“Welcome to Sevilla to the Totem family”, canta una tela pintada a mano colgada en una de las paredes donde todo, detrás del telón circular de Cirque du Soleil, sucede. Alejandro Romero, director musical del que es considerado uno de los espectáculos itinerantes más importantes del mundo, cuenta, mientras recorre el espacio hasta detenerse en el lugar de la entrevista, que el mensaje de bienvenida lo hizo su familia a la llegada del elenco a Sevilla, su tierra natal, para estrenar Tótem, el nuevo show por el que están en la capital hispalense hasta el 4 de marzo.
Tótem, el origen y la evolución de la civilización humana
Tótem, el origen y la evolución de la civilización humanaHabía una vez el inicio del todo: el hombre de cristal choca con el caparazón de la tortuga, un tótem que es símbolo del origen, de la vida y del movimiento para las culturas indígenas, dando así el pistoletazo de salida a un recorrido por la evolución humana, la propuesta del director Robert Lepage para esta nueva puesta en escena de la compañía canadiense.
Los anfibios, contorsionando su cuerpo, salen del agua y se mueven haciendo pensar a parte del público: “yo quiero esa flexibilidad para mí, mañana entreno más”. De la tierra emerge un indio, representando el nacimiento de la raza humana y de la primera civilización, por la que el director escénico siente verdadero respeto e idolatría. Luego aparecen los forzudos con sus abdominales, dando representación a la actualidad y a la era de los selfies.
Tras este comienzo, en Tótem se suceden secuencias que representan el paso del tiempo, la interculturalidad, la presencia en ese transcurrir de los animales y de la naturaleza con los cinco elementos y el ciclo de las estaciones.
También esta obra señala al animal que está en cada uno de nosotros. Todo contado con espléndida poesía, con números acrobáticos que dejan la mandíbula relajada, con las grandes dosis de humor que se esperan de un espectáculo circense, y con un juego de luces y de música vibrante que, acompañando con perfecto diseño y compás a los cuerpos de los acróbatas, suena a flamenco, a música india y negra, a bossa nova, a rock y metal; a pretendido encuentro entre culturas.
Una partitura musical de la que en Tótem es responsable Alejandro Romero, que se siente orgulloso por muchos motivos, entre ellos saber que uno de los productos de merchandising más vendidos tras la función del día es el CD.
Otro, que, coincidiendo con la estancia del circo en Sevilla, el joven músico ha recibido este viernes 23 de febrero el premio Bandera de Andalucía en la modalidad de ‘Acción Cultural’. Es un galardón que cada año otorga Delegación del Gobierno de la Junta en Sevilla con motivo del Día de Andalucía.
Mientras narra la historia de cómo un músico sevillano llega a formar parte del Circo del Sol, los acróbatas y artistas van llegando a las zonas de maquillaje y de entrenamiento para comenzar su rutina antes de la función de la tarde. Unos están en las cintas corredoras, otras hacen pesas, otros bailan y cosen, otras marcan pasos de la coreografía que mostrarán en el primer pase de la tarde. Se les escucha hablar en distintos idiomas, fruto de las 26 nacionalidades distintas que abraza este circo.
Al fondo, descansan las máscaras que emulan a los animales y a la naturaleza en Tótem, y todos los instrumentales propios de un circo que ha marcado un antes y un después en el significado de este tipo de ocio y cultura.
El Circo del Sol con acento andaluz
El Circo del Sol con acento andaluz Los padres de Alejandro decían: “este niño tiene oído, hay que fomentárselo”. Pero en el conservatorio no tocaba el piano, pronto se aburrió y lo cambió por el fútbol. Sin embargo, como suele pasar, la vida pronto redirige a la propia esencia para que la persona expanda sus talentos. Así, el joven músico, que por el camino hizo la carrera de Magisterio, se subió a un escenario para dar un primer concierto con un grupo de rumbas y de un flechazo lo supo: “quiero ser músico”. A partir de ahí, puso el foco en desarrollar este arte.
- ¿Cómo llega el Circo del Sol a tu vida?
- Mi primer sueldo como músico profesional me lo gasté en ver Saltimbanco, el primer show que llegó del Circo del Sol a Sevilla (2004). Desde la última fila vi que quería estar ahí, pero era honesto conmigo mismo y sabía que no tenía nivel, así que decidí formarme más. Trabajé con La Sole, David de María, Junior, India Martínez… La mayoría de las veces al piano, como director musical. Fue cuando comprendí la responsabilidad que implica, porque te tienes que poner en el papel del artista y que todo vaya bien depende en gran parte de ti.
- ¿Y cómo llegas tú a la vida del Circo del Sol?
- Vinieron por segunda vez a Sevilla con el espectáculo Varekai. Entonces, me lancé. Contacte con ellos a través de su web y a los dos meses, estando en un concierto de Alejandro Sanz como espectador, me llegó un email. Fui a despertar a mis padres, “¡que me han llamado! ¡que me han llamado!”. En 2010 empecé con Saltimbanco en el Wembley Arena de Londres, primero sustituyendo a un pianista. Estuvimos en más de veinte países; fue increíble. Después me volvieron a llamar para ser asistente de director musical para Varekai. Hasta que a finales de 2015, antes de empezar la gira japonesa, me ofrecieron ser director musical.
- ¿Qué está significando para ti?
- Es un sueño hecho realidad, me encanta esto. Somos una familia. Al principio estaba asustado por el nivel de la compañía, después cada vez más a gusto porque nos compenetrábamos. Ellos buscan lo mismo que busco yo, la perfección. A nivel personal estoy creciendo mucho, me siento valorado y, culturalmente, son más de 50 países lo que estamos conociendo. Todas esas experiencias me las llevo.
- ¿Cuál es tu papel como director musical en la partitura del directo?
- Somos ocho músicos, cada uno de una nacionalidad: un regalo. Yo soy un líder, no un jefe, tomo decisiones pero soy uno más. Una parte de ser director musical es escuchar a los otros. Tengo libertad para dirigir pero me gusta contar con las voces de todos, yo aprendo con ellos; todos tenemos algo que enseñar. La música es en directo, cada día diferente, como el show que va cambiando siempre. Tenemos vía libre para crear y modificar a partir de la pieza musical que nos dan los directores, que son geniales, músicos de calle también.
En el espectáculo yo toco el teclado, el acordeón y dirijo al resto de músicos, al regidor y a las luces por micro. Hay un dicho en el circo tradicional que dice: “tú no sabes cuándo va a levantar la pata”. Esto, sin animales gracias a dios, es lo mismo. Tú no sabes cuándo ellos van a saltar, lo hacen cuando están concentrados, nos dicen cuándo están listos con guiños. Somos nosotros quienes tenemos que acompañarles a ellos.
- Hablando de animales, ¿estamos viviendo un antes y un después con el Circo del Sol respecto al circo tradicional?
- Sí. Este es un circo que empezó con músicos callejeros, malabaristas y escupefuegos que iban por las calles, con música, danza… Hasta que gustó tanto que lo llevaron a espectáculo. Incluir animales nunca se ha contemplado porque, yo también lo pienso, ha hecho feliz a muchas personas pero es algo atrasado. Prefiero a los animales en su hábitat.
- ¿Están explotados los animales en el circo tradicional?
- Muchos compañeros míos vienen de circos tradicionales y echan de menos trabajar con animales. Dicen que el trato que han tenido por parte de los cuidadores ha sido siempre bueno, están felices y libres, pero después duermen en una jaula. El hábitat donde están no es su hábitat. No debería ser así.
- ¿Cómo llevas la vida itinerante del circo? ¿Echas de menos tu tierra?
- Me encanta, aunque cuando voy en la ruta de avión en la que se ve la Expo a la derecha y la Giralda al fondo, se me pone la piel de gallina. Pero en el circo es cuando me he dado cuenta de lo sevillano que soy y de lo mucho que quiero a Andalucía. Me he enamorado de ella el doble estando fuera. Eso sí, muchas veces decimos “Sevilla es lo mejor” y sí, pero también hay muchos paraísos en todo el mundo. Aunque aquí, mis compañeros lo dicen: “Me encanta Sevilla, el sol, el cielo es diferente, las sonrisas de la gente, el público…”. Me siento orgulloso, ellos me llaman “el alcalde de Sevilla” porque les recomiendo sitios a los que ir, no solo de Sevilla, sino de toda Andalucía. Les he buscado clases de flamenco una vez por semana, vienen Susana Casas, Cristina Hoyos, el Junco de Cádiz…
- En Tótem hay muchos guiños a Andalucía y concretamente estos días a Sevilla. En el espectáculo se escucha: “¿Ella es tu parienta?”, “miarma”, “¿qué pasa quillo?”, “gazpacho fresquito” o “carajote”. ¿Son cosecha tuya, verdad?
- Sí, es cosa mía. Siempre que vamos a una ciudad, Valentino (Jon Monastero), el personaje italiano que hace de clown, pregunta por lo típico de ese lugar. Cuando llegamos a España le dije: “Aquí te ayudo yo”. En Sevilla sabía que íbamos a triunfar, él no sabía ni lo que significaba lo que decía y se quedó sorprendido con la respuesta del público: “Wow, cómo funciona aquí todo”.
Después, hay una escena festiva en Tótem en la que quisimos representar la interculturalidad, hay indígenas, negros, andaluces… Ahí suenan unas palmas por bulerías que las han grabado en Cádiz. Los mismos músicos dicen cosas que les han explicado los bailaores flamencos. Es un guiño, un homenaje a la cultura flamenca que tenemos aquí. Cuando vayamos a otras ciudades cambiarán algunas palabras, pero las andaluzas relacionadas con el flamenco seguirán escuchándose por todo el mundo.
- ¿Es cara la entrada del Circo del Sol o es que aún no estamos acostumbrados a pagar lo que vale la cultura? ¿O sí que es cara en relación a los sueldos que no siempre permiten acceder con facilidad a este tipo de espectáculos?
- Sé que la compañía adapta el precio al sueldo medio de la ciudad. En Sevilla la entrada es una de las más baratas. En Japón no baja de 150 euros. Visto desde el espectador, recuerdo cuando compré mi primera entrada, me quedé “canino”. Pero mereció la pena. Todos los artistas dan siempre el 100%, no porque se lo pidan, sino porque son así.
- ¿Cómo es vuestra rutina de ensayos?
- Aquí no hay estrés, todo es fluido, cada uno tiene su rutina de entrenamiento y preparación y todo el mundo sabe cuál es, y eso da tranquilidad al trabajo –explica mientras señala lo que hace cada uno en la sala, según su personaje y número-.
- ¿Tenéis buenas condiciones laborales?
- El buen trato de la compañía es una de las razones por las que la gente dura tanto aquí. En cada ciudad estamos de 1 a 3 meses, a veces 6 como en Tokio, y nos acomodan en apartamentos independientes, donde puedes cocinar y ver tranquilo la tele, tenemos nuestra tarjeta de residencia, de metro... Para mí es muy importante esta acomodación porque yo no quería sentirme un turista en cada ciudad, quería vivir el país como un habitante más. En Australia, lo primero que hice fue preguntar: “¿Aquí dónde se puede abrazar a un koala?”.
- ¿Qué significa ser andaluz en el mundo? ¿Cargamos con estereotipos?
- La palabra “siesta” es la que dicen todos cuando te conocen. Yo no la duermo, mis compañeros ahora que están aquí, sí. Pero realmente no tenemos ese sambenito, es más a nivel nacional. Cuando voy por cualquier país, presumo de Andalucía. Nuestra tierra es una fábrica de arte en todos los aspectos.
- En ese sentido, ¿cómo te sientes con la concesión de este premio Bandera de Andalucía por ‘Acción Cultural’? ¿Está reconocida y suficientemente valorada la cultura?
- No he pedido nunca esta valoración, que mi familia esté orgullosa es mi mayor premio como músico, pero me ha hecho sentir valorado. Cuando me llamaron, esperaba que mencionasen solo mi trabajo en el Circo del Sol, y me encantó porque hablaron de toda mi trayectoria profesional desde que estaba trabajando en las ferias. Si tuviera que dedicar este premio sería a todos los músicos que hemos cargado furgonetas y hemos pasado noches sin dormir porque teníamos que volver de otras ciudades después de tocar.