“¡Pongan el dinero de una vez por todas, que nos morimos de sed!”. Con este grito, Juan Manuel Moreno desató este domingo el aplauso unánime de los militantes convocados a la clausura del congreso del PP de Sevilla. El presidente de Andalucía acababa de cerrar un discurso en el que empezó sacando pecho por su polémica reforma fiscal -que ha puesto patas arriba el debate de política nacional y que detraerá 900 millones de euros de las arcas públicas andaluzas- y culminó reclamando al Gobierno central entre 500 y mil millones de euros para construir las infraestructuras hidráulicas necesarias en un momento crítico de sequía.
Moreno venía de culminar una semana de protagonismo absoluto en la agenda nacional, que lleva 15 días orbitando alrededor del decreto ley de bajadas tributarias, convalidado el miércoles en el Parlamento andaluz con los votos de PP y Vox. La norma, con efectos en la declaración de este año, suprime el impuesto sobre el Patrimonio, que pagan las 20.000 rentas más ricas de la comunidad; deflacta el IRPF, con ahorro para todos los contribuyentes, y elimina el canon del agua durante un año.
El impacto global de esta rebaja fiscal en las arcas públicas, junto a las ya ejecutadas en la pasada legislatura, asciende a 900 millones de euros, de los cuales 140 millones corresponden a la supresión del canon del agua durante un año. Es un dinero que la Junta deja de recaudar, aunque desde el Palacio de San Telmo prefieren localizar “dentro del bolsillo de los andaluces”.
La filosofía económica del PP es liberalismo ortodoxo: menos impuestos igual a más consumo y mayor actividad económica. Está por ver todavía que el silogismo funcione, es decir, que dentro de un año haya nuevos contribuyentes censados en Andalucía gracias a la supresión del impuesto sobre el Patrimonio, y con ellos una inyección más beneficiosa del IRPF.
Entretanto, el Ejecutivo andaluz prescinde de esos 900 millones de euros de ingresos y, acto seguido, dirige la mirada a Madrid para reclamar entre 500 y mil millones de euros para impulsar infraestructuras hidráulicas estructurales con las que hacer frente al severo problema de sequía que sufre Andalucía. Este lunes, Sevilla y su área metropolitana decretan el estado de alerta por la sequía y empezarán a prohibir y sancionar el uso del agua potable para aspectos no esenciales.
La supresión del canon del agua, además, viene acompañada de un alegato en defensa de la colaboración público privada. El presidente andaluz se preguntó, en voz alta, por qué no encargar la mejora de las infraestructuras de abastecimiento a la población a empresas privadas especializadas en el sector, que pasa por instalar costosas desaladoras y mecanismos de reutilización del agua ya utilizada. La oposición de izquierdas le ha reprochado que delegue un servicio básico para la ciudadanía a una empresa privada que, llegado el momento, se regirá por criterios de rentabilidad, no de bien público común.
Autonomía fiscal
Durante la clausura del congreso del PP de Sevilla, Moreno reivindicó el protagonismo total de Andalucía esta semana, empujando al resto de comunidades autónomas, del PP y del PSOE, a seguir la senda de la bajada de impuestos. También el Ministerio de Hacienda ha lanzado su propia fórmula, una mezcla de rebaja fiscal para las rentas inferiores a 21.000 euros que se compensa con la subida impositiva a grandes fortunas y empresas.
En la práctica, esto desactiva la supresión del impuesto de Patrimonio recién aprobada en Andalucía, porque el dinero será recaudado por otra vía pero en vez de repercutir en las arcas andaluzas irá directamente al Ministerio de Hacienda. Moreno acusa al Gobierno de haber vulnerado “su autonomía fiscal por la puerta de atrás” y ha puesto a su equipo jurídico a trabajar en un futuro recurso ante el Tribunal Constitucional por invasión de competencias autonómicas.
Mientras el presidente andaluz reivindica con entusiasmo su reforma fiscal -“bajar impuestos es el camino”, gritó en Sevilla-, acto seguido reclama al Gobierno central fondos para las infraestructuras hidráulicas pendientes. El presidente andaluz ha ofrecido abonar la misma cantidad que acepte pagar el Ejecutivo de Pedro Sánchez, el 50% del total. “Si son 500 millones de euros, nos comprometemos a poner 500. Y si son mil millones, ya nos buscaremos las habichuelas para poner mil”, ha dicho.
Moreno ha colocado el problema de la sequía en el epicentro del debate político del arranque de legislatura. Las competencias del Estado sobre las cuencas andaluzas son ostensiblemente mayores que las de la Junta. Con todo, el presidente de la Junta ha lanzado un órdago al Ejecutivo central comprometiéndose a igualar la partida que ellos dispongan para construir las infraestructuras hidráulicas necesarias. “Pondremos el mismo dinero, pagaremos el 50%, aunque no sean de nuestra competencia”, ha afirmado.
Desde el Palacio de San Telmo defienden que ambos discursos son compatibles. La Junta defiende su autonomía fiscal para bajar impuestos, “en cumplimiento con lo anunciado en el programa electoral del PP con el que ganamos las elecciones con mayoría absoluta hace cuatro meses”, y a la par reivindicar al Gobierno “el dinero que nos corresponde en materia de financiación autonómica” y las inversiones necesarias para afrontar la “severa crisis de sequía” que azota a España, y que en Andalucía tiene especial incidencia, dado que la economía regional es muy dependiente del agua, tanto por el sector agroalimentario como por el turismo.
Andalucía cerró el mes de julio con un superávit en sus cuentas de 384 millones de euros, el equivalente al 0,22% de su PIB, y el presidente de la Junta ha anunciado que los próximos Presupuestos Autonómicos ascenderán a 45.000 millones de euros, 5.000 millones más que las cuentas en vigor.
El presidente de la Junta y “barón de barones” del PP cree haber recaudado ya mucho caudal político para sí mismo y para Andalucía tras anunciar, desde Madrid, una reforma fiscal que ha empujado a la competición al resto de comunidades y al mismo Ministerio de Hacienda.
El departamento de María Jesús Montero, tras reprochar el dumping fiscal a las regiones del PP y torcer el gesto por el anuncio de rebaja de impuestos del president de la Comunidad Valenciana, el socialista Ximo Puig, ha terminado entrando en el marco de debate que inauguró Moreno hace dos semanas.
La fórmula de Montero es, en realidad, una redistribución tributaria para que los de abajo paguen menos a costa de una mayor solidaridad de los de arriba. En la práctica supone deshacer el impacto de la supresión del impuesto de Patrimonio, aprobado primero por Madrid, luego por Andalucía, y disuadir al resto de comunidades para que sigan ese camino. La reforma tributaria del Gobierno aparecerá, previsiblemente, en los Presupuestos Generales para 2023, que contará con el voto en contra del PP. Algunas comunidades, como Madrid y Andalucía, ya amagan con recurrirlo ante la Justicia.