La laguna de Fuente de Piedra, un espectáculo cambiante en el hogar de paso de los flamencos

Una gran lámina de sal cubre ahora la mayor parte de la laguna más extensa de Andalucía, donde unos 6.000 pollos de flamenco dan sus primeros pasos. La laguna de Fuente de Piedra, en el límite noroccidental de la provincia de Málaga, depende por completo de cuánto llueva. Las precipitaciones condicionan sus dos características, que son las dos caras de la moneda: la salinidad de sus aguas y servir de hogar (de paso) del flamenco (Phoenicopterus), ese ave patilarga y rosada que cada año, casi sin excepción, llega a la laguna para criar a sus polluelos. Ha sido un año de poca lluvia, así que la superficie de sal es mayor, y el número de flamencos, menor.

“Cada paisaje es irrepetible. La imagen cambia en cada estación y de un año a otro. Las estaciones y las lluvias determinan el ciclo de la laguna”, cuenta Manuel Rendón, director-conservador de la reserva de la laguna de Fuente de Piedra: “Una puesta de sol en la laguna, con ese color rojo reflejado en la sal, o por la mañana a primera hora, es una imagen que hay que ir al norte de África para verla”. La estampa es única en Europa: una gran superficie de sal, apenas rota por un humedal al que se puede acceder por el sendero del Laguneto.

En un año de precipitaciones abundantes, el agua podría alcanzar un metro de profundidad. Ese es el motivo de que este año haya menos flamencos que han decidido hacer parada y fonda en Fuente de Piedra. 6.000 polluelos y 20.000 adultos son suficientes para divisar un buen espectáculo desde los observatorios que rodean la laguna, pero menos que otras temporadas. “Si el año hubiese sido húmedo, ahora habría más de 40.000”, comenta Rendón, que dirige también el centro de visitantes.

El flamenco da fama a la laguna. En sus 1.400 hectáreas se concentra la mayor colonia de este ave en toda la Península Ibérica y la segunda en importancia de Europa, tras la de Camargue, en Francia. La primavera es, normalmente, el momento ideal para divisarlos. Es entonces cuando la profundidad del agua está en su punto óptimo para sus largas y finas patas: en torno a los 80 centímetros, para que puedan caminar.

Además, este año tan distinto también ha afectado a la actividad estrella de la reserva: el anillamiento de los polluelos, que suele realizarse con cientos de voluntarios a finales de julio o principios de agosto. Por precaución, se ha suspendido.

Sin embargo, la pandemia no afectará al itinerario de miles de aves en su viaje de Europa a África. En otoño, volverán a Fuente de Piedra. Primero, las grullas; luego, otras aves acuáticas como la malvasía cabeciblanca, la garza real, la gaviota picofina, la pagaza piconegra, la cigueñuela, el ánsar común, el pato cuchara, y hasta 170 especies catalogadas, que hacen de este un lugar tan singular.

Curación para el “mal de la piedra”

En un lugar que paradójicamente acusa desde hace tiempo la falta de agua potable, existe esta gran laguna de agua con características muy apreciadas desde hace siglos, no solo por los flamencos. La laguna recibe aportes de tres fuentes: la precipitación directa, la escorrentía superficial y el agua subterránea. El agua de las tres desemboca en la cota más baja de la gran depresión formada por las cuencas de los ríos Guadalquivir y Guadalhorce. En total, recibe el aporte procedente de unas 15.000 hectáreas.

¿Qué la hace especial? Según explica Rendón, el hecho de que la única salida del sistema sea la evaporación: “Por eso la sal queda en superficie y se forma la gran superficie blanca”. Fuente de Piedra es una laguna salobre, lo que le confiere algunas cualidades medicinales. Algo debió ver el emperador Trajano en sus aguas que, según cuentan las crónicas, se las hacía llevar hasta Roma.

Algo debió ver el emperador Trajano en sus aguas que, según cuentan las crónicas, se las hacía llevar hasta Roma.

Desde entonces, al agua de Fuente de Piedra se le han atribuido propiedades curativas, especialmente de los cálculos renales: de ahí su nombre. La “Fuente Divina” o fons divinus es el manantial que dio nombre y fama al lugar: se decía que quienes bebían de ella sanaban del “mal de la piedra”.

Hace siglos que el manantial desapareció, pero en 1990 se procedió a la excavación y recuperación de la fuente, que había sido desmochada y enterrada en 1959. En 1994 se restauró y se volvió a colocar en la Plaza de la Constitución, en el centro del pueblo. 

El otro gran aprovechamiento de la salobridad fue una explotación salinera. Ya lo hacían los romanos, y en la primera mitad de este siglo hubo incluso un intento de desecar la laguna y acabar con los flamencos, a los que se acusaba de impedir la cristalización de la sal con sus largas zancas. No cuajó. En 1951 se abandonaron las salinas y en 1981 el antiguo ICONA adquirió la laguna, con la finalidad de protegerla.

Desde entonces es algo parecido (pero siempre diferente) a lo que es hoy: una inmensa laguna de colores y habitantes siempre cambiantes, según caiga el agua.