Cádiz puede presumir de pueblos bonitos. Enclavados en una sierra de clima benévolo, que encierra indiscutibles atractivos naturales, gastronómicos y patrimoniales, los Pueblos Blancos son sin duda uno de los principales reclamos turísticos de la provincia. Sin embargo, son los municipios integrados en el Parque Natural Sierra de Grazalema los más visitados y conocidos fuera y dentro de Andalucía. Pero hay más: pequeños municipios que se asoman a las aguas calmas de un lago o que vigilan encaramados en la montaña a los viajeros que se asoman por allí. Pueblos que aún esconden secretos por descubrir y que son capaces de sorprender al visitante con su belleza y su historia.
Bornos
Bornos es uno de esos pueblos blancos que suelen pasar desapercibidos, quizás porque se queda a las puertas de la sierra, asomado a las agua calmas de una lago, el embalse, donde se puede practicar las pesca y observar la aves que viven y anidan en su entorno. La sencillez de este pueblo tranquilo, declarado Conjunto Histórico, es uno de sus principales atractivos, pero no el único.
Bornos cuenta con una importante riqueza patrimonial que tiene como elemento más destacado el Castillo-Palacio de los Ribera, declarado Bien de Interés Cultural. Todavía se conservan restos de la muralla y la Torre del Homenaje de la antigua construcción árabe sobre la que se construyó un soberbio palacio renacentista. Su hermoso jardín ha sido declarado Jardín Histórico de Interés Cultural y en él se puede admirar una gran variedad de plantas y flores de variado colorido, algunas tan singulares como los magnolios centenarios o los enormes arbustos de azahar de la China.
En Bornos podemos disfrutar también de casas señoriales como las de la Cilla y la de los Ordóñez o del Colegio y Hospital de la Sangre. Como muestras de arquitectura religiosa, destaca la Iglesia de Santo Domingo de Guzmán, construida entre los siglos XV y XVI, el Convento del Corpus Christi y el Monasterio de los Jerónimos, ambos del siglo XVI.
Muy cerca de allí, entre los municipio de Bornos y Espera, el yacimiento de Carissa Aurelia recuerda el relevante pasado íbero romano de esta zona.
Algar
Aunque en sus inmediaciones se han encontrado restos neolíticos, Algar es un pequeño pueblo de colonización que fue fundado en 1773 por Domingo López de Carvajal. No obstante, su enclave privilegiado, entre los parques naturales de Grazalema y Alcornocales, lo convierte en uno de los municipios más atractivos de la ruta de los Pueblos Blancos. En su casco urbano destacan la parroquial de Santa María de Guadalupe y el Ayuntamiento, de estilo neoclásico, y la plaza de toros construida a principios del siglo XX.
Algar se levanta junto al río Majaceite y muy cerca del pantano de los Hurones, que abastece de agua a una parte importante de la provincia de Cádiz. El visitante puede elegir entre múltiples actividades de ocio: senderismo, pesca e incluso caza mayor y menor, una actividad muy arraigada en la zona que se ve reflejada en su gastronomía, que incluye chacinas elaboradas con carne de venado que se pueden adquirir en algunas tiendas del pueblo.
Como en el cercano pueblo de Ubrique, en esta pequeña villa se continúa trabajando la piel de manera tradicional y son famosos también los productos de madera que hacen sus artesanos.
Dentro del término municipal de Algar se encuentra en complejo turístico Tajo del Águila, un paraíso del turismo activo, que, además de impresionantes paisajes, ofrece al visitante la posibilidad de disfrutar de rutas y actividades acuáticas como el piragüismo o la vela.
El Gastor
El Gastor se le conoce como el balcón de los Pueblos Blancos por las impresionantes panorámicas que se pueden divisar desde su punto más alto, el pico Lagarín. También es el pueblo en el que todavía se pueden oír los sonidos íberos de un instrumento muy particular: la gaita gastoreña.
El Gastor está situado en la falda del Tajo Algarín, muy cercar del nacimiento del río Guadalete y es famoso por su Corpus Cristi, declarado fiesta de Interés Turístico Nacional. Ese día del mes de junio los vecinos engalanan las calles con ramos, palmas y flores, que cubre casi por completo el suelo y las paredes. Por la tarde, tras la procesión, se celebra el Certamen de Gaita Gastoreña, que supone un aliciente turístico nada desdeñable y una oportunidad única para escuchar a los mejores intérpretes de este peculiar instrumento tradicional.
Desde El Gastor es posible realizar atractivas rutas senderistas como las que llevan a la Cueva del Susto, al Tajo de Algarín o las Grajas. En las inmediaciones del pueblo, en el embalse de Zahara-El Gastor, se puede disfrutar también de los deportes náuticos.
En este pequeño municipio serrano se pueden visitar la Iglesia de San José, la Fuente Diego de El Gastor, el Molino de Aceite Hermanos Palomino y el Museo de Usos y Costumbres. En los alrededores de la villa se han encontrado importantes restos arqueológicos que nos hablan de su pasado prehistórico, como el dolmen de El Charcón o del Gigante.
Torre Alháquime
Torre Alháquime forma parte de la pléyade de pueblos fronterizos que jalonan la Sierra de Cádiz. Su nombre, de reminiscencias musulmanas, podría hacer referencia al nombre árabe Al-haquim (sabio o letrado) y podría aludir a algún caudillo árabe.
Su caserío, de sinuoso trazado, recuerda al de algunas medinas del norte de África. De la época nazarí conserva los restos de la muralla de su fortaleza medieval que rodeaba el casco histórico, con el Arco de la Villa que se ha convertido en un verdadero emblema del municipio. Los torreños –que es como se conoce a los nacidos en Torre Alháquime– se sienten también orgullosos de la parroquia de Nuestra Señora de la Antigua y del monumento al Sagrado Corazón de Jesús, que se sitúa en una plaza conocida con el nombre de El Santo.
Pero Torre Alháquime es también tierra de bandoleros como recogen los romances tradicionales, que cuentan historias protagonizadas por famosos proscritos como “Currillo El Largo”, “El Vivillo”, “Cencerrito”, “Chorizito”, e incluso el famoso José María “El tempranillo”. La empresa Bandoleros Tours ofrece rutas guiadas por los lugares en los que se desarrollaron las aventuras de este héroe popular y, para lo más atrevidos, recreaciones de los secuestros que realizaban los bandoleros en las sierras gaditanas durante los siglos XVIII y XIX.
Pero Torre Alháquime no mira únicamente al pasado. Los aficionados al motor tienen en esta localidad, declarada Conjunto Histórico, dos citas que gozan de gran aceptación: la prueba automovilística Subida a los Remedios, que comparte con Olvera, y una competición de Enduro, una modalidad de motociclismo que se practica en campo abierto.
Prado del Rey
Prado del Rey es uno de los pueblos más flamencos de la sierra de Cádiz. En su plaza de La Constitución se celebra en verano la final del Concurso Nacional de Cante por Serranas, que ha cumplido su cuarenta y tres edición y en el que han participado figuras señeras del flamenco como José Menese, El Cabrero o María José Santiago. Es además, tierra de vinos. Famoso es su mosto de Pajarete y reconocidos los caldos que crían algunas bodegas del entorno.
Tal como lo conocemos ahora, Prado del Rey debe su fisonomía a la colonización de zonas despobladas que se llevó a cabo durante el reinado de Carlos III. La villa fue fundada en 1768 por Pablo de Olavide, por eso su caserío original, en el que se instalaron 189 colonos con sus familias, es una cuadrícula casi perfecta con una amplia y soleada plaza central que es el corazón de la vida del pueblo. En los alrededores de la plaza, se puede disfrutar de un buen número de bares y tabernas que con el buen tiempo se apresuran a montar sus animadas terrazas en la calle. Sus monumentos más destacados son el Templo Parroquial de Nuestra Señora del Carmen y el antiguo Pósito de Labradores, muy bien conservado.
No obstante, la historia de este emprendedor pueblo serrano se remonta al Neolítico y alcanzó su momento de mayor esplendor en la época romana como demuestra la cercana ciudad de Iptuci, un interesante yacimiento arqueológico ubicado en Cabezo de Hortales, a unos 4,5 kilómetros del casco urbano.
Dentro del término municipal de Prado del Rey se encuentran también las salinas de Iptuci, un manantial de agua salina conservado en su estado natural desde la época de los fenicios. Las salinas, que aún se encuentran en explotación y en las que se cosecha una sal mineral de gran pureza, pueden disfrutarse gracias a las visitas guiadas que organiza el propietario de la empresa que las gestiona.