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18 años, el cumpleaños más amargo

María Campos, trabajadora social de Granada Acoge

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Tú ya eres mayor y tienes que empezar a buscarte la vida” - Cuántas veces hemos escuchado a nuestras madres y/o padres decirnos esta afirmación en plena adolescencia... pero nos parecería inconcebible que el mismo día de nuestro 18 cumpleaños se convirtiera en una desgarradora realidad. Eso es lo que pasa con aquellos/as niños y niñas que decidieron arriesgarlo todo para buscar un futuro mejor. Los 18 años se convierten en la cifra maldita, en la que, por falta de recursos sociales y de intenciones, muchos/as chavales/as -quede claro que con 18 años siguen siendo niños/as- se ven abocados a vivir en situación de calle o deambulando entre centros de acogida para personas sin hogar. Muchos de ellos/as, sin que tengan resuelta su situación administrativa y con el peso de vivir en una sociedad que constantemente los señala y da por hecho que van a delinquir, que son un gran problema...

En los últimos meses han sido la diana de los discursos racistas y xenófobos que ha querido normalizar el odio, atacando a una infancia y a una juventud que se encuentra en una situación de vulnerabilidad extrema, sin referentes familiares, sin nadie que la proteja en el sentido más amplio de lo que supone la protección.

Hemos visto cómo aumentan los chicos que acuden a nuestra entidad -hablo en masculino porque son la gran mayoría y, para ser más concreta, chicos marroquíes- que están en situación de calle o en recursos no adaptados a su edad y necesidades. Y no vienen más porque estén aumentando las llegadas a territorio español, sino porque los recursos para atenderlos son claramente insuficientes. En Granada Acoge nos hemos visto abocadas y abocados a ejercer un trabajo social que jamás hubiésemos imaginado en nuestros tiempo: buscar recursos de emergencia para evitar que estos chavales se queden en la calle y, si lo están, que los daños para su integridad física y mental sean lo menos graves posible. 

Son niños a los que no se ha tratado como tales porque se supone que por el hecho de haber emprendido un proceso migratorio tienen la obligación de pensar con madurez y estabilidad; niños que tienen que forzar sus etapas evolutivas para tener la cosas clarísimas el día de su mayoría de edad y comportarse como adultos plenos, pero -eso sí- con todas las dificultades añadidas de su condición de extranjero, porque antes que niños son considerados inmigrantes.

Y así es, pesa más su condición de inmigrantes que el hecho de que sean niños y jóvenes. Muchos de ellos salen de los centros sin la documentación resuelta, algunos en situación administrativa irregular. Y si tienen la residencia no suelen tener tramitado el permiso para trabajar; no obstante,  tienen que buscarse la vida de forma autónoma: ¿acaso eso es posible? Sin referentes adultos, en la calle, con el riesgo continuo de enfrentarse a una expulsión, con un proyecto migratorio hecho trocitos y una realidad aterradora...  Niños con nombres y apellidos, con una historia y con mucho que aportar a esta sociedad que los mira cada día con mayor indiferencia.

Podríamos contar una por una la historia de muchos chavales que en los últimos meses han pasado por nuestra asociación. Cada historia es única pero todas están cortadas por un mismo patrón: la desprotección, la falta de recursos adecuados a sus necesidades, la lucha diaria contra los discursos racistas y xenófobos ya abiertamente admitidos en nuestra sociedad, la falta de algún referente que acompañe su proceso de madurez y la vulnerabilidad.

Hoy, Día Internacional por los Derechos de la Infancia, apelamos a las instituciones responsables y a la sociedad civil para que reflexionen y actúen, porque una sociedad que no valora a su juventud es una sociedad que ha perdido el norte. Y dedicamos este artículo a cada uno de ellos, que nos enseñan diariamente que la juventud “no está perdida”, que tienen mucho que aportar y que tenemos que seguir luchando para que la Junta de Andalucía asuma su responsabilidad  y establezca los recursos necesarios para que los niños y niñas sin referentes adultos puedan desarrollarse en igualdad de condiciones, porque, como dijo Kofi Annan, “una sociedad que aísla a sus jóvenes corta sus amarras: está condenada a desangrarse”.

Tú ya eres mayor y tienes que empezar a buscarte la vida” - Cuántas veces hemos escuchado a nuestras madres y/o padres decirnos esta afirmación en plena adolescencia... pero nos parecería inconcebible que el mismo día de nuestro 18 cumpleaños se convirtiera en una desgarradora realidad. Eso es lo que pasa con aquellos/as niños y niñas que decidieron arriesgarlo todo para buscar un futuro mejor. Los 18 años se convierten en la cifra maldita, en la que, por falta de recursos sociales y de intenciones, muchos/as chavales/as -quede claro que con 18 años siguen siendo niños/as- se ven abocados a vivir en situación de calle o deambulando entre centros de acogida para personas sin hogar. Muchos de ellos/as, sin que tengan resuelta su situación administrativa y con el peso de vivir en una sociedad que constantemente los señala y da por hecho que van a delinquir, que son un gran problema...

En los últimos meses han sido la diana de los discursos racistas y xenófobos que ha querido normalizar el odio, atacando a una infancia y a una juventud que se encuentra en una situación de vulnerabilidad extrema, sin referentes familiares, sin nadie que la proteja en el sentido más amplio de lo que supone la protección.