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El Kaiser, los nazis, los guiris... y otras teorías por las que una bella cala de Cádiz se llama 'Playa de los Alemanes'

Playa de Los Alemanes

Juan-Carlos Arias

28 de septiembre de 2021 21:02 h

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El litoral gaditano es uno de los más internacionales que rodea la península ibérica. El Beni de Cádiz lo repetía así: “Al sur linda con Marruecos, al norte con España, al oeste con EEUU [base de Rota] y al este con Inglaterra [Gibraltar]”. Entre sus tesoros está la conocida como Playa de los Alemanes y se ubica entre el Cabo de Plata o Gracia y playa de Agua en medio.

Próxima a Zahara de los Atunes, la cala está en el término de Tarifa. Es una magnífica ensenada de unos 1.500 metros de extensión y 50 de ancho. Nadie apadrina el nombre de “los alemanes” pero los lugareños insisten en que el mismo no se puso por azar. No en vano, se sabe que muchos germanos pasaban temporadas en la zona desde antes de los años cuarenta. Pero alrededor de este pedazo de litoral circulan leyendas y un buen puñado de realidades que justifican su nombre.

 ¿Por qué de “los alemanes”? La historia se remonta a principios del siglo XX donde circula el rumor de que hay “un alemán cada 30 km en la costa española” por el interés que tenía el Kaiser Guillermo II en el control del Estrecho. La historia confirma que el Káiser se desplegó en Tánger en 1905 con apetitos coloniales aunque se desconoce si alguno de sus espías se ubicaba en la citada playa.

Lo que sí es cierto es que esta playa, ya antes de la Segunda Guerra Mundial, alojó vecinos alemanes en sus alrededores, lo que podría ser el origen de la nomenclatura. Como también es cierto que durante la Segunda Guerra Mundial sirvió como lugar de vigilancia y aprovisionamiento de barcos y submarinos nazis que circulaban por el estrecho gibraltareño. Sus tramas, en Zahara, afloran en la novela 'Para olvidar quién fuiste' (Premio Ateneo de Sevilla, Algaida 2019) de Fernando García Calderón, sustentada sobre reseñas históricas.

Lo confirma Margarita Neuer, hija del Cónsul y espía Gustav Draëger, quien declaró a José María Irujo (El País) lo que Fernando Soto afirma con rotundidad: su padre se desplazaba con asiduidad –durante la Segunda Guerra Mundial– a la Playa de los Alemanes para suministrar víveres a submarinos nazis que amerizaban en ese lugar. De hecho, el historiador Alfonso Escuadra, uno de los expertos que más ha investigado la huella nazi en Cádiz, en la obra 'A la sombra de la Roca' (Cajastur, 1997), documentó incursiones y naufragios protagonizados por unidades de la armada del Tercer Reich, entre el periodo de 18 junio de 1941 al 22 de febrero de 1944 en costas andaluzas. Dos de ellas las sitúa la playa de los alemanes.

Incluso, Claudio Bonifacio, experto en naufragios italiano afincado en Sevilla, localizó las coordenadas (N 36° 04' 265“ W 5° 47' 453”) de un submarino alemán hundido cerca de tal playa. A dicha evidencia se suma la teoría que sitúa en el sumergible una carga de lingotes de oro y joyas robadas a los judíos por los nazis. La causa del naufragio sería accidental o porque la propia tripulación lo hundió. El pecio nunca se ha reflotado. Justo cuando tramitaba los derechos de hallador ante la Junta de Andalucía a Bonifacio y Luis Ángel Valero de Bernabé, les implicaron en el sumario Bahía 2. La sentencia del caso, 12 años después, les impuso una multa simbólica. En su obra 'Galeones y tesoros sumergidos' (Editorial Lulú, 2010) queda claro dónde está el sumergible: cerca de la playa de los alemanes.

También ha quedado acreditado que los submarinos U-208, U-451, U-732, U-340, U-761 , U-392 y el U-731 durante la Segunda Guerra Mundial se hundieron entre principios de 1942 y finales de 1944 al intentar cruzar el Estrecho de Gibraltar procedentes del Atlántico. Lo registra U-Historia, portavoz de la Ubootwaffe (flota de submarinos alemanes en la época nazi) y muchos de ellos reposan en los fondos gaditanos próximos a la Playa de los Alemanes. Y es tangible que, a mediados de los 40, se construyó un búnker que delimita la playa de los alemanes y la de Atlanterra. La fobia de Franco de ser invadido sembró de hecho la costa gaditana de esos fortines defensivos.

Tras la guerra

La investigación sobre qué pasó tras el final de la guerra con los nazis que escaparon lleva a muchos casos en Andalucía, por supuesto, también en la costa. En el caso de Cádiz, el documental 'Playa de los Alemanes', realizado en 2019 por Daniel Marí y Johannes Hofman, busca –con empeño y escasos resultados– huellas y testimonios sobre nazis que se refugiaron tras la guerra allí. No queda claro si usaron tan recóndito lugar para ODESSA, la red que se orquestó tras el conflicto por jerarcas nazis para sacarlos con vida y refugiarlos en otros puntos del globo. La hipótesis dice que los nazis eran introducidos por la ruta desde Valencia-Madrid/Sevilla/Algeciras-Tánger/ para después embarcarlos hacia Sudamérica. Y en Argentina, Brasil, Chile, Uruguay y Paraguay fundamentalmente se libraban de su identidad y borraron su pasado. Otra novela, que repite el título 'Playa de los Alemanes' (Jirones de Azul, 2010) la firma Javier Compás. Insiste este historiador que “en esa preciosa cala vivieron alemanes refugiados tras el término de la Segunda Guerra Mundial”.

En cualquier caso, la relación de la zona con Alemania no termina ahí. Según el periodista, escritor y colaborador de elDiario.es Juan José Téllez el espionaje militar español investigó, décadas atrás, cerca de esta playa una suerte de plataforma logística para provisionar a navíos de la antigua República Democrática de Alemania (RDA). La presencia de agentes de aquel país del Pacto de Varsovia alertó al contraespionaje español. Pero nadie sabe qué concluyeron nuestros espías militares.

La más cruda realidad es que a la Playa de los Alemanes era difícil acceder desde las poblaciones más cercanas hasta la década de los cincuenta. Aunque entonces sí se datan casas y a alemanes que usaban caballos para entrar y salir de sus viviendas. Cerca de la playa había chozas; desde el mar era más fácil alcanzar esta corta franja playera.

En concreto, en la ladera que subía desde la playa, solo tres familias de alemanes vivían permanentemente allí. Según se testimonia  el documental de Marí y Hofman, eran nazis acaudalados que se relacionaban poco con los lugareños. Sus descendientes, ya en la década de los cincuenta y sesenta, retornaron a Alemania.

“Al levante y al poniente”

Podría considerarse este el momento del inicio del turismo alemán en la zona. Pero no fue hasta principios de los sesenta cuando se activó el turismo en Zahara. Y se hizo de forma un tanto curiosa, como narra la propia web de turismo de Zahara. Cuentan que un grupo de empresarios alemanes se presentó en el despacho de Álvaro Domecq, entonces Presidente de la Diputación de Cádiz. Le referían muy educadamente sus propósitos inversores. Don Álvaro quedó perplejo ante la propuesta. Era una millonada lo que se proyectaba invertir en tan inhóspito lugar. La extrañeza del Presidente de la Diputación no se disimulaba, al estar la zona azotada por vientos de levante y poniente. Al hombre le brotó una pregunta, ante tan descabellada propuesta: “¿Han tenido Uds. en cuenta los vientos?” Los alemanes respondieron al unísono y sonrientes: 'Al levante y al poniente se está sanísimo'.

De aquel primer interés pasamos a un emblemático edificio que incrementó la presencia alemana en la playa a la que da nombre ese gentilicio. En 1970 empezaron las obras de los Hoteles Atlanterra y Zahara (demolido en 2002) dirigidas por el Arquitecto Alvis Franz Rotter. El ministro franquista Sánchez Bella avaló el proyecto y lo supervisó en 1973, tras llegar al emporio en helicóptero.

Quiebras, retrasos e impagados aplazaron los proyectos hoteleros. Solo el Atlanterra se inauguró en 1983. Fue clave para reunir numerosas urbanizaciones a su alrededor. El tesón del nuevo Arquitecto Horts Mankel logró la aplazada apertura hotelera junto al emprendedor Kurt Schlichtkrull, apodado 'Juanaco' por los lugareños. Tanto al hotel como a las urbanizaciones del entorno, los lugareños las conocen como “los alemanes” por los constructores y por los primeros propietarios que se ubicaron allí. Por añadir misterio, hay rumores e historias sin confirmar que circulan por la zona que hablan de cenas en el hotel en las que participaban ancianos y discretos nazis, aunque sin confirmar. Sea como fuere en el 87 el Hotel Atlanterra, propiedad de empresarios alemanes, cambió de titulares y gestores. La venta fue discreta.  Desde finales de los ochenta opera el establecimiento la multinacional Meliá.

Lo que queda claro es que motivos, leyendas, hechos e historias sobran a la Playa de los Alemanes para ostentar el nombre por el que todo el mundo la conoce.

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