Con una incidencia acumulada de unos 50 casos por cada 100.000 habitantes -tres veces por debajo de la media en España- y con un promedio de muertes cuatro veces menor, Andalucía es de los territorios menos golpeados por el coronavirus en el segundo país del mundo que más contagios reconoce y el tercero en decesos. Sin olvidar que todos estos datos hay que ponerlos en cuarentena porque no siempre se usan los mismos criterios para obtenerlos, no parece que haya un único factor para explicar ese menor impacto en el sur. Cada uno puede dar lugar a un “¿y entonces por qué?”, por lo que deben ser considerados en conjunto.
Los han ido apuntando los estudiosos y están relacionados con la demografía, las variables meteorológicas, la contaminación, el nivel de desarrollo, e incluso la capacidad de respuesta de los servicios públicos. Ninguno por sí solo, pero sí combinados, y todavía pendientes de completarse las investigaciones de los expertos porque llevamos pocos meses de COVID-19.
Se trata de ir más allá de la explicación del director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias, Fernando Simón, que lo atribuía a la “mayor dispersión” de la población en Andalucía. ¿Más que en Castilla y León? Y por supuesto, del relato del consejero de Salud y Familias, Jesús Aguirre, corroborado por el resto del Gobierno de Andalucía, de que esto ocurre por su “experiencia con la listeria”, que es comparar una pandemia por un virus del que sabemos muy poco con una alerta sanitaria por intoxicación por una bacteria muy estudiada. O también de su segunda explicación más recurrente de que esto se debe a la capacidad de previsión de la Junta de Andalucía, que podría también llevar a que le preguntáramos si piensa que otras comunidades autónomas, presididas por su mismo partido, no lo han hecho bien.
Sobre todo, porque la principal medida para frenar la COVID-19 que apuntan los expertos es el confinamiento, y esta no ha sido una decisión de la comunidad autónoma, ni hay ningún estudio que avale que los andaluces lo han cumplido más que el resto de los españoles, como tampoco que hayan sido los que más hayan intentado saltárselo escapando a la playa el fin de semana. Podrían medirse sanciones impuestas por territorios, pero entonces necesitaríamos primero el volumen de dispositivos de control desplegados para ser justos en el cómputo.
Características de la población
Primer intento: los territorios menos devastados por el coronavirus son los de edad media más joven de la población, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE): Baleares (41,48 años), Andalucía (41,84), Melilla (35,45), Ceuta (37,53), Murcia (40,55) y Canarias (42,49). Son los de menor incidencia acumulada (Canarias, Murcia, Baleares, Melilla, Andalucía y Ceuta, por este orden) y menor letalidad (Melilla, Ceuta, Canarias, Murcia, Baleares, Andalucía, por este orden).
Pero, ojo, porque la siguiente más joven es también la de más positivos y más letalidad en términos absolutos y de los más elevados en términos relativos: la Comunidad de Madrid. O Galicia, con una estructura de población envejecida y una letalidad similar a la de Andalucía. “Se encuentran todas las casuísticas en la relación envejecimiento y la COVID-19, de modo que establecer una causalidad entre ambas parece cuanto menos arriesgada y probablemente sesgada por la volatilidad de los datos”, indica Juan Manuel García González, del Departamento de Sociología de la Universidad Pablo de Olavide (UPO).
De hecho, cree que la edad media puede servirnos para la tasa de fallecidos, “pero no tiene por qué explicar una menor incidencia de la enfermedad, ya que esta se da también en gran medida entre la población de 45 a 65 años, en la que en Andalucía hay un mayor porcentaje que en el resto de España”. También porque si hablamos de contagios, es en función de las pruebas que se hacen y buena parte se han centrado en geriátricos, por lo que se “distorsiona” la variable. “Las mayores tasas de infectados se dan también en los mayores -como en el resto de España- por lo que en ese sentido parece que se difumina la relación entre una estructura de la población más joven y una menor incidencia del virus”.
Tampoco es un factor que sirva por sí solo si se compara con otros países, como es el caso de Portugal, con prácticamente igual territorio y millón y medio más de habitantes, pero con muchas menos muertes que Andalucía. Suiza, con los mismos habitantes que Andalucía y la mitad de territorio, registra un 40% más de fallecidos. En cambio, Austria con un territorio menor que el de Andalucía e igual población, tiene la mitad de muertes por coronavirus. ¿En qué espejo nos miramos?
Desarrollo y comunicaciones
Si nos fijamos en la renta per cápita, la correlación más riqueza más coronavirus también se constata en España, con sus matices. Últimos datos publicados por el INE: las regiones cuya renta per cápita supera en más de un 15% la media nacional son País Vasco, Comunidad de Madrid, Navarra y Cataluña. Por el contrario, tienen una renta per cápita por debajo de la media nacional en más de un 15% Extremadura, Andalucía, Murcia, Castilla-La Mancha, Canarias y Melilla.
Si se observa, todas las del primer grupo están por encima de la media en letalidad por cada 100.000 habitantes. En las del segundo grupo ocurre lo contrario, salvo con Castilla-La Mancha que es la segunda con mayor impacto de la pandemia en nuestro país y una de las de más letalidad, por lo que, de nuevo, aparece una distorsión. Más incluso si miramos fuera de nuestras fronteras: se cumple por ejemplo en el caso del otro gran foco en la UE, Italia: norte rico y gran afectado; sur pobre, y menor impacto. Pero ¿y qué pasa con China? Wuhan tiene un PIB per capita muy por debajo de la media china pero al mismo tiempo cuenta con un gran desarrollo tecnológico.
Las comunicaciones también pueden marcar la diferencia, por lo menos si miramos solo Andalucía: las provincias con más problemas en conexiones, Huelva y Almería, son las menos castigadas por el coronavirus. Almería, por ejemplo, ostenta el récord de ser la ciudad más alejada de Madrid por ferrocarril. En cambio, la más internacional, Málaga, es la de mayor incidencia en todos los sentidos, seguida, según se miren positivos o fallecidos, por Sevilla, o por Granada, que hace poco celebraba la llegada del tren de alta velocidad.
“Parece también que la primera fase de contagios haya sido provocada por las circunstancias de cada provincia: Sevilla y Málaga, con una gran cantidad de movimientos inter e intraterritoriales, Granada con gran población flotante, probablemente estudiantes que posteriormente se movieron al resto de provincias...”, comenta el sociólogo Juan Manuel García González.
La insularidad, a su vez, ha podido proteger más a Canarias y Baleares, igual que Ceuta y Melilla se han podido ver beneficiadas de esta misma distancia con la península ibérica. Pero tampoco esto se cumple siempre, porque Extremadura figura entre las autonomías peor comunicadas de España y no podemos decir que sea de las que se ha librado: es la octava en incidencia acumulada y la décima en letalidad.
Meteorología y contaminación
Las informaciones en torno a la posible incidencia de las variables meteorológicas en la propagación del coronavirus llevan difundiéndose desde que empezó la epidemia y, de hecho, todavía son muchos los que esperan que con la llegada del calor se acelere la disminución de los casos. Entre las menos afectadas por el coronavirus, las regiones de temperaturas más cálidas en esta época del año. Claro que lo que puede explicar la situación en nuestro país no lo hace si se mira el mapa de la UE, donde los más afectados -España e Italia- son a su vez los de menos frío.
Los últimos en publicar resultados en torno a esta teoría han sido el Instituto de Salud Carlos III y la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). Han comparado los contagios por cada 100.000 habitantes acumulados en dos semanas con la temperatura promedio correspondiente por comunidad autónoma. “Los resultados indican la existencia de una correlación negativa entre ambos. Es decir, a menor temperatura promedio, mayor incidencia de la enfermedad, unas conclusiones que están en consonancia con otros estudios internacionales”, resume Fernando López Cotín, portavoz de la Aemet en Andalucía.
No es que en las áreas más cálidas y húmedas no se dé, sino que se propaga más lentamente. “El virus va de ser vivo a ser vivo, pero hay condiciones que pueden favorecerlo o no, y completan el panorama”, agrega. El hecho de que haya territorios con bajas temperaturas y poco impacto, Asturias o Galicia (con una letalidad a poca distancia de Andalucía), lo atribuye a que, estando pegadas al mar, “no solo hay que tener en cuenta la temperatura, sino también la humedad absoluta”.
Pero este factor no respondería a la cuestión por sí solo porque nos podríamos preguntar, por ejemplo, ¿por qué no hay mayor expansión del virus en los países del norte de Europa que son mucho más fríos? También son cautos los investigadores porque otros coronavirus siguieron propagándose en verano.
Precisamente, el estudio de la Aemet y el Instituto de Salud Carlos III quiere completarse con una mayor observación de cómo puede influir la contaminación. No son los únicos en sostenerlo. Un reciente estudio de la Universidad de Harvard constata esta relación.
Juan Pedro Arrebola, investigador de la Universidad de Granada, expone que, siendo un virus recientemente descubierto, habrá que estudiar un poco más para determinar si se incrementa su letalidad y “hasta qué punto marca la diferencia” la contaminación, pero le parece “perfectamente lógico y plausible”. Este doctor en epidemiología y salud pública recuerda que “la contaminación se ha asociado con patologías respiratorias, y es un factor de riesgo para que se agrave una vez que tenemos la enfermedad”.
Por ello, entiende que esto podría explicar su mayor impacto en grandes ciudades y áreas industriales, “con más problemas de contaminación por metales, hidrocarburos, derivados del azufre… que se caracterizan por incrementar el daño en la mucosa del tracto respiratorio”. Precisa que el riesgo no solo es de patologías respiratorias, sino también cardiovasculares, “que llevan a un peor pronóstico con cualquier virus que se contraiga y con el coronavirus en particular”.
Independientemente de estos factores, no se puede minusvalorar la capacidad de respuesta de los servicios públicos, siempre sin perder de vista que no hay vacuna todavía. Ha quedado en evidencia, por ejemplo, el desmantelamiento de la sanidad pública en la Comunidad de Madrid. El consejero de Sanidad, Enrique Ruiz, ha tenido que reconocer que se enfrentaban a la enfermedad con 500 puestos en UCI y menos de 15.000 camas en hospitales para 6,5 millones de habitantes. En el caso de Andalucía, solo el primer plan puesto en marcha, preveía el doble de puestos en UCI para 8,5 millones de habitantes.