Este 25 de noviembre recordemos a las que ponemos el cuerpo-vida para que el mundo se siga sosteniendo, a las que ponemos el cuerpo-voz para que las leyes se sigan promulgando, a las que ponemos el cuerpo-lucha para que este sistema impregnado de racismo, clasismo, machismo y xenofobia se siga transformando.
Para las migrantes, las precarizadas, las feministas, las de triple jornada, poner el cuerpo, la vida y la voz en la calle, en la plaza, en el barrio, en las mesas, en las casas es politizar nuestras necesidades y opresiones. Ser conscientes y hacer conscientes de que nuestros cuerpos diversos, cansados, agobiados, explotados, violentados, malvivientes sostienen el mundo, además de nuestras propias vidas al cocinar, planchar, lavar la ropa, cambiar una cama o cuidar a una criatura, la propia y la ajena.
Nuestros feminismos tienen la genealogía de las rebeliones individuales y colectivas de nuestras madres y abuelas, contra los mandatos del patriarcado. Nuestra memoria, nuestra cultura, costumbres y acento extranjero representan un acto de resistencia a seguir siendo colonizadas. El desarraigo mortal que atraviesan nuestras vidas es insoportable.
Nuestro feminismo de los márgenes, de la ternura y de la alegría, sin romantizar la pobreza y la exclusión, busca politizar nuestras necesidades y encontrar soluciones a nuestras pequeñas batallas
Nosotras las migras y todas las mujeres que producimos sustento con nuestro trabajo de cuidados somos la mano de obra para la permanencia vital del capitalismo voraz. Nosotras somos necesarias; sin embargo, la marginación y la violencia se exacerban por las desigualdades expresadas en una Ley de Extranjería injusta e inhumana que nos empobrece y nos violenta al no tener papeles. Exigimos la derogación de la Ley de Extranjería y el cierre de los CIES.
Desde acá queremos dejar manifiesto ¡nuestro derecho a migrar!, a no ser estigmatizadas, violentadas y perseguidas. Como mujeres migrantes, levantamos nuestra voz para denunciar la peligrosidad permeada en los violentos delitos de odio hacia las diferencias, discursos que invisibilizan las opresiones que atraviesan nuestros cuerpos y dejar claro que la violencia sí tiene género, raza, clase, orientación sexual, origen cultural y lugar de procedencia.
Desde acá queremos dejar manifiesto nuestra lucha por una vida digna, alegre y afectuosa. Nuestro feminismo de los márgenes, de la ternura y de la alegría, sin romantizar la pobreza y la exclusión, busca politizar nuestras necesidades y encontrar soluciones a nuestras pequeñas batallas por la existencia y subsistencia diaria, a través de los alimentos. Alimentar el cuerpo, reponer las fuerzas físicas, calmar el hambre, además de un derecho básico, es ese hálito de acogimiento de quien está de paso para reconocerse como sujeta merecedora de buen trato.
Desde acá queremos dejar manifiesto que nosotras hacemos falta y nos hacemos falta para restablecer los vínculos, los afectos y combatir la desolación
Desde acá queremos dejar manifiesto que nosotras hacemos falta y nos hacemos falta para restablecer los vínculos, los afectos y combatir la desolación. No es posible cambiar el mundo, revolucionar el sistema, sin incluir, sin centrarse en las mujeres. Nosotras como mujeres migrantes, racializadas, empobrecidas, desde nuestra precarización y exclusión, nos negamos a ser hijas bastardas de un feminismo blanco que nos mira con desdén, condescendencia y/o desprecio, que nos explota para que las mujeres blancas puedan salir a conquistar espacios de poder, validados y reconocidos como espacios merecedores de respeto sistémico que nos excluyen, explotan, marginan y violentan. Nosotras también somos sus compañeras.
Desde acá queremos denunciar al Estado genocida de Israel y los Estados supremacistas que avalan esta masacre devastadora que nos duele a millones de personas, pero además prestar especial atención y proteger, de todas las formas de violencia, a los cuerpos y vidas de mujeres y niñas considerados botín de guerra.
Desde acá queremos denunciar que las mujeres seguimos siendo asesinadas, violadas, traficadas, explotadas sexualmente, mutiladas, apedreadas, agredidas física y psicológicamente año tras año por el sistema patriarcal, que ejerce la violencia en infinidad de formas y de maneras.
Según datos del Consejo General del Poder Judicial, de abril a junio del 2023 se recibieron 48.227 denuncias (un 5,66 % más que en el mismo periodo del año anterior). Hasta la fecha, en España, la cifra de mujeres asesinadas asciende a 93, de las cuales 53 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o exparejas; en la mayoría de los casos, la situación era conocida por alguna institución pública. La violencia de género en España lejos de ir disminuyendo, sigue aumentando.
Y ahora más que nunca, ¡a poner el cuerpo y seguir la lucha!
Antonia Ávalos forma parte de la Asociación Mujeres Supervivientes, entidad que a su vez está integrada en la Red de Mujeres Latinoamericanas y del Caribe.
Este 25 de noviembre recordemos a las que ponemos el cuerpo-vida para que el mundo se siga sosteniendo, a las que ponemos el cuerpo-voz para que las leyes se sigan promulgando, a las que ponemos el cuerpo-lucha para que este sistema impregnado de racismo, clasismo, machismo y xenofobia se siga transformando.
Para las migrantes, las precarizadas, las feministas, las de triple jornada, poner el cuerpo, la vida y la voz en la calle, en la plaza, en el barrio, en las mesas, en las casas es politizar nuestras necesidades y opresiones. Ser conscientes y hacer conscientes de que nuestros cuerpos diversos, cansados, agobiados, explotados, violentados, malvivientes sostienen el mundo, además de nuestras propias vidas al cocinar, planchar, lavar la ropa, cambiar una cama o cuidar a una criatura, la propia y la ajena.