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ENTREVISTA

La neumóloga de la zona cero de la silicosis andaluza: “Ha sido como un tsunami”

Blanca Hortal, en su consulta

Néstor Cenizo

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Montemayor es un pequeño municipio de la campiña cordobesa con un imponente castillo medieval que desde hace años es objeto de disputa entre el municipio (gobernado por IU con mayoría absoluta) y sus propietarios (los Duques de Frías), a cuenta de si se abre o no al público. No tiene hoteles registrados, y sí unas 4.000 hectáreas de olivar, la principal actividad económica. Los datos oficiales dicen también que Montemayor (Córdoba) tiene 3.869 habitantes a 1 de enero de 2022. De ellos, cerca de 80, como poco, sufren silicosis. Es un 2% de la población.

El boom de la construcción explica que Montemayor sea la “zona cero de la silicosis andaluza”. A comienzos de siglo, decenas de jóvenes empezaron a trabajar en la treintena larga de marmolerías del pueblo. Cada día cortaban y pulían cientos de encimeras de los aglomerados de cuarzo, que empezaba a sustituir al mármol natural en las memorias de calidades de los promotores. Compac, Ceasarstone y, por encima de todos, Silestone con su inimitable blanco Zeus, eran las encimeras de moda.

Aquellos muchachos cortaban a pelo: si acaso, una mascarilla de papel o una camiseta enrollada para protegerse del polvo que desprendía la piedra. En sus pulmones se estaban clavando como cuchillas finas virutas de polvo de sílice. Se venía un inspector, se escapaban por la ventana.

Por aquellos años, Blanca Hortal (que hoy tiene 47) llegaba al Servicio de Neumología del Hospital de Montilla, abierto en febrero de 2004. No podía pensar que poco después llegaría un tsunami de algo que sonaba a otro tiempo. La silicosis regresó más agresiva y virulenta, asociada a los aglomerados que trabajaban aquellos muchachos. Hoy, Hortal y su compañero Juan Manuel Rubio preparan un estudio con su experiencia acumulada en estos años, en los que han diagnosticado más de 80 casos desde el Hospital de Montilla, que tiene una población asignada de 62.700.

¿De dónde vienen sus pacientes?

La gran mayoría son de Montemayor. Tenemos alguno de Fernán Núñez o de La Rambla, pueblos de alrededor, pero trabajaban en talleres que estaban en Montemayor. Todos son trabajadores de marmolerías de la zona.

¿Cuál es el perfil de quienes llegan a su consulta?

Son jóvenes del entorno. La media de edad es de unos 38 años. Trabajan desde muy jóvenes. A los 15 años dejaron de estudiar, se pusieron a trabajar en talleres de la zona y han estado trabajando diez o quince años. Vienen a nuestra consulta años después simplemente por screening, porque ya conocen la casuística de la zona y vienen con sintomatología.

¿Se puede trazar el origen temporal de estos casos?

La mayoría de nuestros casos empezaron a llegar a la consulta a partir del año 2010 o 2011. Empezaron a trabajar a finales de los 90 o principios de los 2000 o por ahí. Siguen llegando casos, pero para la mayoría de los que llegan, el momento de máxima exposición fue en esos años. Ahora los talleres tienen otras condiciones. Los que hayan empezado a trabajar muy recientemente, o todavía no los hemos visto y tendrán otros problemas más tarde o no los tendrán tanto, porque las medidas de seguridad han ido cambiando a lo largo de los años. Antes los pacientes estaban muy expuestos.

¿Siguen diagnosticando en la actualidad?

Seguimos diagnosticando casos de gente que estaba especialmente expuesta en ese momento. De hecho, casi que diagnosticamos más, porque vienen más a la consulta. La gente está mucho más sensibilizada.

¿Cuándo han diagnosticado el último caso?

Hace algo más de un mes.

¿Cree que quedan muchos por diagnosticar?

Creo que van quedando menos, pero todavía quedan porque hay gente que no viene a la consulta. El hecho es que seguimos diagnosticando y no hemos dejado de hacerlo. Partimos de una población muy pequeña y 80 casos son muchos.

Dice que hay gente que no viene. ¿Conocen casos que no están diagnosticados porque el propio enfermo lo evita?

Es una suposición, pero es lo que nos dicen los pacientes cuando llegan. Nos dicen: “Esto será mayor, porque hay gente que todavía no está viniendo”. Son cosas que nos cuentan los pacientes.

Desde el punto de vista clínico, ¿qué tipo de casos son?

Son pacientes que vienen con una radiografía de tórax en la que se ve un patrón micro modular: muchos puntitos en el pulmón, que son depósitos de sílice. Este patrón avanza con los años. Los micro nódulos, como un conglomerado, acaban haciendo fibrosis en la parte superior del pulmón. Ese es el problema de la enfermedad, que es progresiva.

¿Qué tratamiento tiene?

No tiene un tratamiento curativo. Solo el trasplante de pulmón, pero hay muy pocos casos. Ahora mismo hay algunos fármacos que se están empezando a estudiar.

En estos 13 años, ¿ha tenido pacientes que han fallecido por silicosis?

Sí, en junio del año pasado falleció uno de nuestros pacientes de silicosis. Tenía 51 años. Tenemos otro que está pendiente de trasplante de pulmón. Pero en general son gente joven.

Los especialistas observan que se trata de una silicosis que evoluciona de forma más agresiva que la asociada a la minería.

Todavía no lo tenemos estudiado claramente, pero alrededor del 30% de nuestros pacientes progresan hacia una silicosis crónica complicada y más rápida. La silicosis de los mineros a lo mejor tardaba 20 o 30 años en avanzar y aquí avanzan en diez o 12 años.

¿Por qué?

Porque la exposición a sílice era mucho más alta que la que había en la mina, que al final trabaja con piedra natural.

¿Se hacen cribados para detectar casos en las empresas?

Nosotros recibimos los pacientes que nos mandan los médicos de cabecera o de urgencias. Los cribados tendrían que ser algo de la mutua. Ahora es diferente de lo que ocurría al principio. Entonces desconocíamos este problema, no habíamos estudiado la silicosis. Empezamos a ver estos casos en pacientes que venían a urgencias por otro motivo, se hacían una radiografía de tórax y se veía una radiografía de tórax patológica con dos problemas y no se sabía bien qué era. Entonces nos lo mandaban a la consulta de Neumología. No se contaba. Eso ya ha cambiado y ahora los pacientes, gente que ha trabajado en la marmolería, como conocen el problema, van a su médico de cabecera y le piden que los manden al neumólogo.

Usted ha tenido que adaptarse a una situación que no esperaba.

Ha sido como un tsunami que nos ha llegado, no era una patología con la que estuviéramos familiarizados. Pero es una zona muy pequeña, muy concentrada, solo somos dos neumólogos, así que lo hemos ido detectando más fácil que en otros sitios. Seguramente habrá muchísimos sitios con más dispersión y puede pasar un poco más desapercibido.

Hay casos de pacientes que han recibido diagnósticos de silicosis semanas después de haber pasado por otra consulta sin recibir el diagnóstico. ¿Por qué?

Creo que hace falta formación. Hay gente que no está acostumbrada a verlo. Se puede confundir con muchas otras patologías y a veces se van buscando otras cosas más habituales. Pero en Montilla, si nos llega una radiografía así es muy claro, porque nos lo cuentan desde el principio. De esta forma es mucho más fácil que diagnostiquemos.

¿Qué hace falta para diagnosticar la silicosis?

A todos los pacientes se les hace una radiografía de tórax, pero en todos los pacientes expuestos, independientemente de que en la placa no se vea gran cosa, le hacemos un TAC de tórax por protocolo. Muchos casos se ven en el TAC, aunque todavía en la radiografía no se vea tan fácil. Tradicionalmente, para diagnosticar la silicosis tiene que verse en la radiografía de tórax, pero nuestra experiencia es que, aunque en la radiografía se vea menos, si se ve en el TAC lo consideramos diagnóstico.

Pero quizá profesionales de otras zonas que no estén tan familiarizados, esto no lo hagan…

Probablemente. Lo que pasa es que nosotros en la mayoría de los casos la radiografía de tórax ya es evidente, y el TAC confirma.

¿Qué puede hacer el SAS para ayudar a aflorar los casos de silicosis en Andalucía?

Informar más. Una campaña de información a los neumólogos. A ellos y a los médicos de atención primaria y a todos los médicos que puedan recibir este tipo de pacientes, para que piensen en esta enfermedad y, por tanto, la diagnostiquen. Si no la piensas, nunca la vas a diagnosticar. 

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