Paul Preston: “Los tres periodos de mayor corrupción política son las dictaduras de Primo de Rivera y Franco y los últimos años del PP con la Gürtel”

Rafael Guerrero

14 de septiembre de 2020 21:33 h

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El prestigioso hispanista británico Paul Preston considera que hay tres periodos, en el ultimo siglo y medio de la Historia de España, en los que la corrupción política ha alcanzado su mayor magnitud. Y, por orden cronológico, son la dictadura de Primo de Rivera durante el reinado de Alfonso XIII, la dictadura de Franco y los gobiernos del PP con la 'trama Gürtel'. Así lo ha declarado durante la entrevista en el programa 'La Memoria' (RAI, Canal Sur Radio) este veterano historiador que lleva centrado en la investigación sobre el pasado reciente español más de medio siglo desde que llegara a Granada a finales de los años 60 y que acaba de publicar 'Un pueblo traicionado' (Debate), un libro de 800 páginas donde analiza con detalle la historia de la corrupción y la incompetencia política en España desde la restauración borbónica en 1874 hasta la actualidad, incluyendo el reinado de Felipe VI.

Corrupción e incompetencia política son realidades presentes en España que, según Preston, “no ha gozado de la clase política que se merecía, aunque ahora en Gran Bretaña tenemos otra clase política muy incompetente como se ha demostrado con el Brexit”. No es, por tanto, nada nuevo. El historiador pone como ejemplo de esa peor clase dirigente a Alfonso XIII, que huyó de España al proclamarse la Segunda República el 14 de abril de 1931 con 85 millones de pesetas. Pese a todo, el bisabuelo de Felipe VI “se quejaba de no tener dinero, pese a que vivía bastante bien, primero en París y después en Roma. Yo descubrí casos de corrupción de Alfonso XIII, antes y durante la dictadura de Primo de Rivera, porque el rey estaba metido en asuntos bastante turbios”.

La dictadura de Primo de Rivera, “alucinantemente corrupta”

La dictadura de Miguel Primo de Rivera (1923-1930) “no fue especialmente represiva, como sería la de Franco, pero sí alucinantemente corrupta. La corrupción lo inundaba todo. Los militares y los colaboradores civiles tenían las manos en la masa”. La guerra del Rif, con la que los militares quisieron enjugar sus fracasos sistemáticos del siglo XIX, que acabaron con la pérdida de Cuba y Filipinas, fue un buen ejemplo de corrupción e incompetencia política, ya que aquella veleidad imperial se llevaba una tercera parte del Presupuesto del Estado, “algo increíble, si pensamos que ahora Trump critica a algunos gobiernos europeos por no gastarse ni un 2% del PIB en Defensa”. Y hace referencia a los informes del general Picasso sobre el desastre de Annual (1921) y del socialista Indalecio Prieto, afirmando que “había heroísmo, sí, pero también un nivel de corrupción alucinante. La guerra del Rif no aportaba beneficio a España. Todo eran pérdidas en dinero y en sangre”.

El ingenio de Preston le hace establecer ciertas semejanzas entre Primo de Rivera y el presidente estadounidense Donald Trump: “En los años 20 del siglo pasado no había móviles ni tuits, pero las notas oficiales que el dictador español publicaba diariamente equivalen a los tuits de ahora. ¿Cómo se puede uno imaginar a un dictador que escribe de su puño y letra una cosa alabando sus triunfos sexuales?”.

Bajo el reinado de aquel monarca caprichoso y mujeriego que era Alfonso XIII, se cimentó una de mayores fortunas del mundo, la de Juan March, que controlaba negocios de tabaco, banca, navieras y prensa, manejando los hilos de la política, y que cuando no tuvo más remedio que pisar la cárcel lo hizo al estilo del narcotraficante Pablo Escobar, “como si estuviera en un hotel de 5 estrellas”. El hispanista de Liverpool recuerda el papel clave de Juan March en la conspiración y golpe contra la República, que no se limita al alquiler de la avioneta Dragon Rapide que llevó a Franco desde Canarias hasta Tetuán para liderar el levantamiento del ejército de África. “Siendo entonces uno de los hombres más ricos del mundo, Juan March puso su fortuna al servicio de los conspiradores. Su dinero despejó las dudas de Franco y Mola, garantizando el traslado de sus familias a Francia. Pero fundamentalmente su dinero sirvió para comprar las primeras armas y los aviones italianos Savoia para el transporte de tropas de África a la península, sencillamente porque compró la empresa. Todo ese dinero fue una inversión en la causa rebelde que le permitió duplicar o triplicar su fortuna en poco tiempo”.

Preston no pasa por alto los tejemanejes durante la Segunda República y no se olvida de Alejandro Lerroux, al que califica de “corrupto, chaquetero y redomado sinvergüenza”, recordando que lo pusieron al principio como ministro de Exteriores, pese a no saber idiomas, sencillamente porque era la cartera donde tenía menos posibilidades de robar.

La II República y Largo Caballero

Sobre el dirigente socialista Francisco Largo Caballero, apodado como “el Lenin español”, Preston se explaya en ese caso por su incompetencia y no ahorra críticas al afirmar que “su aportación a la derrota de la República fue masiva”, poniendo como ejemplo “su empeño en impedir la coalición con los republicanos en las elecciones de noviembre de 1933, que facilitó la victoria de las derechas que dieron lugar al bienio negro, desbaratando las reformas y promoviendo odios y tensiones sociales”. Posteriormente, con la victoria del Frente Popular en febrero de 1936, Preston critica a Largo Caballero por oponerse a la entrada de los socialistas en el Gobierno de coalición con los republicanos, “condenando a España a tener un Gobierno sin fuerza, creyendo que cuando pudieran gobernar los socialistas aplastarían la reacción de la derecha y eso no es lo que pasó el 18 de julio”. Y finalmente, cuando a comienzos de la contienda Largo Caballero asume la Presidencia del Gobierno incluyendo el Ministerio de la Guerra, el historiador censura su negligencia e indolencia: “No cambiaba el ritmo de su vida. Se levantaba a la hora de siempre y se iba a la cama a las 8, sin permitir que lo despertaran por muy grande que fuera la catástrofe en plena guerra. Fue un desastre inmenso”, concluye.

Como biógrafo de Francisco Franco, Preston ha publicado varios libros y es buen conocedor de sus estrategemas y puntos débiles. En 'Un pueblo traicionado', recuerda el amago de traición hacia los suyos -los conspiradores contra la República- del que era apodado por algunos como “el cuquito”. Es el caso de aquella carta que dirigió en junio del 36 al entonces presidente del Gobierno republicano Casares Quiroga. En ella reclamaba todo el poder sobre el Ejército y las fuerzas policiales que llegó a tener cuando aplastó a sangre y fuego la Revolución de Asturias en octubre de 1934 para evitar el golpe de estado que se produciría un mes después. “Aquello fue un entrenamiento para ser dictador y disfrutaba horrores con eso. Le decía a Casares que ”yo pongo orden y así se evita una guerra civil“, lo que se puede interpretar como una traición a sus colegas de conspiración, pero no hay constancia de si Casares recibió esa carta y de su reacción. Si la hubiera recibido, el presidente del Gobierno debería haber arrestado Franco, aunque tampoco arrestó a Mola o a Yagüe”. Una demostración más de la ingenuidad con que la República afrontó la insistencia de rumores golpistas. De hecho, Azaña y Casares decían: “Son caballeros, no harían eso”.

“Queipo de Llano era un monstruo”

A propósito de Queipo de Llano, Preston prefiere no compararlo con Primo de Rivera, ya que “Primo era una figura un tanto cómica, pero no era un hombre sangriento. Estaba obsesionado con las mujeres, pero no alentaba a sus hombres a violar a las rojas. Miguel Primo alardeaba de que las mujeres lo adoraban, pero nunca, que yo sepa, provocaba violencia contra las mujeres”. El historiador británico no puede ser más contundente en sus calificativos sobre el temido “virrey de Sevilla”: “Queipo sí que era un monstruo. Se que es un tema polémico que divide mucho a la gente en Sevilla, pero no estoy a favor de que un psicópata y un asesino siga por más tiempo enterrado en la Macarena como si fuese una figura religiosa”.

Y sobre la corrupción del franquismo, qué decir. En este caso, la corrupción partía de la cúspide y Preston se remite a las investigaciones de Ángel Viñas -que calificó al caudillo en el programa La Memoria como “un enorme chorizo”- y Mariano Sánchez Soler sobre “el Pazo de Meirás y sus inmensos chanchullos”, ya que desde el principio de la guerra Franco desviaba suscripciones populares a la causa rebelde a sus cuentas particulares. Hizo una fortuna colosal, porque no tenía que robar ya que pensaba que toda España era suya. Lo ha demostrado aún su familia con el uso que ha hecho del patrimonio nacional“.

Sobre Transición y “valentía”

Ya en clave más actual sobre el fenómeno de la memoria histórica, Paul Preston se muestra entre comprensivo y crítico con la Transición. “Ahora, con el espejo retrovisor de la Historia podemos decir muchas cosas”, advierte. Tras admitir que Felipe González “debió ser más valiente con la memoria histórica”, amparado en su gran mayoría absoluta parlamentaria y tras el fiasco golpista del 23F de 1981, rememora una conversación de entonces con Alfonso Guerra a propósito de sus investigaciones sobre “los cientos de miles de personas con antecedentes penales del franquismo por crímenes que nunca habían cometido”. Le decía Guerra: “Paul, no sabes lo difícil que será hacer todo eso”. Y es que había miedo. La Transición fue un pequeño milagro con unas fuerzas armadas y una Guardia Civil hostiles a la democracia y con falangistas con licencias de armas“. Y pone especial énfasis en la pervivencia del franquismo sociológico: ”Cuarenta años de dictadura controlando los medios de comunicación y la educación en un régimen de terror habían creado una masa sustancial de gente que pensaba que Franco había salvado a España. Los éxitos posteriores del Partido Popular se deben a esto. Así se pueden explicar, que no justificar, las reticencias de los socialistas, por miedo y por una cierta complacencia“.

Paul Preston recuerda cuando entonces los periodistas le preguntaban sobre cómo superar las amarguras y las divisiones derivadas de la guerra civil y él respondía que era “cuestión de tiempo”, pero 20 años después comprueba que aunque la gente siga preocupada por cómo llegar a fin de mes, “el tema está más candente que nunca”.

Ahora, con un Gobierno progresista de coalición PSOE-Unidas Podemos que ultima una reforma legal sobre la memoria histórica que ancla sus principios en el Derecho Internacional de los Derechos Humanos, que pretende perseguir la apología del franquismo y prohibir las fundaciones fascistas, así como investigar el origen ilícito de algunos patrimonios y fortunas del franquismo, Preston mantiene sus recelos sobre que esos propósitos culminen: “Son buenas intenciones, con sentido común político, pero dependerá del tiempo que duren en el poder para hacerlo. Yo habría ido más lento, aunque las intenciones son buenas”.

“¿Quién escribe esa Historia? ¿Cómo se llega a una versión aceptable para todos sobre la Historia que hay que enseñar en la escuela? Son problemas que no se prestan a soluciones fáciles”.

El fecundo y prestigioso hispanista británico también alberga sus dudas acerca de la introducción de la memoria histórica en las aulas, para evitar que la ignorancia general sobre la Historia reciente facilite la manipulación política de la ciudadanía: “La ignorancia está por todos lados”. Y pone como ejemplo su propio país “porque en el debate sobre el Brexit unos pocos han aprovechado la ignorancia de la gran masa. Yo no soy quién para decir que hay que leer los libros de Viñas, Santos Juliá o los míos.” Y profundiza en el quid de la cuestión: “¿Quién escribe esa Historia? ¿Cómo se llega a una versión aceptable para todos sobre la Historia que hay que enseñar en la escuela? Son problemas que no se prestan a soluciones fáciles”. Y concluye afirmando: “Yo soy historiador, no predicador del futuro”.

Los mejores periodos

Y para finalizar, retomando el argumento inicial de la entrevista, en que Preston fijaba como periodos más corruptos de la Historia reciente de España las dictaduras de Primo de Rivera y de Franco y los gobiernos de Aznar cuando funcionaba la ‘trama Gürtel’, el hispanista, nacido hace 76 años en Liverpool, señala sensu contrario los periodos donde predominó en mayor medida la honestidad política. A su juicio hay dos: “Los primeros dos años de la Segunda República y los primeros años de la Transición, cuando los políticos de entonces estaban pensando más en el país, en hacer algo bueno para un futuro mejor anteponiendo los intereses nacionales a los personales. Esos fueron los mejores periodos y ojalá estemos empezando otro tanto ahora mismo”.