en esta guerra interna que trató de esquivar por todos los medios: “El 28F es el Día de Andalucía” -escribió en su cuenta de Twitter cerca de las diez de la noche- “No es acertado hacernos elegir entre el día de nuestra comunidad y la asistencia a un órgano del PP. Las decisiones deben tomarse con tacto y sensibilidad en un momento tan crucial como éste. Es hora de saber sumar. Siempre con los andaluces”.
Fuentes de San Telmo aseguran que poco después Génova planteó un cambio de fecha, “pero no de manera oficial”. Desde la dirección nacional del PP “no lo descartan”, pero matizan que por ahora “no consta que se vaya a cambiar”.
El mensaje de Moreno en Twitter es de confrontación directa con el líder de su partido y su decisión de ubicar la convocatoria del congreso del PP el mismo día en el que Andalucía conmemora el referéndum de autogobierno [28 de febrero de 1980]. Es un choque directo que el presidente andaluz había evitado resguardándose en su rol institucional, pero también le ha servido en su estrategia de visibilizar que “Andalucía está por encima de su partido”. Para los más veteranos, la frase de Moreno tiene el valor de conectar la crisis sin precedentes que vive el PP con la que abrió en canal al PSOE, hace unos años.
Era julio de 2017, durante la clausura del 13º congreso de los socialistas andaluces, la primera vez que Susana Díaz y Pedro Sánchez coincidían desde las primarias en las que el madrileño se impuso a la sevillana. Díaz convocó aquel cónclave a toda velocidad para garantizar su supervivencia orgánica en su comunidad. “Lo único que te pido como presidenta de Andalucía y secretaria general del PSOE-A es que no me hagas elegir entre las dos lealtades. Entre el PSOE y Andalucía, yo siempre estaré con Andalucía”, dijo Díaz, ante un atónito Sánchez. Dos meses después convocó las elecciones anticipadas en las que perdió el gobierno.
Estrategia provincial
En el Palacio de San Telmo, sede de la Junta de Andalucía, se alude a la teoría del “encapsulamiento”, para que ningún terremoto externo hiciera tambalear la estabilidad del Ejecutivo de Moreno en los minutos de descuento de una legislatura sin sustos –pandemia aparte–, que ha supuesto un aterrizaje suave para el centro derecha en Andalucía, tras casi 37 años de gobiernos socialistas. Pero la preocupación es palpable. El jueves pasado, tras el choque de trenes entre Casado y Ayuso, Moreno se apresuró a desconvocar el acto por el Día de Andalucía que iba a celebrarse este martes en Madrid, con la participación de la presidenta de la comunidad. “El presidente consideró prudente aplazarlo a dentro de unas semanas, para evitar que el acto institucional quedara deslucido por la actual situación”, explican en su entorno.
El primer mensaje de la Junta, en palabras de su portavoz y presidente del PP de Málaga, Elías Bendodo, fue sentenciar que “desde el sur no reconocemos a nuestro partido”. “Unidad, unidad, unidad”, dijo Moreno, sin pararse ante los micrófonos. Luego empezó el fin de semana y la dirección nacional del partido, a través de su secretario general, Teodoro García Egea, empezó a telefonear a los presidentes provinciales para calibrar el respaldo que tendría Casado en un congreso, ordinario (en julio) o extraordinario (en abril). “No han llamado a los ocho, pero sí a la mayoría”, aseguran fuentes del partido.
El pasado noviembre, Moreno salió del congreso del PP andaluz reelegido por una mayoría búlgara (98,98%), con un liderazgo interno consolidado. Pero todo es relativo. La mitad de los ocho presidentes provinciales del PP en Andalucía son casadistas, igual que la mitad del grupo parlamentario, que cuenta con 26 diputados, porque la dirección nacional presionó mucho para confeccionar las listas electorales en 2018, cuando Moreno parecía un líder amortizado que sería barrido por Susana Díaz. Todos los casadistas están identificados, pero es cierto que muy pocos –el diputado almeriense Ramón Herrera y el portavoz del grupo José Antonio Nieto– se han unido al llamamiento de Génova para cerrar filas con Pablo Casado en las redes sociales.
La cercanía de las andaluzas impone “cautela” a todos. Toca confeccionar las listas electorales y, esta vez, Moreno tiene más autoridad para elegir a su equipo en puestos de salida y sortear las presiones de la dirección nacional. Esto es clave para entender cómo se mueven las adhesiones de los diputados provinciales andaluces estos días, entre los que deben su puesto a Casado y, sin embargo, profesan cierta lealtad a Moreno. Los contrapesos siempre han estado ahí, pero la última crisis ha forzado una ruptura, obligados a posicionarse entre los dos frentes en conflicto.
El año pasado, la dirección nacional invirtió el calendario natural de los congresos, celebrando primero los provinciales, luego los autonómicos y finalmente el nacional. Esta decisión abrió la primera brecha con los territorios, porque algunos barones interpretaron que Génova intentaba “controlar el partido a través de las provincias”, imponiendo a sus candidatos frente a los afines a la dirección regional, “para guardarse las espaldas en caso de un mal resultado electoral”.
En un Comité Ejecutivo Nacional, el voto de un presidente provincial del PP vale lo mismo que el de un presidente autonómico, pero provinciales hay 52 y regionales 17. En noviembre, apenas dos días después del congreso andaluz que reeligió a Moreno, García Egea y Casado se rodearon en León de todos sus presidentes provinciales en una especie de cumbre de partido para perfilar la estrategia electoral para las municipales de 2023. En San Telmo se entendió como una demostración de fuerza de Génova frente a los barones territoriales. “El problema es que se les ha adelantado esta crisis interna y nos han arrastrado a todos. No se van a medir las fuerzas tras un fracaso electoral en España, sino en Castilla y León”, dicen desde el PP andaluz.
Guión roto
La posición política de Juan Manuel Moreno es fácil de reconocer en mitad de este embrollo: no tiene espacio donde elegir en un pulso entre Casado y Díaz Ayuso. Votó por Soraya Sáenz de Santamaría en el congreso nacional que ganó el palentino y su forma de hacer política está en las antípodas del estilo que despliega la presidenta madrileña. Tampoco el electorado andaluz –tradicionalmente ubicado en el centro izquierda– se lo permitiría. Moreno ha gobernado cómodamente en coalición con Ciudadanos, al que pretende dar agua para que no se ahogue en el desierto que le separa hasta las elecciones. En estos tres años se ha apoyado siempre en los 12 diputados de Vox, un partido al que a veces ha llamado “socio leal”, otras “populista” y otras “extrema derecha”. Su alianza con el grupo de Santiago Abascal le ha permitido sacar adelante tres presupuestos autonómicos y garantizar la estabilidad de la legislatura, pero en la recta final, viéndose subir en las encuestas de intención de voto, ha marcado distancias y fue el primero en pedirle a su compañero Alfonso Fernández Mañueco que lograse “una mayoría suficiente” en Castilla y León, que no dependiese de Vox, para no llevarse “un susto” en las andaluzas.
Las elecciones en Castilla y León le han roto el guión con el que venía dibujando el final de su legislatura: convocar elecciones en primavera, amparándose en un supuesto bloqueo de la oposición en el Parlamento. El auge de Vox en estos comicios y la llave de la gobernabilidad disipó el fantasma del adelanto electoral. Cuatro días después, el PP explotó con acusaciones de corrupción, nepotismo, espionaje y deslealtad entre la dirección nacional y la madrileña. Juanma Moreno concurrirá a las andaluzas con una marca personal, hoy por hoy más robusta que las siglas del PP, según las encuestas. Pero sigue necesitando a un partido unido que le arrope en la campaña. “En este momento, no me imagino un mitin con Moreno y Casado”, admite un miembro del Ejecutivo andaluz.
El presidente de la Junta, coordinado con Feijóo, ha apostado por un distanciamiento prudente, en público y en privado, convencido de que se juega su futuro político si da un paso en falto en esta contienda interna. La clave en San Telmo es “convertir esta crisis del PP en una oportunidad para nuestras expectativas electorales”. Moreno está seriamente preocupado por la imagen que está dando el PP a sus militantes y a su electorado, y para evitar que la crisis le arrastre, se ha enfundado su traje institucional de presidente de la Junta de Andalucía, y ha mantenido un perfil bajo y discreto. “Es el momento de dar una imagen de serenidad institucional, de altura de miras, de alejarse del ruido y tener una perspectiva clara de que tus palabras y tus decisiones afectan a 8,5 millones de andaluces”, explican en su entorno.
No alimentar la polémica
Al líder andaluz no se le ha escuchado hablar desde el viernes y, hasta hoy, sus actos públicos eran exclusivos para gráficos, sin preguntas. Moreno ha hecho un llamamiento al “diálogo” este lunes, instando a su propio partido a resolver “lo antes posible” el “gravísimo problema” que tiene ahora mismo. La secretaria general del PP andaluz, Dolores López, ha resumido así la estrategia: “La mejor aportación que el PP andaluz puede hacer al proyecto nacional del partido es no contribuir a alimentar esta polémica. Esa es nuestra posición. Estamos esperando una solución rápida y unidad”.
El PP está sentado sobre un volcán y este análisis que sale del Gobierno andaluz es altamente inestable. Nadie por estas latitudes imagina ya que se firme una pax romana. Nadie imagina a Núñez Feijóo lanzándose a un congreso a cara de perro contra Casado o contra Díaz Ayuso. Creen que el partido entero debe cerrar filas con el gallego y que este debe taponar la herida de Madrid defendiendo que Díaz Ayuso compagine la presidencia de su comunidad con la del partido, como él en Galicia o Moreno en Andalucía. “Él no va a hacer un Susana Díaz. Si da el paso, será cuando todos estén muertos y llegue el momento de reconstruir sobre las cenizas. Y mientras antes pasemos página, mejor para todos”, resumen las fuentes consultadas.